El 1 de julio de 2015, Walter Palmer, dentista oriundo de Minnesota, practicaba su pasatiempo favorito en las cálidas praderas de Zimbabwe. Se acercaba la noche, y no lo sabía, pero en su espalda cargaba una flecha que le cambiaría la vida.
Esa flecha que hirió pero no mató en el momento a un león de 13 años, despertó una persecución mediática del dentista cazador, quien recibió múltiples ataques, muestras de desprecio e incluso amenazas. La posterior muerte de Cecil —nombre del felino—, generó un reclamo a la caza deportiva con repercusiones incluso de alcance jurídico.
Los argumentos contra la caza deportiva son ricos en su diversidad. Hay quienes se concentran en aspectos prácticos, como la alteración de ecosistemas. Pero la mayor crítica se concentra en señalar la inmoralidad de esta actividad, la desconsideración por la vida animal y la crueldad innecesaria que producen los cazadores con propósitos hedonistas.
Si bien existen contraargumentos éticos para defender la práctica, los más persuasivos suele ser de carácter pragmático. La cacería deportiva regulada juega un papel importante en la conservación de especies en peligro de extinción en el mundo.
Un ejemplo es la población de elefantes africanos que hace un siglo se contaban por millones, y hoy son menos de 400 mil.
Países como Namibia, Sudáfrica, Zimbabwe y Zambia, han implementado diferentes programas de caza regulada, generando ingresos anuales en los cientos de millones de dólares, y logrando estabilizar poblaciones de este animal.
Un estudio publicado en Biological Conservation Journal, revisó las experiencias de los 23 países africanos que permiten la caza deportiva, arrojando como conclusión que la práctica tiende a incrementar significativamente los incentivos económicos para mantener áreas de conservación y no transformarlas en áreas de agricultura.
El estudio también reveló que la derrama económica de la caza deportiva, suele empoderar a comunidades locales.
Aunque la experiencia Africana pueda calificarse de positiva, no significa que todo marche a la perfección. Por ejemplo existe una importante presencia de caza furtiva que afecta a especies en peligro de extinción; múltiples organizaciones internacionales han señalado casos de abusos sufridos por poblaciones nativas; y la corrupción constantemente interfiere con la asignación de permisos de caza y la imposición de vedas coherentes con ciclos biológicos.
Las características geográficas de Baja California, presentan una propuesta atractiva para el turismo cinegético, que ha crecido en los últimos años.
Independiente a la postura que cada uno mantenga sobre la caza, hay que admitir que la cacería en Baja California requiere de un marco jurídico que reduzca los riesgos de impacto negativo sobre la fauna nativa y endémica de la región.
* Erick Velázquez cuenta con experiencia nacional e internacional en temas de gobernanza de recursos naturales y mecanismos de política pública para favorecer el desarrollo sostenible.