Cuando José María Pérez Gay regresó a México de Alemania, a principios de la década de 1980, y continuó las traducciones al castellano de las obras de monstruos de la literatura germana como Franz Kafka, Jürgen Habermas, Johann Wolfgang von Goette, Elias Canetti y Theodor Adorn, el universo intelectual supo que a partir de entonces contaría con un traductor, escritor, filósofo y académico que aportaría mucho conocimiento y sapiencia en la tarea de desentrañar las más complejas manifestaciones culturales y del pensamiento.
Nacido el 15 de febrero de 1944 en la ciudad de México, Pérez Gay concluyó la licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Información en la Universidad Iberoamericana, y después pasó 16 años de su vida en Alemania, país al que arribó becado por la Fundación Ford cuando contaba con 21 años.
En la Universidad Libre de Berlín obtuvo un doctorado en filosofía germana, y de acuerdo con una entrevista que concedió en 2011 a un diario mexicano, el primer acercamiento que tuvo con las letras alemanas fue “con las expectativas con que un muchacho de la ciudad de México, en los primeros años 60, enamorado de la poesía, deslumbrado por la obra de Freud, entusiasmado lo mismo por Elvis que por Pérez Prado, obtiene una beca improbable en un país lejanísimo de fríos polares. El resto lo hizo el idioma alemán, esa cifra elegida por la filosofía para transmitir algunos de sus más queridos secretos. Y otra vez la poesía: Hans Magnus Enzensberger, Paul Celan”.
Según reconoció en diversas conversaciones, dos de sus más grandes influencias fueron Immanuel Kant y Thomas Mann.
Con Kant —dijo Pérez Gay en una entrevista televisiva— “me deshice, por fin, de todo fantasma de la religión, y entendí que Dios es un ser tan, tan poderoso, que no necesitó haber existido para dominar a los hombres”.
Y a Mann lo admiró sobre todo por su escritura, pues fue una “revelación en literatura en otro idioma, así como fue Cervantes con El Quijote. El día que terminé de leer La montaña mágica en alemán, me di cuenta de que la literatura alemana existía gracias al idioma. Fue una experiencia única”.
El imperio perdido
En el año 1966, aun siendo estudiante, conoció en persona a otro de los personajes que más influirían en su vida, Paul Celan, a quien incluso posteriormente traduciría al español. De acuerdo con el testimonio que ofreció en una entrevista televisiva, uno de sus maestros de la Universidad Libre de Berlín convocó a sus alumnos a escuchar a un poeta alemán:
“Cuál no sería mi sorpresa al encontrarnos con Paul Celan en medio de la clase. Tardé 25 años en traducirlo al español porque ha llevado el alemán a una capacidad de expresión tal, por ejemplo, dice: ‘En los ríos al norte del futuro, tiro la red que tú indecisa, llenas con piedras escritas en la sombra’…”.
Aunque la obra que José María Pérez Gay tradujo del alemán al español fue más que vasta, incluso podría decirse que suficiente para no pensar en otras tareas intelectuales, su trabajo literario abarcó también el ensayo, rama en la que en 1991 marcó pauta con la publicación del libro El imperio perdido, el cual inmediatamente fue considerado en el mundo cultural como la gran oportunidad para redescubrir el lejano imperio austrohúngaro.
El imperio perdido es un ensayo que, además de contar la historia y caída del poderoso estado europeo, lo cual provocó la Primera Guerra Mundial, examina a Hermann Broch, Robert Mu-sil, Karl Kraus y Joseph Roth, cuatro escritores vieneses de mucha relevancia.
Los autores incluidos en El imperio perdido “son parte de mí. No podría concebirme sin las historias de Joseph Roth…
No puedo ya extrañar Alemania. Alemania es parte de mí”, manifestó en una charla con un diario de México.
En Alemania, “a principios de 1977 trabajaba en la embajada de México, el puesto era menor: primer secretario, agregado cultural”, escribió en un artículo. Y años después sería consejero cultural en las embajadas de México en Austria y Francia, así como embajador de México en Portugal.
José María era mayor que Lourdes, Alicia, Guadalupe y Rafael, sus cuatro hermanos. Aparte de que en México recibió innumerables distinciones debido a sus destacados conocimientos sobre la cultura germana, en 1992 el gobierno de Alemania, entonces encabezado por Richard von Weizsäcker, lo reconoció con la cruz al mérito, y tres años después le fue otorgada la medalla Goethe.
Por la izquierda
En su patria Pérez Gay desempeñó también una prolífica labor en los medios de comunicación y en el mundo de la academia. Por ejemplo, fue catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México, de El Colegio de México y de la benemérita Universidad Nacional Autónoma de México, una de las instituciones más prestigiadas a nivel mundial.
Del mismo modo, en algún momento ocupó la dirección del suplemento cultural del periódico de izquierda La Jornada y fue subdirector de Radio Educación, la emisora cultural del Estado, cargos que desempeñaba mientras ejercía su incansable tarea literaria, la cual se reflejó en la publicación de varios libros y en decenas de artículos divulgados en diarios y revistas, como Nexos, de cuyo consejo editorial era miembro.
Sin embargo, una de las máximas expresiones de su estatura intelectual se manifestó en la fundación y dirección del Canal 22, un canal de televisión pública, en el año 2003, en donde logró aglutinar a un importante grupo de ideólogos y librepensadores y que hoy es un referente obligado en el ámbito educativo y cultural.
De acuerdo con Rafael Tovar y de Teresa, entonces —y actualmente— director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, del cual depende el Canal 22, “Pérez Gay fue nombrado director del canal y con un trabajo intenso pudimos en un tiempo récord, prácticamente un año, organizar una programación muy rica que garantizó el éxito durante los primeros años del canal, incluyendo importantes miniseries, cine internacional, programas de reflexión cultural, producciones propias, todo eso estuvo al aire, satisfaciendo esa demanda cultural que se daba en nuestro país”.
En las elecciones presidenciales en México del 1 de julio del año 2012, en las cuales Enrique Peña Nieto resultó ganador, el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, declaró, al salir de la casilla de votación, haber sufragado por José María Pérez Gay.
Para Pérez Gay ni la política ni López Obrador eran ajenos. En el año 2004 relajó su extenso conocimiento sobre el mundo germánico y se acercó a la política mexicana, específicamente al pensamiento político de Andrés Manuel, con quien siempre simpatizó ideológicamente y quien en ese momento resultó gobernante del Distrito Federal, una de las ciudades más grandes del mundo. A partir de ese momento José María se convirtió en su asesor en política exterior, y luego lo apoyó en su aspiración presidencial de 2006 y los movimientos político-sociales posteriores.
Fue prolífico el pensamiento y trabajo de Pérez Gay. No obstante, para muchas generaciones siempre será el académico que ayudó al sector cultural y educativo de México a comprender y asimilar de mejor forma a Alemania y su significativo poder intelectual. Murió el pasado 26 de mayo y le sobreviven su esposa, Lilia Rosbach, y sus hijos Mariana y Pablo. Y, desde luego, sobrevive el legado cultural con el que a miles fascinó.