La crisis climática y ecológica actual exige una reestructuración radical de cómo vivimos y organizamos nuestras sociedades. Pero estos cambios urgentes, aunque complejos, no son en absoluto imposibles.
Algunos de ellos son sencillos, hermosos y beneficiosos para todos. Al ecologizar nuestras ciudades con árboles en las calles, parques urbanos y jardines comunitarios y en azoteas, podemos mantenernos frescos en medio del aumento de las temperaturas, revertir la erosión constante de la rica complejidad de la vida en la Tierra y fomentar la felicidad y la conexión social en el ínterin.
Es ampliamente sabido que la ecologización de los espacios urbanos ayuda a mejorar los microclimas citadinos. Gracias al calor generado por el tránsito y la actividad industrial, así como la propagación de edificios de concreto que atrapan el calor y que de manera constante han remplazado a las plantas, la temperatura del aire urbano a menudo es más alta que en medio ambientes rurales. Las ciudades más calientes obligan a los citadinos a optar por aires acondicionados en aras de mantenerse frescos, lo cual lleva al límite la demanda de energía y empeora el efecto de isla de calor urbana.
Las plantas pueden ayudar a enfriar las ciudades a través del agua que se evapora de sus hojas al exponerse a los rayos del sol, y por dar sombra a superficies que de otra manera habrían absorbido calor. Las investigaciones han descubierto que en un día soleado, un solo árbol saludable puede tener el poder de enfriamiento de más de diez unidades de aire acondicionado.
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Las plantas también ayudan a mantener a raya los contaminantes dañinos como las partículas microscópicas de materia mediante un proceso complejo conocido como sedimentación seca, en la cual las partículas penetran y quedan atrapadas en la cera o cutícula de las hojas. Aun cuando es crucial prohibir o por lo menos restringir el uso de vehículos en los centros de las ciudades, la ecologización en masa puede reducir todavía más la contaminación y mantener frescas las ciudades en los veranos cada vez más abrasadores que están por venir.
La ecologización urbana no solo ayudaría a disminuir los impactos del cambio climático y mejorar la calidad del aire. La evidencia de toda una gama de disciplinas ha descubiertos numerosos beneficios sociales, psicológicos y a la salud al exponer a los humanos a espacios verdes. Estos incluyen una reducción del estrés y la ansiedad, una mejora en la función cognitiva, riesgos menores de depresión y un bienestar general tanto mental como físico.
Otros han mostrado cómo el participar en jardinería comunitaria puede aumentar la cohesión social y los lazos sociales entre los participantes y la comunidad más amplia, además de proveer fuentes locales y asequibles de alimentos.
La práctica sanitaria preventiva japonesa del Shinrin-yoku, o “baño de bosque”, está modelado con base en un reconocimiento de los muchos beneficios de sumergirse en espacios naturales. No estamos seguros de por qué parecemos más felices y más sanos cuando estamos rodeados de nuestras formas de vida compañeras. Pero la universalidad y antigüedad de nuestra apreciación de la naturaleza sugiere que nuestra biofilia podría originarse en los millones de años que humanos y plantas pasaron coevolucionando en contacto estrecho los unos con las otras.
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Tal vez lo más importante sea que la ecologización y regresar a un estado natural a nuestras ciudades pueden ofrecer refugios vitales para la biodiversidad que desaparece rápidamente. Las actividades socioeconómicas humanas, en especial las de los ricos del mundo, han destruido hábitats naturales, consumido extensiones enormes de bosque, contaminado corrientes de agua y alterado los ritmos estacionales de los cuales depende la vida. En medio de la sexta extinción masiva, muchas especies se hallan cada vez más sin un lugar donde ir.
Regresar a un estado natural a las urbes puede ayudar a las comunidades y procesos naturales complejas que son esenciales para que florezca de nuevo toda la vida. Por ejemplo, establecer campos silvestres y comunidades de plantas y árboles nativos les de a los polinizadores y otros animales amenazados nuevos espacios donde prosperar, a la par que se crean espacios para reintroducir especies angulares, cuya presencia es crucial para conservar la diversidad del ecosistema.
Hacia un futuro próspero
La ecologización en masa y regresar a un estado natural a nuestras ciudades no es un ideal novedoso o abstracto. Ya sucede en muchos espacios urbanos alrededor del mundo. La alcaldesa de París tiene panes ambiciosos para ecologizar 100 hectáreas de la ciudad para 2020. Sadiq Khan, el alcalde de Londres, espera convertir a Londres en la primera “Ciudad Parque Nacional” del mundo mediante la plantación masiva de árboles y restauración de parques, ecologizando más de la mitad de la capital para 2050.
Singapur, una ciudad socia de la Red de Ciudades Biofílicas, es un ejemplo brillante de cómo incorporar la “naturaleza” en los diseños de edificios y ciudades. Por ejemplo, el Hotel Parkroyal on Pickering está cubierto de tupidas terrazas boscosas y jardines en techos que son habitados por insectos y aves locales.
Más ciudades necesitan seguir el ejemplo de estos diseños e iniciativas avanzados. Junto con estos esfuerzos, programas educativos, como la iniciativa Comunidad en Naturaleza de Singapur, también podrían ponerse en práctica para ayudar al público a aprender sobre, respetar y apreciar los espacios silvestres.
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Por supuesto la ecologización por sí misma no será suficiente para hacer frente a los retos sobrecogedores por venir. También necesitamos transformar fundamentalmente nuestras economías orientadas al crecimiento y reducir enormemente la desigualdad mundial. Pero darle algo de vida nueva a nuestras ciudades sería un gran comienzo. Y no beneficiaría solo a la gente, sino también, crucialmente, a otras especies. Este también es su hogar, y merecen un futuro más viable.
Heather Alberro es profesora asociada/candidata a doctorado en ecología política por la Universidad de Nottingham Trent, Reino Unido.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original.
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