Establecido por Lenin como deporte nacional tras la revolución, el Sambo se apresta para irrumpir en las olimpiadas de 2020. Dos queretanos son las promesas nacionales.
El suelo tiembla. Es una estructura de metal y madera improvisada como un segundo piso en el gimnasio Global Training de Querétaro. Sobre ella hay una lona azul acolchonada, donde dos jóvenes se azotan mutuamente haciendo vibrar el piso, que amenaza con derrumbarse encima de las personas que se ejercitan debajo de ellos. Dejan caer todo su peso sin miedo a lastimarse, y cualquiera imaginaría que se encuentran enfrascados en una violenta pelea. Son Andrea Guillén y Juan Manuel Salinas. La lucha es equitativa, no hay odio, los dos se sonríen sudorosos. Luego de una elaborada llave o de levantar a su oponente para dejarlo caer con un estruendo que retumba por todo el lugar, se separan. Segundos después vuelven a la carga.
Ella va vestida de azul, él de rojo, con lo que parecen ser unas batas. Luego explican que la prenda se llama kurtka. La palabra es rusa, como también lo son sus colores y aquello que esos dos muchachos practican. Una mezcla de judo, lucha grecorromana y jiu-jitsu: Sambo. La palabra es un acrónimo de Samozashchita Bez Orúzhiya, otra frase en ruso que significa “defensa personal sin armas”. Y aunque suene todo muy extraño, los jóvenes queretanos que luchan como dos hermanos en medio de un juego violento, tienen medallas de oro y diversos reconocimientos a nivel internacional por esos movimientos toscos que parece que podrían quebrarle el cuello a cualquiera. Es gracias a ellos, de hecho, que Querétaro se ha convertido en la inusual cuna de un deporte hasta cierto punto desconocido en México, que poco a poco toma un renombre que ha llegado hasta la mismísima Madre Rusia.
COMBATE PARA LA SOBREVIVENCIA
Andrea y Juan Manuel fueron entrenados por Francisco Roque Juárez, Presidente de la Asociación de Sambo del Estado de Querétaro, quien inició este deporte en la entidad con apenas dos alumnos, en 2013. Actualmente hay más de 200 personas practicándolo y Querétaro se posiciona como uno de los mayores representantes del país. Ganaron torneos nacionales por tres años consecutivos y obtuvieron las primeras dos medallas de oro para México en el Torneo Panamericano de Sambo en 2015, donde más de la mitad de la selección mexicana fueron atletas queretanos. Además, han asistido a tres torneos mundiales, en Marruecos, Bulgaria y Rusia, donde el trabajo de Andrea y Juan Manuel fue reconocido. Pasos grandes en poco tiempo para conseguir su objetivo principal, según Roque: ganar un torneo mundial.
El sambo llegó a América a finales de los 90’s, aunque desde 1938 es reconocido como deporte nacional de Rusia. Nació en la antigua Unión Soviética, después de la Revolución, cuando Lenin decide que el país debe tener un sistema de pelea propio. Manda a sus soldados más sobresalientes a aprender de las mejores artes marciales que existían: kung-fu, judo, jiu-jitsu, karate; aprendizajes que luego fusionan con luchas autóctonas de la región como el chidaoba georgiano, el kurash uzbeko y el khapsagay mongol. Una mezcla de todo lo anterior y tenemos como resultado uno de los precedentes de las artes marciales mixtas que se practica en tres modalidades: Sambo sport, Combat sambo y Sambo de comando.
El primero de ellos consiste en someter al oponente sin golpes, el segundo utiliza golpes y el tercero sólo es practicado por grupos élites militares. Durante la Segunda Guerra Mundial, dice Francisco, ante una posible invasión Nazi, Stalin obligó a todos, mujeres, niños, campesinos, a aprender Sambo. Cuando desaparece la Unión, se expande y se vuelve un deporte más competitivo. Victor Dmitriev, campeón de Combate Ruso Militar, es quien trajo el deporte a México, donde conoce a Antonio Ramírez Rebollar, actual presidente de la Federación Mexicana de Sambo.
SINSABORES DE LA LUCHA
Al principio fue toda una odisea, dice Andrea. Primero era la invitación para Artes Marciales Mixtas, llegué y le dije a mi mamá: “‘¿Qué crees?, me metí a entrenar artes marciales mixtas’. Hasta me corrió de la casa, en sentido figurado: ‘no, yo no te quiero ver que llegues aquí, mejor vete con tu papá, a ver si él sí te apoya, porque yo no quiero ver que llegues aquí toda golpeada’”. Su madre aceptó. Luego llegó el Sambo.
Entre febrero y marzo de 2013 entró a las clases de Sambo en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y para noviembre tuvo su primer torneo. No le fue muy bien, pero al menos no tuvo lesiones, lo cual fue suficiente triunfo para ella y el resto de los novatos. Sin embargo, Andrea pensó que iba a perder su brazo.
En la Ciudad de México Su contrincante le aplicó una palanca que la llevó a rendirse. Esa experiencia los hizo regresar motivados. La siguiente competencia fue en Querétaro y quedaron campeones nacionales. Los dos años siguientes repitieron la hazaña en Guanajuato y Acapulco, donde obtuvieron la copa por tres triunfos consecutivos.
