En 1986, cuando se registraron nuevos brotes de sarampión, Roald Dahl, el difunto autor de “Charlie y la fábrica de chocolate”, escribió un ensayo en el que describe la muerte de su hija a resultas de esta peligrosa enfermedad viral.
El sarampión ha regresado a Estados Unidos. A pesar de que declaró erradicada la enfermedad en el año 2000, ese país registró la segunda tasa de incidencia más elevada en 2018. Y la causa se atribuye a la falsa creencia de que el sarampión es relativamente benigno comparado con los riesgos que conlleva la vacuna MMR [sarampión, paperas y rubéola].
En entrevista con Newsweek, el profesor William Moss, especialista en epidemiología e inmunología de la Escuela de Salud Pública Bloomberg, en la Universidad Johns Hopkins, comentó lo siguiente: “El ánimo antivacunas, o la renuencia a vacunar, abarca una variedad de creencias personales y sociales que pueden resumirse en los argumentos de que el sarampión no es peligroso o no tiene riesgos, que la vacuna contra el sarampión es potencialmente dañina, y también en la desconfianza que causa el sistema para administrar vacunas. Pero la realidad es que el sarampión puede causar la muerte o una discapacidad grave, y la vacuna es muy segura”.
La omisión de vacunas amenaza lo que se conoce como inmunidad de rebaño [o de grupo] y amenaza las vidas de individuos vulnerables. La “inmunidad de rebaño” no solo incluye al individuo vacunado que queda protegido contra alguna enfermedad, sino también a quienes no es posible inmunizar con seguridad, como es el caso de los recién nacidos o los niños con cáncer. Y si la tasa de vacunación MMR cae por debajo de 90 por ciento en una población determinada, esto puede dar origen a brotes de sarampión.
Las complicaciones potenciales de la enfermedad incluyen neumonía -la causa de muerte más común en los niños infectados por el virus-, así como encefalitis: una inflamación del cerebro que puede ocasionar sordera y discapacidades intelectuales.
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Dahl se erigió en defensor de la vacuna contra el sarampión a raíz de que la enfermedad mató a su hija, Olivia, en 1962.
La misiva de Dahl (a continuación), titulada “Sarampión: una enfermedad peligrosa”, fue publicada en The Encephalitis Society:
“Olivia, mi hija mayor, tenía siete años cuando se contagió de sarampión. Recuerdo que solía leer para ella mientras estuvo en cama y nunca me sentí especialmente alarmado conforme la enfermedad seguía su curso habitual. Una mañana, cuando parecía estar próxima a recuperarse, me senté en su cama para enseñarle a formar animalitos con limpiapipas de colores, pero cuando fue su turno de hacer uno, noté que sus dedos y su mente no estaban coordinados y no logró formar algo.
“¿Te sientes bien?”, le pregunté.
“Tengo mucho sueño”, respondió.
Una hora después, estaba inconsciente. Murió 12 horas más tarde.
La enfermedad había degenerado en un cosa terrible conocida como encefalitis por sarampión y los médicos nada pudieron hacer para salvarla. Esto ocurrió hace veinticuatro años, en 1962, pero si un niño con sarampión presentara ahora esa misma complicación mortal, los médicos nada podrían hacer para salvarlo.
Por otro lado, los padres de hoy pueden asegurarse de que no ocurra esta tragedia con alguno de sus hijos. Tienen la posibilidad de inmunizar a los niños contra el sarampión. No pude hacerlo por Olivia en 1962 porque, en aquellos días, no se había descubierto una vacuna confiable contra el sarampión. Todas las familias disponen hoy de una vacuna eficaz y segura, y lo único que tienen que hacer es pedir a su médico que la administre.
Todavía no se acepta universalmente que el sarampión puede ser una enfermedad peligrosa. Pero créanme, lo es. En mi opinión, los padres que se niegan a inmunizar a sus hijos están poniendo en riesgo las vidas de esos niños. En Estados Unidos, donde la inmunización contra el sarampión es obligatoria, la enfermedad ha sido virtualmente erradicada, igual que la viruela.
Pero aquí, en Gran Bretaña, debido a que muchos padres se niegan a inmunizar a sus hijos, bien sea por obstinación, por ignorancia o por temor, cada año tenemos cien mil de casos de sarampión. De ellos, más de 10,000 presentarán secuelas de uno u otro tipo. Al menos 10,000 desarrollarán infecciones de oído o pulmones. Y cerca de 20,000 morirán.
ASIMILEMOS ESTAS CIFRAS.
Cada año, alrededor de 20 niños británicos morirán a resultas del sarampión.
¿Y cuáles son los riesgos que podrían correr sus hijos con la inmunización?
Son casi inexistentes. Presten atención. En un distrito con 300,000 habitantes, solo un niño presentará efectos colaterales graves debidos a la inmunización contra el sarampión, ¡cada 250 años! La probabilidad es de uno en un millón. Piensen que hay más probabilidades de que su hijo muera atragantado con una barra de chocolate que de enfermar gravemente a consecuencia de la vacuna contra el sarampión.
Entonces, ¿por qué se preocupan tanto? Es casi criminal que no vacunen a su hijo.
El momento idóneo para administrar la vacuna es a los 13 meses de edad, pero nunca es demasiado tarde. Todos los escolares que aún no hayan sido vacunados contra el sarampión debieran implorar a sus padres que hagan disposiciones para inmunizarlos lo antes posible.
De manera deliberada, dediqué a Olivia dos de mis libros. El primero fue “James y el durazno gigante”. Lo escribí cuando aún vivía. El segundo fue “El buen amigo gigante”, dedicado a su recuerdo después que falleciera debido al sarampión. Verás su nombre al principio de cada uno de estos libros. Y yo sé cuán feliz habría estado de saber que, con su muerte, ayudó a evitar que muchos otros niños enfermaran y murieran.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek