En México la posibilidad de invertir el 1 por ciento del PIB en ciencia y tecnología, como lo establece la ley, sigue siendo una aspiración.
“EL CONOCIMIENTO es poder. La información es libertadora. La educación es la premisa del progreso, en toda sociedad, en toda familia”, dice Kofi Annan. Esto siempre fue cierto, pero en las sociedades modernas, lo es más, es crucial y sine qua non; el conocimiento es la clave del progreso y el bienestar de los pueblos.
En nuestro país se invierte entre 0.5 y 0.55 por ciento del producto interno bruto en ciencia y tecnología. La posibilidad de invertir el 1 por ciento que establece la ley sigue siendo una aspiración.
Como resultado del incumplimiento de la ley, muchos proyectos científicos han dejado de ser apoyados, muchos de estos buscaban atender demandas de investigación que hubiesen ayudado a resolver problemas de interés nacional. Otros pretendían ir generando nuevas líneas de conocimiento. Muchos fueron calificados como de gran calidad, pero no recibieron financiamiento por los recortes a los que estuvo sujeto el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en los últimos años.
Por lo mismo, y salvo por algunos grupos de investigadores mexicanos que se esfuerzan por mantener una cierta presencia en grandes proyectos internacionales, la participación de nuestro país es escasa en el concierto donde se genera el conocimiento. El compromiso de México en el mundo de la ciencia y la tecnología es tímido.
Según cifras recientes de la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), México cuenta con aproximadamente 46,000 científicos, lo que significa que tenemos cerca de 380 investigadores científicos por cada millón de habitantes. Estados Unidos y Europa Occidental cuentan en promedio con 4,000 científicos por cada millón de habitantes.
Algunos países de Latinoamérica como Argentina, Brasil y Costa Rica tienen un promedio cercano a los 700 científicos por cada millón de habitantes.
Un aspecto importante de la transformación del país a la que aspiramos con un cambio de gobierno es la claridad en el sector social y gubernamental de que, como decía Benjamín Franklin: “Invertir en conocimiento produce siempre los mejores beneficios”. Una ciudadanía consciente de esta verdad debe incluir en sus demandas la exigencia del cumplimiento de la ley que nos lleve a incrementar la inversión en ciencia y tecnología.
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El autor es doctor en física por la Universidad de Dortmund y profesor titular del departamento de física del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN