Varios científicos han desentrañado la conexión entre la comida y el placer en un estudio donde desactivaron el antojo de azúcar en ratones.
El equipo del Laboratorio Zuckerman de la Universidad de Columbia pudo desactivar el placer que los ratones obtenían al consumir alimentos azucarados mediante la manipulación de las neuronas en una parte del cerebro que se hace cargo de las emociones. Y aunque los ratones y los seres humanos son bastante distintos entre sí, los autores piensan que el estudio podría abrir el camino a nuevos tratamientos para la obesidad y los trastornos de la alimentación, como la anorexia.
Anteriormente, el equipo mostró que varias células especiales de la lengua envían señales a partes específicas del cerebro, las cuales detectan si una sustancia es dulce, amarga, salada, ácida o umami. Esto desencadena la respuesta correspondiente en el cuerpo, como placer o disgusto.
En su estudio más reciente, los investigadores se centraron en la forma en que la amígdala procesa los sabores dulce y amargo, y encontraron que distintas partes de esta región del cerebro están programadas especialmente para determinar distintos sabores y trabajar juntas con la corteza del gusto.
El Dr. Li Wang, científico de investigación posdoctoral del laboratorio Zuker , perteneciente al Instituto Zuckerman, y primer autor del estudio, publicado en la revista Nature dijo en una declaración: “La distinción entre las regiones que detectan los sabores dulce y amargo en la corteza del gusto y en la amígdala significa que podemos manipular independientemente esas regiones cerebrales y supervisar cualesquier cambios resultantes en la conducta”.
En los ratones, los investigadores activaron y desactivaron las partes de la amígdala que procesan los sabores dulce y amargo. Cuando activaron la conexión con el sabor dulce, los ratones reaccionaron al agua como si fuera azúcar. Al manipular otras conexiones en la amígdala, hicieron que el sabor dulce fuera desagradable y que el sabor amargo resultara atractivo.
Y cuando activaron las regiones del sabor en la amígdala pero no manipularon la corteza del gusto, los ratones detectaban la diferencia entre dulce y amargo sin las respuestas emocionales esperadas.
“Sería como darle una mordida a tu pastel de chocolate favorito, pero sin derivar ningún disfrute de ello”, dijo el Wang. “Después de unas cuantas mordidas, quizás decidas dejar de comerlo, mientras que, de otra manera, te lo habrías zampado todo”.
El Dr. Charles S. Zuker, investigador de alto nivel del Instituto Mortimer B. Zuckerman de la Conducta Cerebral y Mental de la Universidad de Columbia y autor principal del estudio, dijo en una declaración: “Cuando nuestro cerebro percibe un sabor, no solo identifica su calidad, sino que coreografía una maravillosa sinfonía de señales neuronales que enlazan esa experiencia con su contexto, valor hedonista, recuerdos, emociones y con los demás sentidos, para producir una respuesta coherente”.
Declaró a The Guardian que los resultados indican que la percepción positiva de los alimentos dulces probablemente se remonta a una necesidad evolutiva innata de encontrar alimentos con una alta carga energética.
El estudio indica que es posible aislar y desactivar por separado cada una de las partes del cerebro que desencadenan una respuesta emocional a distintos sabores. Algún día, la amígdala podría ser la base de tratamientos para trastornos de la alimentación.
Pero antes, los investigadores deben investigar cómo las regiones del cerebro relacionadas con el gusto también intervienen en la forma en que nos movemos, aprendemos y almacenamos recuerdos.
“Nuestro objetivo es averiguar cómo estas regiones añaden significado y contexto a los sabores”, dijo el Dr. Wang. “Esperamos que nuestras investigaciones ayuden a descifrar la forma en que el cerebro procesa la información sensorial y añade riqueza a las experiencias de nuestros sentidos”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek