Por primera vez en una década, Karime Amaya, una de las más reconocidas bailaoras de flamenco del mundo, pudo festejar su cumpleaños acompañada de su familia y seres queridos. Aterrizó en Ciudad de México, su ciudad natal, ese mismo día y fue directo a casa para abrazar a su madre, a la que dice le debe el amor por el tablao y el flamenco.
Desde los cuatro años de edad bailaba en el estudio de su madre, pero al cumplir ocho quiso ir en contra de sus padres y se alejó de los salones de flamenco. Pocos años después se dio cuenta de que tenía una facilidad especial que las demás alumnas no poseían, entonces, aún a esa corta edad, decidió que quería hacer de los tablaos y el flamenco su modo de vida.
“Mi casa era la escuela, yo estaba acostumbrada al compás, a escuchar flamenco todo el día y a la manera en que daban clases mi madre y mi abuela. Rápido le empecé a agarrar el gusto y ellas estaban encantadas con esa decisión”, cuenta Karime en el estudio de su madre, en la colonia Roma.
Sentada de espaldas a un telón rojo, en un sillón que se encuentra frente a fotografías viejas, hablamos con Karime Amaya sobre su decisión de dejar México para perseguir su carrera como bailaora profesional en los tablaos y escenarios del mundo.
—¿Cuándo comprendiste que tenías que dejar México para alcanzar tus sueños?
—A los 12 años me fui con mi mamá a una gira que tuvo con Antonio Canales en España. Ahí terminé de enamorarme del flamenco y me di cuenta de que quería ser bailaora toda mi vida. Le dije a mi mamá que quería vivir en España y a los 18 años me fui con mi hermano, estuve un año y medio, conocí al padre de mi hijo y me embaracé, volví a México para tener a mi hijo y a los 23 años regresé para España y ya no he vuelto en diez años.
—¿Qué puedes hacer en España que no puedes hacer aquí?
—Allá puedo bailar todos los días. De lunes a domingo hay espectáculos porque hay muchos tablaos y eso se traduce en mucho trabajo: teatro, galas, tablaos o algún artista que me invita a bailar a su propio show. Aquí no hay tanto para el flamenco, hay una o dos salas donde se puede bailar, hacen espectáculos una vez por semana y para mí no es suficiente. Es que es algo que necesito hacer diario.
—¿Y cuándo descansas?
—Yo bailo por temporadas. Decido cuándo le doy con todo y cuándo me tomo un descanso. Pero el cuerpo se acostumbra.
—¿Qué opinas de las nuevas incursiones que vemos mezcladas en las coreografías de danzas tradicionales como el flamenco y el ballet?
—Yo soy mucho de tradiciones y mi baile es así. No tengo nada en contra de lo contemporáneo, pero no es lo que amo. En el flamenco que bailo hay mucha técnica, hay mucho sentimiento, en el escenario está mi verdad y está mi tradición familiar, que es un sello que se ha pasado de generación en generación y creo que es mi deber que, independientemente de la evolución que tenga mi baile, el sello tenga que aparecer intacto. Y ese sello es la fuerza, la garra, el temperamento y el dejar el alma en el escenario.
—Y México, ¿lo extrañas?
—Extraño México de todas las formas posibles, lo que más extraño es a mi familia. La forma de vivir en España es muy distinta a la de México. Extraño mucho la comida, la necesito en mi vida. Al final no importa cuánto tiempo me vaya de este país, yo me identifico con México porque soy mexicana.
—¿Qué es lo que siempre le encargas a los mexicanos que van a Madrid?
—Uf. Paletas de chile, gomitas de chile y las salsas del Yucateco. Me encanta cocinarme y que me sepa a México.
Karime Amaya se encuentra en España montando un espectáculo personal que espera presentar en los mejores festivales y teatros del mundo. Entre ellos, alguno en México.