Raúl Castro se alista para entregar este jueves la presidencia de Cuba a una nueva generación, en una transición que pone fin a casi seis décadas de poder de los hermanos que lideraron la revolución en la isla.
“Hemos recorrido un largo camino, largo, largo, y difícil (…) para que nuestros niños, los de ahora y los del futuro, sean felices”, dijo en marzo el menor de los Castro, que remplazó en 2006 a su hermano enfermo Fidel, fallecido 10 años después.
Fidel y Raúl encarnaron la revolución y gobernaron Cuba por 60 años, convirtiendo al país en uno de los protagonistas de la Guerra Fría, y lograron mantener a flote su comunismo caribeño, pese al colapso de su aliado soviético, que provocó una severa crisis económica en los años 1990.
La Asamblea Nacional elegirá durante una sesión que comienza este miércoles 18 y culmina el jueves 19, un nuevo presidente del Consejo de Estado encaminando a la isla a una nueva era.
La fecha del 19 de abril corresponde al 57º aniversario de la victoria en Bahía de Cochinos (Playa Girón), cuando fueron derrotadas las tropas anticastristas, preparadas y financiadas por Estados Unidos. El gobierno de Cuba la considera como “la primera derrota del imperialismo yanqui en América Latina”, en 1961.
Si no hay sorpresas, la Asamblea debería elegir como sucesor de Raúl al número dos del gobierno, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, un civil de una nueva generación que nació después del triunfo de la revolución en 1959.
El más joven de los Castro, ahora de 86 años, no renuncia a todas sus funciones. Seguirá siendo secretario general del poderoso Partido Comunista de Cuba (PCC) hasta el 2021.
Raúl y sus reformas inconclusas
En 2018 un cubano puede tener su negocio, navegar en internet y viajar al exterior. En una década, Raúl Castro transformó la Cuba que recibió de su hermano Fidel, pero sus reformas no desencadenaron el esperado despegue económico de la isla socialista.
Raúl, emprendió en 2008 una cauta reforma de alto impacto, pero el propio gobierno admitió en marzo errores y retrasos en los planes de “actualización” del modelo de corte soviético.
Los cambios previstos fueron consagrados por el VI Congreso del Partido Comunista en 2011 en 313 “lineamientos”, la gran mayoría aún por ejecutar, pues el propio presidente definió la velocidad de su aplicación: “sin prisa pero sin pausa”.
En 2013 Raúl Castro eliminó enrevesados requisitos de viaje y autorizó a los cubanos a permanecer fuera de la isla hasta por dos años -siempre que lo hagan de forma legal- sin perder sus bienes o residencia. La reforma facilita las visitas y repatriación de quienes migraron. De enero de 2013 a diciembre de 2016, más de 670,000 cubanos hicieron más de un millón de viajes a otros países.
Castro amplió y flexibilizó el trabajo privado en 2010. Hoy 580,000 cubanos, 12% de la fuerza laboral, se desempeñan por cuenta propia, pero la meta del gobierno era restar al menos un millón de empleados a su abultada nómina estatal en los primeros cinco años, en busca de eficiencia económica.
Queda pendiente la legalización de las pequeñas y medianas empresas privadas y la reanudación de la entrega de licencias para nuevos emprendimientos, suspendidas en agosto para perfeccionar el modelo.
A finales de 2011, Raúl autorizó la compraventa de viviendas, que estaba prohibida. Tres años después liberó el mercado automotor, pero los clientes de las agencias de venta estatales se quejan de los precios astronómicos, tanto para los vehículos nuevos como los usados.
Cuba permitió el acceso a internet desde zonas wifi en plazas públicas. Operan además cuatro millones de líneas celulares, a las cuales la empresa de telefonía estatal espera ofrecer el servicio 3G este año. Aun así, el país sigue estando entre los de menor conectividad en el mundo.
El heredero
El primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, parece ser la persona elegida para suceder a Castro y convertirse en el nuevo rostro de Cuba.
Formado diligentemente en el Partido Comunista (PCC), este hombre de cabello cano ascendió discretamente los escalones del poder antes de convertirse en 2013, en el brazo derecho del general-presidente y en el delfín natural de los Castro.
El heredero tendrá que potenciar la indispensable “actualización” del modelo económico de corte soviético, en momentos en que Cuba enfrenta el debilitamiento de su aliada Venezuela.
También deberá hacer frente al recrudecimiento del embargo de Estados Unidos y el frenazo dado por el republicano Donald Trump al acercamiento que ambos países iniciaron a finales de 2014.
Sin esperanzas de grandes cambios
Esta será la primera vez desde 1976 que el presidente cubano no llevará el apellido Castro, no formará parte de la generación “histórica” de 1959, no vestirá uniforme militar ni será el primer secretario del Partido.
En la isla, esta transición alimenta moderados debates entre fervientes castristas y detractores, que esperan pocos cambios tras una elección en la que no participan directamente.
En marzo, los cubanos fueron convocados para elegir la Asamblea Nacional, de la cual saldrá el nuevo presidente. Pero los 605 candidatos para igual número de escaños fueron seleccionados de antemano por asambleas municipales y organizaciones civiles afines al gobierno.
Algunos cubanos entrevistados por la AFP consideran que el gobierno seguirá siendo del mismo tipo aunque sea otro hombre el que tome el poder.
Deshielo histórico
El 17 de diciembre de 2014, Cuba y Estados Unidos anunciaron un acercamiento histórico, después de más de medio siglo de tensiones. El 20 de julio de 2015, restablecen sus relaciones diplomáticas. El 20 de marzo de 2016 Barack Obama hace la primera visita de un presidente estadounidense en el cargo desde la revolución. Su sucesor Donald Trump, partidario de una línea más dura, pone fin a la luna de miel en 2017. Como parte de esa política, las relaciones de los dos países también se vieron ensombrecidas por misteriosos “ataques acústicos” que afectaron a diplomáticos norteamericanos en La Habana.
Embargo y capacidad de “resolver”
El permanente embargo estadounidense llevó a sus habitantes a convertirse en expertos en “resolver”, como se llama en Cuba a la capacidad de ingeniárselas para conseguir cosas en medio de la escasez, ya sea mediante el reciclaje, reparación, etc.
Privada de los subsidios soviéticos desde que la URSS se desintegró en 1990, la isla se ha vuelto altamente dependiente de Venezuela, un proveedor de petróleo en condiciones privilegiadas, que se paga con servicios médicos.
Pero Caracas enfrenta una crisis muy seria. China la ha destronado en 2017 como el mayor socio comercial de Cuba. La isla cuenta, en particular, sus ingresos en divisas procedentes de la exportación de servicios (principalmente el envío de profesionales de la salud), muy por delante del turismo, que atrajo a 4.5 millones de personas en 2017.
El crecimiento económico fue de 1.6% en 2017 tras 0.5% en 2016. Sus principales productos de exportación son el níquel, así como vacunas y medicamentos.Las ventas de habanos, el puro cubano de gran prestigio, subieron 12% el año pasado gracias a la demanda china. Su ron insignia, Havana Club, es una de las tres marcas más vendidas del mundo.
Tímida apertura económica
Raúl Castro inició reformas para “actualizar” un modelo económico agotado, inspirado en el soviético. Permitió el pequeño emprendimiento privado y una mayor apertura del país a la inversión extranjera, al tiempo que preserva los “logros del socialismo” en una economía aún controlada en el 80% por el Estado.
Los cubanos actualmente pueden registrarse como trabajadores por cuenta propia, comprar o vender casas y automóviles. A fines de marzo, el gobierno admitió haber cometido “errores” en la implementación de medidas de “actualización económica” e informó que todas las reformas “están siendo revisadas”, según el gobernante PCC.
Entre las prioridades está la de poner fin a la cohabitación de dos monedas: el peso cubano o CUP (mercado nacional, 24 CUP hacen 1 dólar), y el peso convertible CUC (equivalente a un dólar, usado por turistas y para operaciones internacionales), un sistema único en el mundo. También está prevista la eliminación de tasas preferenciales de cambio para organismos estatales, lo que distorsiona la economía.
(Con información AFP)