La muerte en Oaxaca huele a frutas, flores, mole, pan, mezcal y copal, tiene un aroma a mercado de noviembre.
En Zaachila, población zapoteca ubicada al poniente de la capital, la vendimia comenzó este 30 de octubre. Los puestos son tan variados como los productos que habrán de ser ofrendados al padre, madre, abuelos, tíos, hermanos o hijos que han marchado.
En el altar es indispensable el cempaxúchitl, la borla, el chocolate, pan, mole con guajolote, guayaba, mandarina, nuez y cacahuate.
La tradición de venerar a los muertos tiene un pasado prehispánico. En Oaxaca aún se preservan los vestigios de Mitla, que por su traducción del náhuatl al español significa “ciudad de los muertos”.
El centro ceremonial que floreció entre 1200 y hasta la llegada de los españoles, era visitado por los gobernantes de la nación zapoteca, incluida Zaachila, que a la caída de Monte Albán, concentró el poder político.
En esta ciudad habitaba la jerarquía religiosa de esa cultura prehispánica, el más importante de todos: el “Huiatol” (que todo lo ve), indica el director del centro arqueológico Mitla, Leobardo Daniel Pacheco Arias.
En entrevista, apunta que la adoración a Pitao Beezeelao (dios del inframundo) y su esposa Xonaxi Quecuya, mantenía religiosa, política y económicamente a Mitla o en zapoteco, Lyobaa (lugar de las tumbas), como uno de los lugares más importantes.
Los jerarcas religiosos realizaban sacrificios y resguardaban en dos tumbas (hasta el momento existentes), los restos mortuorios de los gobernantes zapotecas de distintos pueblos como Macuilxóchitl, Dainzú, Zaachila.
A la llegada de los españoles, el culto a los “falsos dioses” fue prohibido, así como la celebración con ofrendas que cada noviembre —como en la actualidad— celebraban los zapotecas para sus muertos.
Sin embargo, la tradición continúa siglos después. En algunos lugares de la Sierra Norte, asegura el antropólogo, las personas tienen la creencia que sus muertos vuelven desde Mitla, montados en un chapulín a sus poblaciones de origen.
El culto a la muerte y principalmente a los ancestros, como una celebración que conecta las personas con el inframundo, se mantiene en la entidad y en gran parte del país, como una de las más importantes que inicia con la vendimia del día de plaza previo al primero de noviembre.