En esta ciudad fronteriza se han comenzado a gestar proyectos culturales y comerciales con la esperanza de cambiar un entorno antaño sumido en la violencia.
TIJUANA, B. C.— Es un día nublado y las gaviotas revolotean sobre la frontera de los 3,000 kilómetros que separan a México y Estados Unidos. Las aves tienen un lugar predilecto para observar: la barda de fierro que termina en el océano, en el área conocida como Las Playas de Tijuana.
Del lado estadounidense se ve, a la distancia, a tres hombres montando a caballo. Al tener visible el letrero “No trespassing” dan vuelta y retornan a la ciudad naval.
Del lado mexicano, en cambio, hay grupos en vivo tocando música banda junto a la barda fronteriza. El estruendo es tal, que en los restaurantes colindantes al muro es difícil dialogar.
Los músicos portan vestimenta colorida y tocan junto a un letrero que cuelga en medio de la reja fronteriza. En este se lee: “We do care” (A nosotros sí nos importa). Es la respuesta al controvertido “I don’t really care” (Realmente, no me importa), la frase que portó en su chaqueta la primera dama Melania Trump el pasado 21 de junio. Ese jueves acudió a la frontera sur de Estados Unidos a visitar un albergue donde permanecen niños inmigrantes recluidos sin sus padres y la imagen que capturó el vistoso mensaje que portaba sobre su espalda se difundió masivamente por las redes sociales.
Entre los visitantes que recorren la frontera está Gonzalo Cortez. Desde hace diez años el hombre originario de Nayarit vive en San Diego. Trabaja en un casino y cada semana acude a Tijuana a visitar a su familia.
La mañana del pasado domingo 1 de julio le tomó dos horas cruzar la frontera. Esta vez no lo hizo para hacer su tradicional visita familiar, sino para acudir a votar y participar en la elección del nuevo presidente de México.
“Si la gente tuviera trabajo acá [en México], no habría necesidad de migrar y evitaríamos vivir el sufrimiento de separarnos de nuestras familias”, se lamenta. Pero hay algo que le pesa más. Como Gonzalo tiene la doble nacionalidad, confiesa que en noviembre de 2016 otorgó su voto a Donald Trump “porque yo estoy en contra del aborto y de la legalización de la marihuana”. Hoy repara que llevarlo al poder ha sido contraproducente: “El resultado es peor, las cosas acá están muy complicadas con este presidente”.
La noche del domingo 1 de julio, en su primer discurso tras ser reconocido por sus principales oponentes políticos como el ganador de la contienda presidencial en México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) destacó su interés por fortalecer los nexos entre México y Estados Unidos:
“Con el gobierno de Estados Unidos de América buscaremos una relación de amistad y de cooperación para el desarrollo, siempre fincada en el respeto mutuo y en la defensa de nuestros paisanos migrantes que viven y trabajan honradamente en ese país”.
Un día después, en su primera conferencia de prensa con los medios, López Obrador informó que había sostenido una conversación telefónica de media hora con el presidente Trump. En esta le propuso explorar un acuerdo integral entre las naciones fronterizas, así como proyectos de desarrollo que puedan generar empleos en territorio mexicano para así “reducir la migración y mejorar la seguridad”.
Estos primeros acercamientos entre AMLO y Trump tienen lugar en un contexto en el que el tema migratorio acarrea problemáticas añejas y complejas.
Pedro Ríos, miembro de la coalición Consorcio Pro Migrantes, en San Diego, considera que las recientes políticas gubernamentales por parte de Estados Unidos han limitado los derechos de los migrantes hasta llegar a ignorar acuerdos internacionales.
El integrante de la coalición conformada por más de 15 organizaciones que apoyan a comunidades migrantes con el objetivo de mejorar las políticas gubernamentales fronterizas observa: “[En Estados Unidos] se sienten con más libertad de no respetar los derechos que tienen los migrantes aunque sean documentados o tengan la residencia permanente”. Además, el también presidente del Comité de Amigos Americanos, agrega que se ha secuestrado “el derecho del asilo político para asegurar que los congresistas voten por más fondos para construir la extensión del muro”.
Cómo se replanteen los polémicos temas de migración y frontera en la nueva era de los gobiernos de AMLO y Trump está aún por verse.
PROTESTA Y ESPERANZA
Desde la zona más abandonada de Tijuana, conocida como Las Torres, donde se encuentran las grandes maquilas y no hay pavimento, sino tierra que se levanta con el viento, se observan los ocho prototipos de muro construidos en 2017. En tierra mexicana es fácil ver los retazos de muro de 10 metros de alto, hechos de acero y concreto, mientras que, desde San Diego, la protección fronteriza limita el paso a cualquier persona no autorizada.
Trabajadores de seis diferentes compañías dedicaron un mes a la edificación de los prototipos diseñados para detener el tráfico de migrantes sin documentación válida para entrar en Estados Unidos. Los empleados, quienes a diario acuden a trabajar en las maquilas, no se acostumbran a este escenario diseñado de barrotes e imperantes bardas de colores del otro lado.
