Nigel Farage, el hombre que impulsó el Brexit, charla en exclusiva con Newsweek sobre su futuro político, el reelecto Vladimir Putin, la presidencia de Donald Trump y la guerra en Siria.
Las oficinas centrales del brexit en Londres se encuentran en una pequeña casa de Westminster, situada a un tiro de piedra de las cámaras del Parlamento. Su ubicación es adecuada, dado que la única persona que tiene una verdadera oficina en ese edificio es Nigel Farage, un hombre que ha convertido el hecho de tirar piedras (contra el Parlamento británico, contra los así llamados globalistas y contra la Unión Europea) en la labor de su vida.
Sin embargo, Farage, el activista del brexit convertido en personalidad de radio y televisión, difícilmente se encuentra allí. Como miembro del Parlamento Europeo, pasa al menos dos días a la semana en Bruselas o Estrasburgo lo cual, admite, puede ser un poco incómodo en estos días, así como en Estados Unidos, donde asiste a conferencias, pronuncia discursos y sufre abusos mientras camina por la Quinta Avenida de Nueva York. Para ser justos, ese abuso ocurrió solo una vez, afirma Farage, y generalmente, cuando se encuentra en un bar o en un taxi, recibe una bienvenida más cálida en Estados Unidos que en el Reino Unido, al menos desde que ese país votó a favor de salir de la Unión Europea en 2016.
A Farage, que es un abierto partidario del presidente estadounidense Donald Trump y experto de Fox News, se le encomienda regularmente la tarea de explicar Europa al sector conservador de Estados Unidos. Sin embargo, mantiene un ojo en Europa, y le gusta lo que ve. Desde el brexit, los aliados anti-Unión Europea de Farage se han envalentonado. En Hungría, Viktor Orbán obtuvo una resonante victoria en las elecciones de abril. En Italia, el Movimiento Cinco Estrellas, de tendencia populista y de derecha, se ha convertido en el mayor partido de ese país, y la ultraderechista Alianza por Alemania (AfD) se ha convertido en el segundo partido de su nación. En 2018, el proyecto europeo lucha por mantenerse a flote, y Farage no puede estar más complacido.
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El antiguo comerciante de materias primas no ha terminado su labor en su país, a pesar de que el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), fundado por él, casi colapsó desde que renunció a su dirección (por segunda ocasión) poco después de la aprobación del brexit. Farage espera que el Reino Unido salga de la Unión Europea el 29 de marzo de 2019, según lo planeado, pero no ha descartado la posibilidad de que algunas fuerzas dentro del Partido Conservador o sus rivales laboristas traten de sabotear el brexit. Si esto ocurre, dice, está listo para dejar a un lado su calidad de experto y volver a las calles.
Recientemente, Farage habló con Newsweek sobre su futuro político, la presidencia de Trump y la guerra en Siria, entre otras cosas.
—¿Espera usted con ansias la visita de Trump al Reino Unido?
—Es algo que se espera desde hace mucho tiempo. Es decir, si lo pensamos, tenemos un presidente estadounidense al que le gusta este país… que apoyó el brexit y que ha dicho que hay mucho que podemos hacer juntos en el comercio, etcétera. Hubo una asombrosa oportunidad de que el Atlántico se volviera un poco más angosto, pero no ha ocurrido. Simplemente no ha ocurrido.
—Ciertamente, ha habido una gran oposición a su visita en ese país.
—La primera ministra Theresa May ha dicho algunas cosas lamentables sobre él. Con respecto al embajador británico [ante Estados Unidos], no tiene caso que ellos se reúnan. Es decir, Sir Kim Darroch es un gran globalista. Realmente desperdiciamos la oportunidad. Pero me complace que por fin nos visite; más vale tarde que nunca.
—Usted menciona mucho la palabra globalista. ¿Qué quiere decir con ella?
—Me refiero a todas aquellas personas que apoyan que las naciones-Estado entreguen a niveles más altos de autoridad la capacidad de hacer las cosas normales que una nación-Estado ha hecho siempre: hacer sus propias leyes, tener sus propios tribunales, controlar sus propias fronteras.
—¿El presidente francés Emmanuel Macron es globalista?
