Para ella la fortaleza y la debilidad no se determinan por el género, sino por la actitud que se asume ante la vida; Anabel Hernández es fuerte, y a pesar de que su profesión hoy le supone estar amenazada de muerte, no ha bajado la guardia, sino que se encuentra más alerta que nunca, pues sabe que sus hijos la esperan en casa y que México necesita liberarse de la corrupción y el crimen que lo corroen.
Contando los baches, las luminarias fundidas y las fugas de agua en la delegación Miguel Hidalgo, en la capital de México, fue como la periodista y escritora, galardonada en 2001 con el Premio Nacional de Periodismo de México —por la investigación del toallagate—, empezó a los 21 años su carrera de periodismo, muy a pesar de haber crecido en una familia de ingenieros que se oponía a que ejerciera una profesión que su padre consideraba “vergonzosa”.
Desde entonces, su sentido de la humanidad le ha permitido no ser indiferente ante la vida y el sufrimiento de aquellos sobre quienes, desde su papel como periodista de investigación, ha contado múltiples historias con el fin de darles voz y de denunciar a los criminales y corruptos que conforman las redes de narcotráfico y ocupan los puestos de poder en México.
En entrevista con Newsweek en Español Anabel Hernández habla sobre el compromiso social de las mujeres y el importante papel que juegan en los ámbitos político, social, económico y cultural modernos, más allá de las limitaciones que impone el género en una sociedad que no ha logrado vencer sus atavismos y limitaciones. También nos comparte las alegrías, motivaciones y miedos que le suponen la responsabilidad de ser madre y de ejercer el periodismo en un país secuestrado por el crimen y abundante en corrupción e impunidad.
Con blusa blanca, pantalón azul, tacones color beige y un bolso grande y abultado entró ella, Anabel, con prisa a la editorial donde un día antes habíamos pactado encontrarnos para hablar, de mujer a mujer, precisamente sobre nosotras, las mujeres.
Para comenzar, una pregunta cuya respuesta parecería obvia y fácil, pero que, contrariamente para Anabel, y me atrevo a decir que de igual manera para todas las grandes mujeres que en esta edición entrevistó el equipo de Newsweek en Español, requirió de una larga pausa para pensarse y responderse.
“¿Ser mujer? Para mí es un orgullo. No soy de las que piensan que las mujeres tenemos una menor o una mayor categoría en la sociedad, porque somos capaces de dar vida, porque procreamos. Ser mujer es ser madre, es ser una ciudadana con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro en el mundo, es luchar contra la adversidad, le pese a quien le pese”.
Al haberse dedicado, principalmente desde 2001, al periodismo sobre corrupción y narcotráfico, y en un país en donde de 2005 a finales de 2012 se han registrado —según reportó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)— 82 homicidios y 18 desapariciones de periodistas, además de numerosas denuncias de agravios y agresiones, así como 28 ataques contra los medios de comunicación
en diversos estados, Anabel Hernández está en constante riesgo.
¿Qué significa ser mujer en esta profesión?
“Yo no creo que una mujer periodista sea diferente a un hombre periodista, creo que hoy más que nunca queda claro, con este terrible índice de muertos y desaparecidos, que son violentados tanto los periodistas hombres como las periodistas mujeres de la misma manera salvaje.Creo que ser periodista en México, sin importar el género, es una gran responsabilidad y un gran reto espiritual, intelectual y humano porque requiere de poder soportar la adversidad de la gran corrupción que existe en todas partes, de la impunidad, de la falta de libertad de expresión que hay en el país y que es la causa de que periodistas como yo y como cientos más sean amenazados constantemente por las publicaciones que hacen. Ser periodista es tener un gran compromiso y amor por México.
“Ahora, específicamente como mujer, mi principal carga es ser madre y seguir asumiendo el compromiso, pese a las amenazas, el acoso y los atentados.
“Cuando empecé a investigar sobre narcotráfico, en 2005-2006, cuando realmente me metí en la cloaca del narcotráfico para sacar la información y tuve que hablar con narcotraficantes, sicarios, asesinos, funcionarios corruptos y no corruptos, con policías, ciudadanos comunes y corrientes, tratar el tema como mujer sí me fue difícil. La mayoría de las personas, los generales, los policías, me preguntaban: ¿usted tiene hijos? Sí, sí tengo hijos; no pues mejor, este tema no es para mujeres, no se meta en problemas, mejor dese la vuelta y póngase a hablar de moda y ese tipo de cosas… Pero eso ya no pasa más porque de tanto insistir e insistir logré meterme y ahí sigo”.
¿Anabel Hernández ha tenido miedo?
“No solo he tenido miedo, vivo con miedo. Desde que me empecé a dedicar al periodismo sobre corrupción y empecé a investigar el tema de la corrupción policiaca y empecé a jalar las primeras pistas de corrupción sobre la Secretaría de Seguridad Pública federal, sobre Genaro García Luna, sobre Luis Cárdenas Palomino, sobre Armando Espinosa de Benito, sobre Facundo Rosas Rosas y todo ese equipo siniestro, empecé a sufrir diferentes tipos de acoso y hoy mi miedo, por desgracia, es absolutamente fundado.
“Llevo cinco años investigando esa corrupción policiaca, a esos personajes, y desde entonces fuentes de información mías han sido asesinadas, encarceladas injustamente, y amenazadas por la información que me han proporcionado.
“Ha sido un acoso terrible, impune, que me ha restado libertad en todos los sentidos. Acabo de tener que ampliar la averiguación previa que existe contra Genaro García Luna en la Procuraduría General de la República (PGR) y en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJ) porque fui informada de que en diciembre se estaban orquestando nuevos planes para asesinarme.
