En 20 años el Vive Latino ha cambiado. El número de asistentes creció, igual que el precio del boleto: el primero costó 180 pesos.
Este sábado 16 de marzo, 90 mil personas cantaron, brincaron y lloraron en la vigésima edición del Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino.
Los escenarios aumentaron: pasaron de dos a cuatro y dos carpas, este año se agregaron funciones de lucha libre, y desde hace tres años existe la zona llamada El Parque, para que quienes vayan con niños.
Lo que no ha cambiado –pero sí evolucionado– es su gente. Fieles a sus bandas y gustosos de disfrutar el ambiente del Vive, solos, con amigos o ahora con pareja e hijos disfrutaron de 12 horas de música.
Estos son algunos de los rostros e historias que durante 20 años han dado vida al Vive Latino.
Ana
Hace 10 años, Ana asistió a su primer Vive Latino, hoy regresa porque están los clásicos Caifanes, Fobia, pero también hay nuevas bandas. Y porque viene a cerrar un ciclo.
“Aquí conocí al examor de mi vida, que yo creí, pero ya no estamos juntos. Entonces es como un nuevo regresar, un aquí acabo y aquí vuelvo a iniciar. Vengo con mi prima, aquí estamos las dos reiniciando nuestra historia en un Vive Latino”.
Ana ahorró dos años para volver los dos días de festival.

Karina
Karina recuerda cómo fue el primer Vive: “un desastre”. Eran dos escenarios y las bandas se “hacían bolas” en los cambios entre una y otra.
Ha asistido a 18 ediciones. Ella conservó el boleto de ese Vive de 1998 y logró adquirir el bono para ambos días por solo 180 pesos, lo que costó la entrada hace dos décadas.
“Cuando yo vine al primer Vive era estudiante, entonces no había lana, no te podías echar una chela, vine con compañeros del Bachilleres y ahora que hicieron la promoción de que si tenías tu boleto podías regresar, algunos compañeros que aún tenían sus boletos nos buscamos para volver a venir”.
Desde hace dos años, Karina usa una prótesis en su pierna derecha. La distancia entre los escenarios y la cantidad de gente hace que su estancia en el Vive sea más complicada, pese a eso lo disfruta.
“Antes que venía era más fácil todo, ahora es mucho más difícil, pero me la estoy pasando bien. Mientras sigan viniendo bandas que me agranden seguiré viniendo”.

Ginn
En 2011, Ginn asistió a su primer festival, entonces lo hizo para ver a la banda de un amigo suyo. Ella se dedica a la industria del rock, tiene amigos en varias bandas. A los 20 años no viene sola, la acompaña su hijo, para quien éste será su primer festival.
“Traje a mi niño a vera LP que es súper fan, le prometí traerlo y aquí estamos. Él ya tiene tres años y ya le empieza a gustar la música. He venido otras veces, me gusta mucho y pues ahora disfrutarlo con mi hijo es una experiencia muy padre”.

Elsa y Javier
Para esta pareja el Vive es parte de su historia familiar. “Tenemos viniendo al Vive como unos 8 o 10 años. Este es el primer año que venimos con Eloisa, nuestra bebé de un año”, dice Elsa.
“El vive para nosotros ha representado la unión de los dos, aquí fuimos pareja y ahorita que ya tenemos a Eloisa decidimos traerla en su primer año”, agrega Javier, quien carga a su pequeña.
“Tenemos muy buenos recuerdos del Vive y queremos que ella viva la experiencia, ha estado muy divertida. Nos gustan las bandas clásicas, de nuestros años”, dice Elsa cuya principal anécdota del festival es llorar y llorar en el reencuentro de Caifanes en 2011.

Adriana
Sola o acompañada, Adriana disfruta del Vive, porque conoce gente, y nueva música, como la que escucha su hija adolescente.
“He venido cinco veces, me perdí los primeros años por ser mamá. Me gusta venir aunque sea sola porque el ambiente está rico.
“Vine a este Vive porque quiero conocer a las nuevas bandas, tengo una hija adolescente y quiero saber qué grupos le gustan. Hoy vine por Caifanes, Fobia, Bunbury, a mí me gusta toda la música”, cuenta.
Su anécdota más recordada: “Una vez vine con mi hija y su amigo y me dejaron sola todo el Vive Latino hasta las 3 de la mañana que los tuve que buscar. Yo solita me la pasé bien”.

Alejandra
El Vive le dejó a Alejandra el mejor show que ha visto en su vida: el de las Víctimas del doctor cerebro en 2006. Esta asidua asistente – ha ido a 9 festivales – ahora trae a su hijo.
“Este es mi noveno Vive, tenía 6 años de no venir, ahora traigo a mi hijo de 11 años que me salió rockero. Vengo por Fobia y Caifanes, él viene por Fobia, Jumbo, División Minúscula, por Hello Seahorse.
“Mi hijo me pide venir al Vive, pero me había esperado por la edad, porque no es fácil traerlo, desde muy chico quería venir al Vive. Quiere ver a los Auténticos Decadentes que no le ha tocado”.

Mónica y Alfredo
Mónica vivía en Chihuahua, muy lejos del Vive. No pudo ir al primero, pero desde que vive en la Ciudad de México no se lo pierde, ha asistido a tres, aunque dice ser fan del festival las anécdotas que más recuerda no son las más alegres.
“A mi pura tragedia me ha pasado en el Vive: me torcí el pie una vez, otra me robaron el celular, pero aún así sigo viniendo”, dice riendo.
Este año viene con su novio, Alfredo.
“Desde el primer festival siempre había querido venir, lo disfruto muchísimo. Vine a ver a LP porque es lo que más esperaba. Mi novio Alfredo viene cada año desde los últimos cuatro años. A él le gusta más lo clásico, Café Tacvba, Caifanes”.
Alfredo también se perdió las primeras ediciones del festival, “siempre quise venir pero siempre lo dejaba a la mera hora pero nunca conseguía boletos. “Hasta hace como 5 años dije ‘no se casen, no se mueran yo voy a ir al Vive’ y a partir de ahí he venido todos los años y soy súper fan”.

Mario
Las bandas clásicas, las que han marcado la historia del Vive son las que atrajeron a Mario este año. Ya perdió la cuenta de cuántas veces a cantado en un Vive.
“Vine a los primeros, interrumpí algunas, de 20 he venido a unas 12 o 13. Vengo porque como son los 20 años hay muchas bandas que están repitiendo, y son las que han hecho la historia del Vive”, cuenta.
