La generación de la utopía se forjó en la antesala de lo instantáneo, sus prótesis, en el mejor de los casos, fueron libros que se compartían con generosidad. Asumían el compromiso de participar en la lucha por “un mundo mejor”, es decir, la justicia, los valores como la solidaridad, el compromiso como la alteridad, los empeños por las reivindicaciones sociales creaban sus discursos. Entre lecturas que despertaron su pensamiento levantaron valores y trabajaron por virtudes. Discutían con las generaciones contemporáneas desde lo coetáneo, la utopía y el compromiso democrático impulsado por las ambiciones de cambiar el mundo. Esa fue su divisa generacional. Hoy, se requiere que las nuevas generaciones, con más posibilidades comunicacionales, con mejores oportunidades educativas, con “sociedad red”…, apuren el compromiso social y político. Las prótesis de las nuevas generaciones son tecnológicas tanto de información como de comunicación. Tienen el mundo en el cuenco de sus manos.
Revisemos los signos. Una idea primigenia de sociedad utópica la imagina Platón en su diálogo “La República”, la justicia, el Estado ideal, el Estado justo; Tomás Moro piensa la sociedad ideal en “La nueva Atlántida”; Campanella lo hace en su obra “La ciudad del sol”, solo por mencionar algunos. Muchas mujeres y hombres han sembrado sus ideas, son utópicas cuando sugieren una actividad colectiva que intente cambiar la realidad, que ésta concuerde con objetivos trascendentes a la realidad. La lección de la utopía tiene dos caras: “Águila”, la crítica de lo existente; “sol”, la propuesta de aquello que debería existir.
Las generaciones previas a la utopía amaban la simulación, la doble moral, las formas escenográficas, los discursos inconmovibles, los monólogos…, la dupla de expresidentes Echeverría – Díaz Ordaz son un ejemplo. Llevaron a los jóvenes, además de los campos militares, a campos de concentración psicológicos, un descuido podía costarles la vida, infiltraron personas de baja calaña para aprovechar cualquier error mínimo. Ofendieron con fervor a los jóvenes solo por abanderar luchas libertarias, por proponer, a pesar del control demencial de las comunicaciones, un nuevo discurso para el progreso social: la inclusión del Otro.
A unos días de elecciones para renovar los Ayuntamientos en Aguascalientes, desde luego, no pienso en jóvenes comprometidos con los partidos, sino en los jóvenes en plural, los que se forman en las universidades y los que no tienen esa oportunidad, los embriones de las transformaciones desde propuestas, valoradas, ensayadas, comparadas en perspectiva…, una juventud que atiende el futuro que nace en su presente. Sin una juventud comprometida no se pude alcanzar las sociedades que demanda el porvenir, que hagan el “mundo más bonito que el nuestro.” La generación de la utopía heredó un mundo en transición, impulsó la democracia porque no les gustó la guerra, demandó la ley como edificio del Estado de Derecho, desveló las libertades y las garantías individuales para su transfiguración en Derechos Humanos, desacralizó la ciencia, alentó nuevas literaturas, creó nuevas poesías, enfrentó a las dictaduras militares… propició, con todas sus deficiencias, un mundo distinto.
Llegó el tiempo de reivindicar a esa generación que levantó nuevos impulsos donde no había nada. Es la hora de involucrarse para que los políticos y sus partidos, organizaciones no gubernamentales trabajen por y para el Pueblo y no para sí mismos. Regresarle a la política los valores y virtudes que le corresponden es deontología, compromiso que demanda el carácter de una sociedad participativa, que discuta con la acalorada pasión y emoción política, es decir, ser parte de la discusión de una sociedad democrática. No hay espacio, ni público ni privado, que separe la política de la vida compartida. Los valores remasterizados por la velocidad de la luz deben comprometer una nueva respuesta: no dejar la política en manos de los políticos. Una razón simple: no les pertenece; la política es de todos pero no pertenece a nadie. Los políticos elegidos con el voto ciudadano, nacen, crecen y se desarrollan desde los presupuestos que son el sístole y diástole de la economía que se activa desde los impuestos que todos pagamos y que se deben mostrar como buenas políticas públicas. Adenda: los políticos al morir heredan las fortunas a sus descendientes, no lo enteran al patrimonio social.
Las urnas son el símbolo de la esperanza, la divisa de los cambios, sin urnas ni esperanzas perdemos todo. Dilapidamos el buen futuro, inutilizamos el sentido de la historia, derrochamos la vida solidaria…, nos quieren heredar, un cielo sin palomas, un mar agónico, un monologo sin predicados ni preguntas, ciudades sin pueblo, jardines desérticos, alamedas de concreto, palabras sin significados… ¡no lo permitamos! Acudamos a votar con autonomía y libertad, es el inicio de un compromiso político, en el que el político es el ciudadano, no el oportunista. Esa es la utopía. Otorguemos razones a la vida compartida.