“En la PGR las hojas del expediente que está abierto respecto a mi caso ni siquiera están foleadas, nunca investigaron nada, y cuando estaban investigando y encontrando pistas y elementos suficientes para acreditar el atentado que sufrió mi familia, en enero de 2011, soltaron la investigación súbitamente; la recomendación que me dio el titular de la mesa 12 responsable de la atención a periodistas, Fernando Baeza Velázquez, es que la próxima vez mejor no firme mis artículos para así evitar problemas”.
¿Qué es lo que te hace seguir a pesar de ese miedo y de saberte desprotegida?
“Lo que tiene que ver con mi propio concepto de qué es ser periodista, seas mujer u hombre. Si los periodistas en México hoy no cumplimos con la tarea que estamos obligados a hacer, de sanear el país, de investigar la corrupción, de justamente tocar esos temas sensibles para que la gente lo sepa y pueda tomar sus decisiones, estamos condenando a nuestros hijos a vivir en esta misma inmundicia de injusticia e impunidad.
“Mi padre fue secuestrado y asesinado en el año 2000. Yo no puedo pensar que el futuro de mis hijos sea vivir lo mismo, por eso es mi compromiso, porque yo realmente creo que, si nosotros hacemos un buen trabajo, tenemos una posibilidad de influir en el cambio de esta sociedad, que está podrida. Hoy yo no pienso qué me va a pasar si sigo denunciando la corrupción de este grupo policiaco y de muchos otros sujetos, hoy estoy pensando en qué va a pasar si no lo hago, la corrupción y la impunidad crecen en el silencio”.
Autora de libros como La familia presidencial: el gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción, Fin de fiesta en Los Pinos, Los cómplices del presidente, Los señores del narco y México en llamas: el legado de Calderón, Anabel Hernández ha logrado que su trabajo trascienda fronteras y que sea reconocido internacionalmente por su rigor y precisión característicos. Pero llegar hasta ahí no fue fácil.
“Empecé de cero en el periódico Reforma, cubriendo información elemental; iba tocando las puertas de las vecinas para que me dieran sus quejas, ahí en la calle empecé a tener contacto directo con la realidad y a acercarme a la gente.
De pronto un día me mandaron a cubrir una marcha y conocí a un señor que decía que había un gran fraude en los padrones electorales del DF porque había empadronados en los camellones, en el Ángel de la Independencia, y aunque nadie lo pelaba yo me aboqué a escucharlo y pude documentar que, efectivamente, en el registro federal del DF tenían electores ‘fantasma’, y con eso me gané la primera plana del Reforma.
“Entonces aprendí que no hay historia que valga poco y que no hay una fuente de información que sea menos importante. Hay que escuchar y, por supuesto, corroborar, porque si uno no escucha hasta al ciudadano más sencillo puede tener la historia del año enfrente y no verla”.
¿A qué le atribuyes tu éxito?
“A mi perseverancia, a mi propia disciplina, a mi dedicación, que implica todas las horas de trabajo que hay detrás de un reportaje; pero, sobre todo, se lo atribuyo a mi humanidad, a no ser indiferente ante el dolor de los demás, a no ser indiferente a las historias de los demás”.
Las mujeres no solo representan el 52 por ciento de la población mundial, sino que dan a luz al 48 por ciento restante. Ante tal contexto, ¿cuál es su papel en la sociedad moderna?
“Hoy en día la mujer tiene un papel clave en la sociedad de México por el factor demográfico, por su papel económico como jefa de familia y por el papel de cambio social que podemos imprimir en la sociedad.
“Desde nuestro rol de madres somos quienes podemos ser factores de cambio para la legalidad, la honestidad, la justicia y ese tipo de valores importantes que hoy se han perdido, porque estamos en contacto directo con esos hijos que el día de mañana van a ser ciudadanos”.
Si bien es cierto que el reconocimiento legal de los derechos del sexo femenino, el empoderamiento de las mujeres y el consenso en torno a la igualdad de género ya son un hecho en gran parte de los países del mundo, ¿podemos hablar de logros alcanzados en torno a la igualdad de las mujeres?
“El problema de género en México, más que ser un problema de leyes o de políticas públicas, es uno cultural muy enraizado. La principal desventaja de las mujeres no es que las leyes que hay para protegerlas no se apliquen, sino toda la cultura de menosprecio que hay detrás. Hace falta ese empoderamiento que no se lo va a dar ni el gobierno, ni el marido, ni el jefe, ni el director de la empresa.
“A mí cuando me preguntan por qué en las redacciones las mujeres son generalmente las más mal pagadas, yo les respondo que en todas las redacciones en las que he trabajado he sido
de las mejores pagadas porque no permito que otra cosa suceda”.
¿Qué significa ser iguales?
“Para que un hombre y una mujer sean iguales se necesita que realmente existan las mismas circunstancias económicas, políticas y culturales de desarrollo, que los dos tengan exactamente la misma circunstancia, el mismo suelo parejo de donde salir al mundo, y ya dependerá de cada quien si es capaz de salir, de sobresalir, o de dejarse vencer por su complejos”.
Con sencillez, pero con la autoridad que avala su trayectoria, y sobre todo, por la fuerza de sus convicciones, Anabel Hernández para terminar nos regala un mensaje para las mujeres del mundo:
“No pidamos que se nos otorgue lo que nosotras mismas no somos capaces de luchar. No queramos que crean en nosotras si nosotras mismas no creemos en lo que somos y tenemos para dar. Y no estemos esperando que alguien resuelva en nuestras vidas lo que nosotras mismas no somos capaces de resolver…”.
Ella, la madre y la periodista, antes de dar por terminado nuestro encuentro, asegura: “Mañana me levantaré con miedo, pero, sobre todo, con la ilusión de ver a mis hijos y de regresar al mar”.