El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Oaxaca concluyó la restauración de dos importantes estructuras en la Zona Arqueológica de Dainzú, mismas que habían resultado afectadas por el sismo del 7 de septiembre de 2017.
El organismo informó que el Templo Amarillo (un adoratorio ubicado en el llamado Conjunto B) y el Juego de Pelota, presentaron daños estructurales por el terremoto que sacudió la entidad y dejó más 80 personas muertas en el Istmo de Tehuantepec y unas 60 mil viviendas afectadas en aquella región.
El fenómeno natural también causó perjuicios en 130 inmuebles con valor histórico: 12 museos; 15 zonas arqueológicas; 85 templos, 12 espacios culturales y bibliotecas, así como seis construcciones históricas civiles.
Entre las afectaciones se encontraban los edificios antes mencionados en Dainzú, zona arqueológica ubicada en el Valle de Tlacolula.
“Una pequeña construcción hecha con adobe y piedra, presentó desprendimientos de material pétreo en un muro de su costado sur, justo donde se encuentra un nicho prehispánico que no reportó daño alguno”, destacó el Instituto.
El adoratorio tiene un frente que mira hacia un patio de orientación oriente-poniente y también cuenta con un pórtico compuesto por dos columnas cilíndricas monolíticas (al estilo de Monte Albán), precisó.
Y agregó que el edificio, que en algún momento de su historia estuvo pintado de amarillo ocre —lo que pudo haberle otorgado un significado religioso—, en una primera fase de atención atravesó por un registro gráfico y fotográfico a cargo de especialistas del Centro INAH Oaxaca, quienes luego procedieron a reponer los elementos arquitectónicos faltantes.
Para dicha labor, los expertos emplearon una mezcla de cal, arena, agua y baba de nopal, con la finalidad de usar los mismos materiales con los que fue construida esa ciudad prehispánica.
En el Juego de Pelota, estructura con una orientación este-oeste, erigida en forma de ‘I latina o doble T’, similar a las localizadas en las zonas arqueológicas de Monte Albán y Yagul, los daños fueron grietas y fisuras a lo largo y ancho del muro oeste del paramento sur.
El paramento restaurado ostenta una disposición arquitectónica a manera de escalones, cuya función principal es darle estabilidad al elemento y recibir un aplanado de estuco con el cual se forma una superficie inclinada.
Debido a la complejidad de los daños, el bien cultural requirió de un estudio de su sistema constructivo, a fin de establecer una estrategia de restauración que garantizara la estabilidad estructural y arquitectónica del muro referido. Tal proceso incluyó el registro mediante dibujos y fotografías digitales de muros y piedras, así como la numeración de cada una de éstas, con el objetivo de facilitar su reubicación y tener un control preciso de ellas.
Para tener un trabajo más organizado, esta área del Juego de Pelota se intervino por secciones: explorando a profundad las grietas y fisuras con la finalidad de verificar si el daño era superficial, o si el paramento tenía mayor deterioro.
Lo anterior implicó el retiro de los segmentos del muro afectados por grietas e incluso del relleno constructivo, el cual consistía en sedimentos (tierra suelta) que no estaban consolidados con ningún tipo de argamasa o material cementante y, por lo mismo, presentaban una gran concentración de humedad sin ningún tipo de bloques de adobe o piedras dentro.
En vista de ello, se tomó la decisión de sustituir dichos sedimentos con un relleno mejorado y compactado —mezcla de tierra cernida, fibra vegetal, baba de nopal y cal apagada— que dotará de estabilidad estructural al edificio.
Dainzú es una ciudad imponente que fue construida adosada a un cerro. En los tiempos de su esplendor (600 a.C.-1200 d.C.) tuvo una entrada principal a un costado del ahora llamado río Salado, en el Valle de Tlacolula. Los arqueólogos atribuyen a esta población las terrazas y representaciones gráfico-rupestres, hechas en todo el cerro Danush y ubicadas al norte del área nuclear del asentamiento prehispánico.
En Dainzú, la sencillez de los trazos arquitectónicos y la generosa amplitud de los espacios abiertos y plazas, son vestigios de una convivencia popular abierta y cívica. Espacios únicos como el Conjunto A, adyacente a un cerro natural y que luce una fachada decorada con grandes bloques de piedra, labrados con diseños de jugadores de pelota, a la par que cuartos con pisos de estucos superpuestos e incluso diversas tumbas, que lo distinguen de los demás sitios arqueológicos del Valle de Oaxaca.
Durante su etapa urbana, Dainzú funcionó como una comunidad de segundo rango dentro del sistema económico, político y religioso que dominaba Monte Albán; su ocupación más antigua se calcula en el periodo fechado entre los años 600 y 500 a.C.