En México, el cuidado de la salud alimentaria ha sido un tema menospreciado durante años que hoy en día está cobrando una factura altísima a la ciudadanía.
Las altas tasas de sobrepeso, obesidad y enfermedades asociadas en nuestro país se ha disparado hasta colocarnos como el país más obeso en el planeta y con mayores tasas de diabetes.
Sabemos que la cifra es muy citada y la cantaleta de ser el primer lugar en obesidad infantil y segundo lugar en adultos suena a un caduco anuncio televisivo, sin embargo es verdad y muy preocupante. El 71.28 por ciento de mexicanos en edad adulta y el 34.4 por ciento de los niños entre 5 y 11 años padecen obesidad y sobrepeso. (Ensanut, 2012)
Estas cifras dan escalofríos. La obesidad no es una condición que se resume en apariencias físicas sino que repercute en enfermedades crónicas originadas por múltiples y complejos factores, entre ellos, genéticos, sociales, económicos y ambientales (incluyendo estilos de vida determinates). Y para dejar el contexto más claro, también es una silenciosa bomba de tiempo, porque aunque puede no generar síntomas ni “malestar”, tarde o temprano deriva en diabetes, enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, esteatosis hepática, e incluso cáncer, que son las principales causas de muerte en México.
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La obesidad y sus comorbilidades no sólo son un problema de salud pública, sino también representan una carga financiera considerable tanto para el individuo que la padece como para su familia por los elevados costos de los tratamientos. Además, los sistemas de salud y finanzas públicas también han sido afectados al destinar grandes recursos económicos para atender enfermedades crónicas no transmisibles y sus complicaciones.
Para darnos una idea más específica, México enfrenta una crisis de salud pública a causa del sobrepeso y la obesidad con un costo entre los 82 y 98 mil millones de pesos que equivale a un 73-87 por ciento del gasto que se programó para salud en el 2012; y esto únicamente atribuible a los costos generados por diabetes.
En este sentido, el IMCO (Instituto Mexicano para la Competividad) realizó un estudio muy interesante sobre los “Costos de la Obesidad en México” donde hizo un ejercicio basado en casos reales que contrastan los resultados entre dos personas con pre-diabetes:
- La primera logra revertir su condición a través de una mejor alimentación, ejercicio y seguimiento médico.
- Mientras que la otra persona continuó con sus hábitos poco saludables, no llevó ningún tratamiento ni realizó actividad física, por tanto, se generó diabetes y diversas complicaciones asociadas.
Gran diferencia, ¿no es así? Con este ejercicio se llegó a la conclución de lo que ya bien conocemos: la detección temprana, aunado a un cambio en el estilo de vida, puede reducir los costos de tratamiento en más de 21 veces (Imco, 2015).
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Así que si aún no les interesaba el tema del sobrepeso y la obesidad por cuestiones de salud, debería empezar a ocuparnos ya que la situación se puede tornar insostenible y los impactos tienen alcances catastróficos tanto para la economía del país como para las familias.
Además, el gobierno federal ha anunciado un interesante estímulo fiscal a las personas que empiecen a cuidar su dieta y asistan al nutriólogo. La consulta y medicamentos podrán ser deducibles de impuestos en su totalidad.
Empieza el 2017 y es un excelente momento para comenzar un régimen alimenticio saludable, caminar más (el gasolinazo podría ser un buen argumento para usar menos el auto) y aprender que la comida nutritiva también puede ser deliciosa.