—Oh, absolutamente. Macron está totalmente a favor del proyecto europeo. Pide que haya muchos más poderes centralizados en Bruselas, poderes tomados de los Estados miembro.
—Usted almorzó con él recientemente. ¿Cómo le fue?
—Es muy agradable…. Habla con mucha pasión. Es un operador. Está haciendo algunas cosas en Francia que son bastante interesantes. Está haciéndoles frente a los sindicatos y busca tratar de reformar el fisco. Pero en el panorama general de Europa, le está ladrando al árbol equivocado. Pienso que todos están haciéndolo. Si vemos todo lo que ocurre, desde Italia hasta Hungría, pienso que el fenómeno brexit-Trump de 2016, que la revolución, siguen su marcha.
—¿Pero acaso la reelección de la canciller alemana Angela Merkel en marzo no fue un golpe a esa revolución?
—Merkel es una figura muy debilitada. Ahora tenemos el AfD, una voz de oposición al proyecto europeo: el segundo partido más grande de Europa. ¿Lo había creído usted hace cinco años?
—¿No le preocupan los miembros fascistas de algunos nuevos partidos populistas y de derecha de Europa?
—Por supuesto, me preocupa mucho que el euro haya traído de vuelta el neonazismo. El partido Amanecer Dorado solo ocurrió porque Grecia está en la zona del euro. Y esa es la ironía: un proyecto que fue organizado para contener a los extremos del nacionalismo en realidad los está provocando, debido a que le está arrebatando a las personas su capacidad de influir en su propio futuro.
—En Estados Unidos hay preocupaciones de que la elección de Trump haya envalentonado a los grupos neonazis.
—Yo simplemente creo que ellos han estado ahí siempre. Sospecho que hoy son menos de lo que fueron hace 50 años. ¿Debemos preocuparnos por ellos? Un poco. ¿Debemos estar realmente preocupados por ellos? [Sacude la cabeza]. Simplemente no hay suficientes.
—¿Cree usted que Trump pudo haber sido electo si el brexit no hubiera ocurrido?
—Creo que fue una gran ayuda. También pienso que el brexit tuvo un efecto sorprendente en Estados Unidos. Yo estuve en Cleveland (viajé para asistir a la Convención Republicana) y me sorprendió mucho que conductores de taxi, gente en los bares y en los restaurantes, me dijeran: “Oiga, usted es el tipo del brexit. ¿Cómo va todo?”. Las personas estaban verdaderamente interesadas. Tenemos la impresión de que a las personas en Estados Unidos no les importa lo que ocurre en el resto del mundo. Bien, puedo decir con certeza que no fue el caso del brexit.
—Usted ha dicho que desde el referendo sobre el brexit, ha tenido que enfrentar la hostilidad en el Reino Unido. ¿Esto sigue siendo así?
—Eso comenzó en 2013. Si una persona desafía el orden establecido (y por Dios que yo lo desafié), ellos no llegan exactamente con una charola ofreciéndote una bebida. Y lo que hemos tenido aquí es, en el lenguaje del balompié, que han ido al hombre y no a la pelota. Así que, en lugar de hacer frente a algún argumento que yo pudiera tener, dicen: “Oh, Farage dice esto porque es un extremista”. Me han dicho de todo, de todo. La lista es tan larga como su brazo.
—Lo han llamado islamófobo…
—Oh sí, gracias a Dios. Me habría molestado mucho si ese término no estuviera en la lista. Y ahora, me han calificado de antisemita… porque ataqué a George Soros.
—Sobre el antisemitismo, usted hizo un comentario en su programa de radio…
—Sí, al afrontar a un virulento radioescucha antisemita que dijo que no creía que hubieran sido los rusos quienes influyeron en la elección estadounidense, sino los judíos, que los judíos lograron que Trump fuera electo. A lo que respondí: “Bueno, hay un cabildo judío, está muy bien organizado y son muy profesionales, pero ni por un segundo he pensado que influyeron en el resultado de la elección”.
—¿Así que fue tomado fuera de contexto?
—Totalmente. Como he dicho, dado que [el propietario de diarios británicos] Richard Desmond y algunos judíos muy prominentes me han apoyado en UKIP con dinero y recursos con el paso del tiempo, ese ha sido el único término abusivo con el que nunca se me ha etiquetado. Ahora bien, creo que tengo una amplia variedad de términos abusivos.
