Los plásticos y “redes fantasmas” se han convertido en una amenaza latente para la fauna marina. La muerte de más de 300 tortugas ocurrida frente a las costas de Oaxaca, provocada por el ahogamiento al quedar atrapadas en redes de pescadores ribereños es el síntoma más álgido, sin embargo, estos animales enfrentan también la presencia de plásticos en el mar.
El investigador del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) Unidad Oaxaca, Gustavo Hinojosa Arango, advierte que las bolsas plásticas son confundidas por las tortugas con medusas, su principal fuente de alimentación.
Por lo que, apunta, estos animales que han existido durante millones de años en nuestro planeta, ingieren ese tipo de productos y registran daños o bloqueo de su tracto digestivo, lo que las puede llevar a la muerte.
A lo largo de 10 meses del proyecto para la “Localización de áreas de alimentación de tortugas marinas frente a las principales playas anidación en la costa sureste del Pacífico Mexicano”, que desarrolla con otros investigadores, el integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ha documentado también la presencia de basura y el daño a la fauna marina.
Señala que en los recorridos efectuados por alrededor de 40 kilómetros a una distancia de cinco y 10 kilómetros mar adentro de la costa oaxaqueña, han sido encontradas tortugas mutiladas debido a plásticos que se enredan en sus aletas, cortando la circulación, así como de otras enredadas en basura. Y muestra la imagen de una golfina con hilos de un costal que se enrolla en su cuerpo, para ilustrar la problemática.
El doctor en Ecología por “The Queens University of Belfast”, institución ubicada en Irlanda del Norte, asegura que es fundamental que la humanidad tome conciencia sobre el impacto que representa carecer de un adecuado manejo de desechos.
“Una botella de pet que una persona tira en la ciudad, puede llegar al mar arrastrada por la corriente de un río y convertirse en una amenaza para los animales. Nuestras acciones en determinada parte del mundo, tienden a repercutir en otro que puede estar a cientos de kilómetros”, sostiene.
Y abunda que no solo se trata del espacio, sino también de la temporalidad, porque el daño puede o no ser inmediato, ya que los plásticos y otros materiales pueden tardar cientos de años en degradarse.
Como parte de su trabajo, lleva a cabo la geolocalización de los sitios en los que las tortugas realizan rituales de cortejo, apareamiento y alimentación en la zona marítima ubicada entre Puerto Escondido y Morro Ayuta, en el Pacífico oaxaqueño.
Además de identificar los alimentos que consumen los quelonios (entre ellos medusas, peces y crustáceos), el investigador y sus estudiantes también realiza el registro de individuos en las zonas de apareamiento –hasta el momento ha georeferenciado dos mil tortugas golfinas, dos prietas (o verdes) y dos carey—.
Con esta información y con datos ambientales, indica, se está construyendo el Sistema de Información Geográfica para construir mapas que en un futuro pueden ayudar para la planificación de acciones de manejo y conservación.
Lo anterior permitirá, asegura, entender y atender la conservación marina de las especies, debido a que alrededor del 95 por ciento de los trabajos de preservación se efectúan en zonas de playa, por lo que resulta fundamental adentrarse al mar.
Mediante los resultados de su trabajo –actualmente en etapa de muestreo de campo y creación de bases de datos—se podrán establecer estrategias tomando en cuenta a pescadores y prestadores de servicios turísticos, los cuales tienen que formar parte de las acciones que pueden ser implementadas. Algunas de las cuales pueden ser la creación de áreas naturales, vedas temporales en determinadas zonas, o bien, el cierre temporal de determinados espacios, varias de las cuales serían compatibles con actividades productivas como el ecoturísmo.