La cultura se encuentra bajo asedio de los propagandistas, los manipuladores de las ideas, los intolerantes al disenso y de quienes la consideran como una expresión de la ideología neoliberal. Conviene recordar que la cultura ha siempre desempeñado un papel relevante en la defensa de las libertades y los derechos civiles de las personas. Abandonada a su suerte y repudiada por la nueva casta gobernante, la cultura reclama su lugar en defensa de la democracia. Actualmente, se promueve desde el poder político una falsa contraposición entre cultura de élite y cultura popular. Olvidando que más allá del valor estético de sus productos, la cultura —sin adjetivos— tiene la encomienda fundamental de promover un pensamiento crítico orientado a la emancipación y a la autodeterminación de las personas. La cultura se presenta como un derecho y como un deber en sentido político. Junto a la constitución económica o jurídica, existe una constitución cultural de la sociedad.
La cultura representa una categoría del pensamiento que forma parte del patrimonio de las ciencias humanas, designa las diferentes configuraciones que asume en el espacio y el tiempo por parte de las sociedades en relación con las formas de organización, comunicación, conocimiento, producción artística y tecnológica de los grupos humanos. Denota un conjunto estructurado de significados que se trasmiten históricamente, un sistema de concepciones que se expresan de forma simbólica a través de los cuales las personas se comunican, desarrollan sus conocimientos y su toma de posición frente a la vida.
Desde la Grecia de Sócrates hasta las sociedades modernas la cultura ha sido concebida como sinónimo de civilización que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres, capacidades y hábitos adquiridos por los individuos en su interacción social. Representa el sistema de las manifestaciones del conjunto de las creaciones de la palabra y el intelecto. La cultura en la antigua Roma asumía un valor equivalente al concepto de política o de la cosa pública, estableciendo las condiciones en el recorrido formativo de la persona, caracterizando el ideal de una vida activa y civil que indicaba los confines del progreso.
Los conceptos de cultura y civilización fueron separándose paulatinamente a partir del pensamiento ilustrado desde Juan Jacobo Rousseau hasta Immanuel Kant, quienes designaron de manera sustancialmente armónica la experiencia del proceso de autoformación de la persona. La educación como construcción consciente de una humanidad conforme a los principios de un modelo ideal que refleja el criterio de regularidad y armonía que se manifiesta en la vida social. Durante siglos la cultura reflejó la conexión esencial entre libertad y espontaneidad como parte de la experiencia fundamental de la vida de los pueblos.
El objeto de estudio de la cultura son las representaciones sociales, la estructura de la distribución del poder, las modalidades de la convivencia así como la imposición del consenso obligatorio. Quien controla la cultura define la construcción social de la realidad estableciendo nuevas hegemonías. El poder cultural ya no está localizado en la escuela. Se infiltra por todas partes. Negar el valor a la cultura significa concebirla como simple ideología de la dominación. Ella siempre ha sido una importante herramienta para combatir todo autoritarismo como demuestran sus enormes contribuciones contra el nazismo, el estalinismo, el fascismo y más recientemente, el populismo. Ellos buscan imponer no la sociedad del conocimiento, sino más bien la sociedad de la ignorancia.
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