Las cosas no fueron sencillas, sobre todo por el desconocimiento del deporte. El gobierno no les daba respaldo, por lo que salían a botear a las calles para poder ir a los torneos.
“La UAQ nos apoyó mucho, pero no era boleto completo. Tuvimos que sacrificar, estuvieron vendiendo galletas, boteando en las calles, vendiendo dulces, churros y no sé qué tantas cosas por ahí para completar”, dice Francisco, quien tuvo que vender dos de sus vehículos y objetos personales para solventar gastos.
Y es que antes de comenzar a ganar no tenían nada para exponer una arte marcial que ni siquiera era conocida en Querétaro. Entrenaban con ahínco, pero nadie sabía para qué, hasta que comenzaron a llegar las medallas. Entonces el gobierno los volteó a ver y aunque admiten que sigue siendo difícil, los triunfos constantes les han abierto algunas puertas.
Cuando Andrea fue a su primer nacional, su familia ya lo comenzaba a tomar con resignación. Estaba claro que su hija no iba a dejar algo que le apasionaba. A su padre, por ejemplo, le quedó claro cuando en 2015 le dijo que iría a Nicaragua a participar en el Torneo Panamericano.
“Ya estoy aquí, no estoy jugando, no lo estoy tomando como juego, lo estoy haciendo en serio”, le explicó.
Hasta ese momento, el país sólo había llegado a plata. Pero en 2015, con Juan Manuel y Andrea, México obtuvo tercer lugar por equipos, cinco bronces, una plata y los dos oros para los atletas queretanos.
EL ARRIBO A RUSIA
A Juan Manuel, por su parte, ya le gustaban los deportes de contacto, pero no había entrenado en forma. En la UAQ entró a gimnasia y uno de sus compañeros a Sambo. En una ocasión, al terminar su clase, luchó con su amigo y lo venció. Su profesor lo vio y lo puso a luchar con otro más experimentado, y también salió airoso. A partir de ahí su vida cambió.
El éxito en los Panamericanos los llevó al Sambo World Championship en Marruecos, ese mismo año. Juan Manuel obtuvo séptimo lugar y Andrea el sexto. En 2016 fue de nuevo al mundial en Bulgaria, sin su compañera pero con otros tres paisanos. Sin embargo, una nariz rota lo llevó a ser eliminado en la primera ronda.
En 2017 surgió una oportunidad importante: viajar a la tierra donde nació el Sambo. Desde un par de años atrás habían estado planeando un viaje para entrenar en Rusia.
Andrea dice que tras ganar el oro nacional se enfocó en convertirse en atleta mundialista, pelear por primeros lugares. El día llegó en octubre. Iban ella, Juan Manuel y Miguel Ramírez Rangel, otro atleta. Tras 20 horas de vuelo con escala en París, el avión aterrizó en Moscú y luego viajaron siete horas en tren hasta Nizhni Nóvgorod. Cerca de las seis de la mañana estaban ahí, sin saber cómo moverse, ni comunicarse. Poca gente hablaba inglés, ellos no entendían ruso, ni conocían el lugar en el que estaban.
Apenas utilizando la palabra “Sambo” lograron que les indicaran el camino a una de las primeras escuelas de este deporte: la Academia Mundial de Sambo en Kstovo.
“Se me erizó la piel”, cuenta Andrea. “Ya estoy aquí, no es un chiste, no es una ilusión, no es un ‘algún día voy a ir’”.
Ambos atletas coinciden que en general el conocimiento que les transmitían era el mismo, pero no de la misma forma. Los rusos fueron más estrictos, sobre todo con los horarios, por lo que tuvieron que luchar contra el mal hábito mexicano de llegar tarde.
PENSAR COMO CAMPEONES
Andrea alargó su estadía en Rusia, de octubre a diciembre; un tiempo récord para cualquier peleador de Sambo mexicano. Cuenta que había otras mujeres y aunque muchas tenían 18, 19 y hasta 14 años. Eran enormes, altas y “fuertes a más no poder”. Pero las encaró como pudo. “Estoy aquí y quiero aprender todo y quiero que me enseñen todo lo que ellos saben”, se dijo. Su estancia coincidió con el Torneo Mundial en la ciudad de Sochi. La queretanta logró el quinto lugar.
“Algo que vi en Rusia (es) a dónde tiene que llegar uno para darse cuenta de todo lo que tiene como país, familia, persona, es cosa de realmente no pensar que ‘ellos porque son güeros y altos, ellos son el país más tal’. No. Incluso ellos se sorprendían de que fuéramos mexicanos. Cada país tiene su estereotipo, pero realmente lo que hacía la diferencia era que ellos se sentían orgullosos de ser de donde eran. ¿Por qué nosotros no nos sentimos orgullosos de ser de donde somos, teniendo todo lo que tenemos al alcance? La diferencia está en querer hacer las cosas y en hacerlas, no quedarse en el ‘yo quisiera, yo voy a hacer esto’”.