El presidente de Venezuela no cede ante una oposición que busca frenar la Asamblea Constituyente y su mandato. A pesar de los más de 100 muertos que han dejado cuatro meses de protesta, de una consulta pública masiva en su contra y de las advertencias de varios países, Nicolás Maduro sigue firme en su proyecto como lo demuestra una frase que ha constituido a lo largo de su vida: “¡Se pueden ir al carajo, oligarcas e imperialistas!”.
La relación de Nicolás Maduro Moros, un caraqueño nacido el 23 de noviembre de 1962, con la izquierda tiene sus raíces a muy temprana edad. En 1968, con 6 años, su padre Nicolás Maduro militaba en el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), una organización cuyo objetivos son la liberación nacional como “instrumento para erradicar la explotación imperialista y oligárquicas” y la democracia nacionalista.
Desde su juventud Maduro se enfocó en la militancia política. Pasó de la agrupación de izquierda radical Ruptura a la Liga Socialista. Para 1986, ingresó a la escuela Julio Antonio Mella, en Cuba, en donde dice haberse formado políticamente. “Fue una gran escuela y no solo por la formación política y la experiencia de convivir con otros latinoamericanos, africanos y asiáticos, sino por la escuela diaria de la calle: conocer qué es en verdad el pueblo cubano, y descubrir nuestra inmensa identidad en la forma de ser; que tenemos los mismos valores”, relató Maduro, entonces canciller venezolano a los periodistas Marina Menéndez Quintero y Roger Ricardo Luis como parte de una entrevista del libro Viajes desde la Memoria.
Posteriormente, ya distraído de los estudios superiores, el ahora presidente venezolano se dedicó a la conducción de autobuses, empleo por el que se ligó al sindicato no oficial en la capital del país. En este lapso, conoció a su mentor Hugo Chávez, quien estaba preso en la Cárcel de Yare por un fallido golpe de estado.
Las carrera gubernamental de Maduro para convertirse en pieza fundamental del gobierno de chavista empezó en ese momento. Se unió al Movimiento V República (MVR), que apoyó la campaña presidencial de Chávez en 1998; luego, cuando el presidente llamó a una Asamblea Constituyente en 1999, se convirtió en diputado y, seis años después se constituyó como Ministro de Relaciones Exteriores para asumir el cargo de Vicepresidente.
En su labor como canciller, adoptó el discurso “antiimperialista” de Chávez, hostil a Estados Unidos y participó en los últimos procesos de integración regional impulsados por Chávez, así como en el ingreso de Venezuela al Mercosur y las negociaciones con nuevos socios político-económicos de Venezuela, como China y Rusia.
“Mi opinión firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”, dijo Hugo Chávez quien ya aceptaba que el cáncer que sufría no lo dejaría terminar su proyecto en Venezuela.
El hombre de bigote poblado nombrado como “uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar” por Chávez, tomó la presidencia interina cuando perdió la batalla contra el cáncer el 6 de marzo del 2013. La oposición, que había estado latente en Venezuela, incrementó sus críticas y denunció esta acción como inconstitucional y “fraudulenta”.
“Juro a nombre de la lealtad más absoluta al comandante Hugo Chávez que cumpliremos, que haremos cumplir esta Constitución bolivariana con la mano dura de un pueblo dispuesto a ser libre. ¡Lo juro!”, dijo Maduro, al ser nombrado presidente.
El descontento y la burla
Las protestas se desataron el lunes 15 de abril de 2013 en varias zonas venezolanas, principalmente en Caracas, luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamara presidente electo a Maduro con 50.75 por ciento de los votos contra 48.97 por ciento de Henrique Capriles, quien ante la estrecha diferencia exigió un recuento total de los sufragios y convocó a una resistencia.
Las manifestaciones después de las elecciones dejaron a ocho personas muertas, pero Maduro responsabilizó a “fascistas” de las muertes y afirmó que no se permitirían las marchas, un discurso que ha mantenido vigente y que ha producido reacciones de todas partes del mundo hasta la fecha.