“Que los quemen todos”, expresó Javier Reyna, uno de los trabajadores, adulto mayor, quien fue deportado de Estados Unidos y separado de su familia. “Imagínate lo que es para mí ver diariamente estos prototipos —agrega—. Siento horrible. Me da coraje”.
El contraste no puede ser tan abismal. Desde Tijuana, la corta y ligera reja, construida en 1994, es el lienzo de muralistas que buscan reunir a estas dos naciones a través del arte.
Tal es el caso de Enrique Chiu quien, luego de que Trump llegó a la presidencia, inició un proyecto más ambicioso: pintar más de 900 kilómetros de barda fronteriza con murales.
Las pinturas con mensajes aguerridos parecen gritar arduamente a los amenazantes retazos de prototipos para la construcción de la extensión de muro fronterizo. “No Walls”, se lee en uno de los murales de Chiu.
En territorio tijuanense estas demandas son visibles para todos, pero pocos estadounidenses están conscientes de que existen.
Derrik Chinn, un joven oriundo de Ohio, considera necesario mostrar esta realidad a un público que ignora la históricamente ríspida relación bilateral.
Derrik se mudó a Tijuana hace 11 años para estudiar la historia de la ciudad desde su fundación. Hace nueve años inició el proyecto Turista Libre con el contundente objetivo de mostrar a los ciudadanos estadounidenses la versión mexicana de una historia que poco se difunde.
A pesar de ser anunciado como un tour, dirigido a personas que visitan esta ciudad fronteriza, Derrik lo considera un intercambio cultural que dura seis horas, donde muestra los puntos y escenarios más representativos de Tijuana. La parada más esperada es el lugar donde se alcanzan a ver los prototipos del muro que pretende extender el presidente Trump a lo largo de la frontera.
“El primer sentimiento que tienen los turistas al observar los prototipos del otro lado del muro es repugnancia. Muchos experimentan distintas reacciones como furia, tristeza y pena, algunos han llegado a derramar lágrimas al observar esto”, relata Derrik.
Otro de los lugares que muestra en el recorrido es la pintoresca escultura de “La mona”, de Armando Muñoz García. La mujer de 16 metros de alto pintada de blanco, con una mano apuntando al cielo y la otra sobre el corazón, fue construida en 1989 para celebrar el primer centenario de la joven capital bajacaliforniana en representación de la aguerrida mujer tijuanense.
No lejos de “La mona” encontramos a Montserrat Bermúdez. La tijuanense de 28 años de edad, que tiene concluidos sus estudios de preparatoria y ha tenido trabajos esporádicos como cajera y agente de ventas, está contenta porque acaba de encontrar un nuevo empleo como recepcionista.
“A mí no me llama la atención migrar a Estados Unidos, aunque sé que las oportunidades son buenas”, comenta. Reconoce que allá “es difícil prosperar en ese estilo de vida, tienen más estabilidad económica, pero no paran de trabajar, no tienen un balance. En mí no cabe el sueño americano. Prefiero irme a Puerto Vallarta, migraría a otro lugar en mi país”.
Por primera vez en varios años, la joven tijuanense ha salido a tomar unas cervezas en un bar de la calle Revolución con una amiga para celebrar que tiene un nuevo trabajo. “Me siento segura, siempre hay movimiento, no es como hace unos años cuando solo podíamos ver a nuestros amigos en casas y no salíamos a bares”, dice.
La chica de sonrisa afable y cabello teñido de un tono azul eléctrico se reconforta al pensar que pueden venir nuevos tiempos políticos y sociales para el país donde quiere seguir haciendo su vida. Pero qué vendrá con el nuevo líder que gobernará México es aún una incógnita.
“Una parte de mí ya sabía que iba a ganar él. Creo que Andrés Manuel no va a ser peor que el presidente actual, pero nos tiene que demostrar que México tomó la decisión correcta”.
El movimiento en el centro de Tijuana es evidente. En esta ciudad han comenzado a gestarse nuevos proyectos culturales y comerciales que han devuelto la esperanza a quienes pretenden cambiar el entorno social de un lugar que por años se hundió en la violencia provocada por el crimen organizado.
En fechas recientes la banda Liquits tocó en el icónico bar de la avenida Revolución Black Box —donde el movimiento del rocanrol surgió desde hace un par de décadas y representa el semillero de la música local, nacional y binacional—. Rodrigo Velázquez, vocalista del reconocido grupo de rock mexicano, expresó la importancia artística que tiene Tijuana para bandas como Liquits.
“Para nosotros Tijuana siempre ha sido especial, representa el ombligo de la cultura y la música. Es donde se conjuntan estilos de diferentes partes del mundo, es una ciudad cosmopolita, en cada esquina hay arte y propuestas, la gente está rodeada de todo lo que llega de todas partes”, dice el cantante a Newsweek en español.