“Hemos llegado al punto de que un porcentaje de la población me odia porque les han dicho que eso es lo que yo defiendo. Y no he tenido nada de eso en Estados Unidos. Es decir, me han lanzado términos abusivos mientras camino por la Quinta Avenida, pero no me he sentido físicamente intimidado en Estados Unidos en la forma en la que, tristemente, me he sentido en este país”.
—¿Es justo decir que su incursión en Estados Unidos se debe a su falta de popularidad en su país?
—No, soy tremendamente popular aquí. Hay millones de personas que me adoran, que me invitan una bebida, que quieren tomarse una foto, y que no me dejan en paz sino hasta que hablan conmigo y se toman selfies.
—¿Ha encontrado algún tipo de protesta cuando habla en universidades estadounidenses?
—Le diré algo divertido: los estudiantes no protestaban; eran los maestros quienes sostenían carteles que decían: “¡No a Farage! ¡No a la intolerancia!”. Y yo pensé: guau, es ahí donde se encuentra el problema.
—¿Es usted intolerante?
—No.
—¿Es usted islamófobo?
—No, no lo soy. Mi programa de trabajo es… muy normal. Yo estaba en el mundo de los negocios y apoyé la modernización y las reformas de la economía de Margaret Thatcher. Fue doloroso para algunas personas, pero tenía que suceder y nos introdujo en el mundo moderno. Trabajé en una empresa muy global, posiblemente la más global de todas.
“Creo en el modelo de Estado-nación. Creo en un sistema en el que las personas que hacen las leyes sean directamente responsables ante nosotros. Siempre he pensado que la inmigración es un problema que debe manejarse con cuidado y sensibilidad. Soy retratado como un radical enloquecido, y si pensamos acerca de ello, se trata de puntos de vista bastante tradicionales”.
—Quizá se deba al tipo de compañía que ha mantenido, como Roy Moore y Steve Bannon…
—Soy radical en el sentido de que deseo un cambio. Steve es totalmente radical y no teme decir lo que piensa. Me reuní una vez con Roy Moore. Sabe, cuando uno hace cosas en la vida, uno comete algunos errores.
—¿Hacer campaña a favor de Moore en la contienda republicana de Alabama fue un error?
—Así parece, ¿verdad?
—¿Cuándo se dio cuenta de que había sido un error? ¿Fueron las acusaciones sobre abuso sexual?
—Muchas personas se pusieron en contacto conmigo y me preguntaron si iría a apoyarlo, y en el último minuto decidí que lo haría. Debí haber pensado mucho más profundamente sobre todo el asunto, y aquello fue un error.
—¿Qué hay de su relación con Bannon? ¿Se trató de un error?
—Conozco a Steve desde hace mucho tiempo. Y Steve comete errores. Dice cosas que no debería decir. ¿Pero acaso Steve es un pensador claro sobre política, sobre dirección, sobre el camino que están tomando las cosas? ¿Es bueno para analizar cómo suceden las cosas dentro de las economías, y demás? Sí. Y creo que con Steve tenemos a alguien cuyo origen en la clase obrera es una parte fundamental de su personalidad.
—¿Es él un nacionalista blanco?
—Nunca lo he escuchado decir nada descortés contra las personas de raza negra. Nunca he escuchado nada. ¿Es nacionalista? Sí, desde luego. Él se definiría a sí mismo como nacionalista. Y resulta que es blanco. Pero la idea de que Steve es alguna clase de supremacista blanco… Nunca he visto ninguna prueba al respecto.
—¿Cómo calificaría la presidencia de Trump hasta este momento?
—Realmente lo está haciendo bien. Creo que, con respecto a la política exterior, en relación con la posición de Estados Unidos en el mundo, alcanza un 8 de un total de 10. Hay que ver lo que ocurre con Corea del Norte… Y pienso que, en general, la forma en que se ha conducido ha sorprendido a la gente. Ha elevado el perfil de Estados Unidos en el mundo.
—¿Y en su país?