“Yo no voy a ser un presidente débil… Yo voy a ser un presidente de mano dura con el golpismo, con lo mal hecho, con la ineficiencia, con la corrupción”, adelantó después de tomar posesión en el cargo.
Sumado al descontento por los comicios y la crisis en el país, Maduro abrió otro frente con las polémicas declaraciones que ha pronunciado en distintas ocasiones. La más notable fue cuando, en su primer discurso presidencial, reveló que el fallecido líder se le apareció mientras estaba orando en forma de “pajarito chiquitico” y que tras dar varias vueltas a su alrededor y silbarle, lo bendijo de cara a la campaña electoral.
“Yo sentí el espíritu de él, yo lo sentí dándonos una bendición, diciéndonos ‘hoy arranca la batalla, vayan a la victoria”’, agregó.
Meses después, aseguró que el rostro de Chávez apareció en un túnel del Metro de Caracas y mostró una supuesta imagen del rostro del fallecido exmandatario. “Miren la figura, un rostro. Esta foto la tomaron los trabajadores, los obreros. ¿Quién está en ese rostro? Una mirada… Es la mirada de la patria que está en todos lados… Están los trabajadores allí, laborando y les aparece una imagen en la pared y así como apareció, desapareció. Chávez está en todas partes”.
También sorprendió cuando comparó a Chávez con Cristo: “Cristo redentor se hizo carne, se hizo nervio, se hizo verdad en Chávez”, dijo en un homenaje al exmandatario. “Hugo Chávez, en el encuentro que tuvo con este mundo, se encontró con los valores de Cristo y se compenetró con sinceridad de corazón con los valores de nuestro redentor, el Cristo de los pobres, el Cristo de los humildes, el que vino a proteger a los que nada han tenido”.
La crisis estalla
El movimiento opositor inició el 29 de marzo de este año con una serie de protestas, luego de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) le otorgara a Maduro facultades ajenas a su cargo como las competencias de la Asamblea Nacional, que se conformó con una mayoría opositora tras unas elecciones históricas.Estas protestas se intensificaron desde entonces y llegaron a su punto álgido cuando el presidente venezolano convocó a una Asamblea Nacional Constituyente para el 31 de julio. Las movilizaciones opositoras han exigido durante cuatro meses la salida del poder de Nicolás Maduro y han arrojado más de un centenar de muertos. Maduro, ante estos hechos acusa a sus adversarios de “actos terroristas” y “crímenes de odio”.
El primer disparo fue el 6 de abril, cuando Jairo Ortiz, un universitario de 19 años, murió por una bala en el pecho cuando los cuerpos de seguridad disolvían una manifestación en los Altos Mirandinos, a las afueras de Caracas. El más reciente fue un policía que murió de un disparo en la cabeza durante protestas registradas en el marco de una huelga de 48 horas convocada por la oposición venezolana contra el presidente Nicolás Maduro, según información oficial.
“Propongo a la oposición política venezolana que abandone el camino insurreccional (…) y que instalemos en las próximas horas, antes de la elección e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, una mesa de diálogo”, fue la propuesta de Maduro en el cierre de campaña de la iniciativa para la oposición y sus cuatro meses de protesta.
Al gobierno estadounidense, que advirtió de sanciones económicas si realizaba la constituyente, respondió: “Su majestad el emperador Donald Trump ha dado la orden de que suspendamos la Constituyente (…) y le digo al emperador Donald Trump que el pueblo manda en Venezuela y que el domingo 30 de julio la Constituyente sí va”.
“¡Se pueden ir al carajo, oligarcas e imperialistas!”, exclamó y atacó al presidente de México, Enrique Peña Nieto, a cuyo gobierno llamó “asesino”, y al de Colombia, Juan Manuel Santos, a quien tildó de “vasallo”.
Ahora el heredero de Hugo Chávez sortea una de las crisis más difíciles del régimen, con una elección en la que se le acusa de buscar su perpetuidad en el poder.