A unas cuadras del bar Black Box hay una nueva propuesta de cafetería: el Container Coffee Roaster, donde el tijuanense Alexis Aceves ofrece bebidas como cacao puro. Conocida como “el Ferrari de las máquinas de café”, Marzocco es el equipamiento con el que cuenta esta cafetería para preparar expresos. De igual forma, cuenta con un tostador Probat de los que únicamente hay tres en todo México.
“Ha habido un auge muy grande de cafeterías —cuenta Alexis—, hubo una inversión mayor y los clientes que exigían mejor calidad en sus bebidas”, explica Alexis, quien trabaja en Container desde el inicio del proyecto.
Al día, entran cuatro baristas de diferentes lugares, ya sea de diversas regiones de México o de Estados Unidos. Sus clientes son abogados, doctores y parejas. El perfil de su clientela es de un nivel económico alto.
“Hace seis años, después de que cerraron varias cafeterías en Tijuana por la violencia, abrir este proyecto con esta magnitud fue un logro, esta inversión comercial no hubiera sido posible hace unos años”, revela.
Alexis votó por Andrés Manuel López Obrador y reconoce que es alguien que representa un cambio para México; sin embargo, aún se muestra dudoso con respecto a qué tan importante será esa transformación que tanto promete el mandatario que tomará posesión el 1 de diciembre:
“Vivimos en México y estamos acostumbrados a que los políticos hagan promesas y no las cumplan. Por eso tengo mis reservas”. Pero muestra entusiasmo al rematar: “Aunque sí creo que las cosas en el país se van a transformar”.
VIOLENTA REALIDAD
Artistas utilizan formas de protesta pacífica para mostrar el descontento respecto al trato que se le da a los migrantes. Un proyecto llamado “Hormiguero” pone el arte para contribuir a la inclusión social.
En sus diseños de playeras se leen frases como “Malandro retirado” o “La ignorancia genera delincuencia”. Las frases muestran problemáticas a las que una aguerrida ciudad ha hecho frente, y que es habitada por personas que muchas veces no son ni de aquí ni de allá: la población flotante viene del sur, del norte, del Caribe y se refugia en esta particular frontera.
El 60 por ciento de las 50,000 personas que cruzan diariamente la frontera a Estados Unidos vive en Tijuana, lo que da como resultado una ciudad con economía fuerte y boyante.
Pero el renacer de la aguerrida Tijuana aún no es una completa realidad. La violencia ha migrado hacia otros escenarios peligrosos, que no han impactado el tejido social.
Gonzalo Manrique, coordinador de la maestría de Políticas Públicas de la Universidad Iberoamericana de Tijuana, considera que lo que la ciudad está viviendo es una “digitalización del narcotráfico”.
“El narco ya perdió el respeto. Antes pedía permiso, ahora impone hasta a sus candidatos”, advierte el académico. “Lo que estamos viendo es la muerte de la cadena productiva del narco. Ya no opera como antes, ahora es una digitalización en donde el pago es en especie”.
El pasado 5 de junio la cifra de homicidios en Tijuana alcanzó el millar en lo que va de 2018, y de acuerdo con reportes de la fiscalía del estado el 80 por ciento de los casos están relacionados con la venta y compra de droga.
El regidor independiente de Tijuana, Roberto José Quijano Sosa, quien fue presidente de la Coparmex, explica a este semanario que el problema de la violencia y el alza en el número de homicidios es consecuencia del ajuste de cuentas entre narcotraficantes, dada la gran cantidad de armas que ingresan de Estados Unidos por Tijuana. Además, dice, no ayuda que la portación de arma de fuego ya no se castiga con prisión preventiva.
“No hay capacidad institucional para la prevención de la delincuencia, aunado a la migración y la falta de reacción de la procuradurías”, explica en entrevista con Newsweek en español. Y agrega: “El problema no es la población que migra del sur, sino los deportados del norte que llegan a Tijuana sin tener donde dormir y que se unen al crimen organizado”.
La sociedad se ha acostumbrado a vivir con la violencia y la línea entre autoridades y narcotraficantes es a veces indivisible.
Por ello la académica del Instituto Mora especialista en migración, Leticia Calderón, advierte que cualquier propuesta migratoria que haga el nuevo gobierno de México debe gestarse desde una perspectiva regional y no únicamente nacional.
“No se puede analizar el tema migratorio de manera aislada, se tiene que considerar el cambio demográfico que impactará en la siguiente década, habrá menos jóvenes y, por tanto, se reducirán los flujos migratorios, lo que permitirá negociar de forma distinta con Estados Unidos. Aquí es donde entra la necesidad de voltear a Centroamérica. No sirve de nada decir que los mexicanos ya no van a migrar si los centroamericanos siguen migrando por México”, sostiene.
Tijuana es considerada la capital de la movilidad humana. En su identidad fluctúa el eterno migrante, que como llega se va. El continuo movimiento revitaliza y colorea esta ciudad, en donde se ejemplifica la tensa relación bilateral en la frontera con mayores contrastes del mundo. La misma que hoy alberga un aguerrido renacimiento.