—La política interna siempre ha sido muy difícil. Ha habido grandes victorias, algunos nombramientos judiciales, la reforma fiscal.… Los puntos negativos se han conjuntado con unos medios de comunicación que lo odian. Se ha quedado un poco empantanado con [el fiscal especial Robert] Mueller y su interminable tema de Rusia, y eso ha sido muy, muy difícil.
—¿Vio usted a Trump en su más reciente visita a Washington?
—Sí… No, fue en la ocasión anterior. En la CPAC [Conferencia de Acción Política Conservadora]. Me reuní con él, nos sentamos y charlamos sobre varias cosas. Él estaba en su mejor forma. Pienso que se ha acostumbrado a ser presidente. Le gusta. Quiere postularse otra vez.
—Hablemos de Siria. Es posible que Trump y Macron asuman una política más robusta hacia ese conflicto. ¿Qué piensa usted al respecto?
—Me preocupa. Mire, según informes, ISIS [el grupo militarista Estado Islámico] ha utilizado armas químicas 52 veces. Ahora, la puerta está abierta para que ISIS dispare un par de proyectiles con gas cloro en ellos, y solo Dios sabe dónde habremos de estar.
—¿Así que usted piensa que ellos fueron responsables de los ataques en Ghouta?
—No he dicho eso. El gobierno estadounidense ha dicho que está preparado. Francia y el Reino Unido están listos para participar de nuevo. Y yo me siento un poco preocupado.
—Pero cuando un líder usa armas químicas contra su propio pueblo, es difícil justificar no hacer nada, ¿verdad?
—Se trataba de una línea roja, ¿no es así?, establecida por [el expresidente Barack] Obama, una línea roja a la que no se le dio seguimiento. Desde luego, las armas químicas son horribles, pero los proyectiles de artillería pesados y muy explosivos también son bastante horribles.
—¿La intervención rusa ha sido una fuerza positiva en Siria?
—Yo sostengo el punto de vista de que el fundamentalismo islámico extremo que ha asumido la forma de ISIS es la gran amenaza que enfrentaremos en las décadas por venir, y verlos derrotados militarmente en la forma en que lo han sido no habría ocurrido sin los rusos.
—¿Qué piensa del presidente Vladimir Putin?
—Pienso que es un ser humano muy cuestionable. No lo llevaría a mi casa una tarde de domingo a conocer a mi mamá y tomar una taza de té. Pero pienso que Rusia es un país extraño. Nuestra comprensión de él es muy limitada. Subestimamos el hecho de que ellos nos temen mucho más a nosotros.
“Habríamos hecho mejor al reconocer que hay algunos grandes temas en los que tenemos un interés compartido con Rusia. En lugar de ello, nuestro enfoque de la política exterior hacia Rusia ha sido muy contencioso”.
—¿Cómo evalúa usted la investigación de Mueller sobre la colusión de Rusia?
—Pienso que no va a ningún lado. Es decir, ¿cuánto ha durado hasta ahora? Hay mucha gente en D. C. que simplemente no puede aceptar el resultado que ocurrió el 8 de noviembre de 2016 y se aferran, rogando que venga algo del cielo y haga caer al presidente. No creo que eso vaya a suceder.
—¿Algún miembro del equipo de Mueller se ha puesto en contacto con usted?
—No, ¿por qué?
—Bueno, para preguntarle sobre su relación con la campaña de Trump.
—No.
—También han habido afirmaciones de que Rusia interfirió en la campaña del brexit.
—Es simplemente risible.
—Desde que usted renunció a la dirigencia de UKIP, en 2016, no ha tenido ninguna función oficial en la política británica. ¿Algún plan para regresar?
—Mire, si renuncian al tema del brexit, entonces no tendría ninguna duda en lanzarme a hacer campaña de tiempo completo a lo largo y ancho del Reino Upunido. Me encantaría hacerlo de nuevo, estar en el camino. Pero ojalá no tenga que hacerlo. Prefiero pensar que luchamos por ello y que ganamos, y que es momento de seguir adelante.
—Si se reúne con Trump cuando él visite el país en julio, ¿qué le dirá?
—Le daría la bienvenida. Le diría que estamos muy complacidos de tenerlo aquí. Es bueno, para variar, tener a un presidente estadounidense al que realmente le guste nuestro país.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek