Con “Death Star” (en referencia a la Estrella de la Muerte de la Guerra de las Galaxias), Robert Longo presenta un argumento de 40,000 balas contra la violencia armada.
En 1970, Robert Longo cursaba el ultimo año en la preparatoria Plainview de Long Island, Nueva York. Era un astro del fútbol americano, con cabello largo, y fumaba mariguana. “No me iba bien en los estudios y me inquietaba el reclutamiento de Vietnam”, recuerda. “Había visto tipos mayores que yo que regresaban completamente fastidiados”.
El 4 de mayo de aquel año, la Guardia Nacional de Ohio mató a tiros a cuatro estudiantes durante una manifestación en la Universidad Estatal de Kent; y uno de ellos fue Jeffrey Miller, quien había egresado de Plainview pocos años antes. En la hoy emblemática fotografía de John Filo (ganadora del premio Pulitzer), Miller es el hombre de 20 años que aparece tendido bocabajo en el pavimento, con una muchacha acuclillada a su lado. Aquel dúo se convirtió en símbolo perenne de la agitación social del país.
Con el tiempo, Longo llegaría a ser uno de los artistas contemporáneos más importantes de Estados Unidos, integrante de la pionera Pictures Generation (1974 a 1984). Igual que Cindy Sherman, Richard Prince y Barbara Kruger (entre otros), Longo rechazó el minimalismo y el conceptualismo, a menudo recurriendo a imágenes apropiadas de diarios, publicidad, cine y televisión. Sin embargo, aquella fotografía de Filo y el cadáver de Miller (un catalizador del activismo social de Longo) “es una de esas imágenes con las que nunca pude hacer arte”, confiesa. “Aún me atormenta”.
“Men in the City” (1977 a 1984), la obra que lo puso en el mapa, es una serie de 35 retratos fotorrealistas en carbón y grafito, donde presenta hombres y mujeres de negocios en animación suspendida, contorsionándose y cayendo. Si bien no es un tema abiertamente político, cada retrato anónimo es una crítica poderosa de los excesos y la enajenación en la década de 1980. “Crecí como artista bajo Ronald Reagan; en la era Trump pre-Trump”, bromea Longo. “Él fue el primero en decir ‘Hagamos grande a Estados Unidos’. Recuerdo que habló de recuperar los valores tradicionales del país, y pensé, ‘¿Se refiere a la esclavitud?’”.
Desde entonces, la controversia y la tragedia -guerra, inmigración, brutalidad policiaca y corrupción gubernamental- han seguido preocupándolo. Su producción más reciente, “Death Star”, aborda uno de los temas más debatidos en Estados Unidos: la violencia armada. El artista asegura que el problema es mucho más complicado que las crisis de su juventud. “En 1968, resultaba evidente que la Guerra de Vietnam y el racismo eran errores”, informa. “Pero la dimensión de los problemas actuales es mucho más compleja. Por ejemplo, sin duda serían útiles las legislaciones más estrictas para las armas, aunque no resolverán completamente el problema. No queda claro cómo debemos proceder”.
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La pieza que debutó en Art Basel, Suiza, el 14 de junio, es una esfera enorme compuesta por 40,000 balas: cantidad aproximada a la abrumadora cifra de ciudadanos estadounidenses abatidos por las armas en un solo año (no incluye los suicidios). Esta obra es una especie de actualización de un proyecto -también llamado “Death Star”- que concluyó en 1993: otra pieza integrada por 18,000 balas calibre .38. Su aspecto fue inspirado por, “pues sí, ‘La Guerra de las Galaxias’ y una esfera disco”, confiesa Longo, si bien nada de caprichoso tiene el incidente que inspiró la obra.
En 1993, su hijo -entonces, de 14 años- regresó a casa y le contó que uno de los chicos del parque de béisbol local, en la Ciudad de Nueva York, había sacado un arma. “Mi hijo estaba muy emocionado”, revela el artista, quien ha criado tres varones con su esposa, la actriz alemana Barbara Sukowa. Esa “emoción” respondía a un cambio en la dinámica del poder. “Ya no tenías que ser el chico más fuerte ni el más rudo, solo hacía falta que tuvieras un arma. Eso me hizo comprender que debía prestar más atención a las armas de fuego”, prosigue Longo, quien empezó a hacer investigaciones con el FBI, las cuales derivaron en su primera “Death Star”.
Como sin duda has notado, el problema de las armas se ha disparado desde entonces. “Toda mi ira y mi impotencia han amplificado mi obra en los últimos tres o cuatro años”, agrega Longo. “¡Todos esos tiroteos masivos!”. Insiste en que no tomó la decisión consciente de hacer arte político: “La creación artística, en sí, es un acto político: la libertad de expresión. No pretendo instruir ni predicar”, asegura. “Lo que deseo es presentar algo con impacto visual, que permita al espectador tomar una decisión propia”.
La diferencia principal entre la “Death Star” nueva y la original (hoy albergada en el Centro para las Artes Burchfield Penney de Búfalo, Nueva York) es el tipo de balas que utilizó, las cuales reflejan el cambio de preferencias del país: de las armas de mano a los rifles AK-47 y Bushmaster. “Lo que de veras me impactó es la cantidad de pólvora que contienen esas balas: más del doble que una calibre .38. Es apabullante”, señala el artista.
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Claro está, las balas de sus obras no contienen pólvora. En 1993, Longo compró salvas por correo, pero eso se ha vuelto ilegal en el estado de Nueva York. “Así que tuve que comprar casquillos y proyectiles por separado, así como un cargador para ensamblarlas”, informa. Y a pesar de ordenar decenas de miles de casquillos, “nadie llamó a mi puerta. Nada. Por supuesto, no contienen pólvora, pero ¡no es difícil de producir!”. Solo tuvo que responder a una interrogante después que ordenó 4,000 balas adicionales y la vendedora telefónica preguntó si le gustaría redondear la cantidad con un donativo para la Asociación Nacional del Rifle (ANR). Longo ríe al recordar. “¿Estás loca?”, le dijo.
Para crear la secuencia aleatoria de las balas -cada una colocada a mano-, el artista trabajó con un ingeniero de NASA en Neoset Designs de Brooklyn, Nueva York. Longo no quería dejar patrones reconocibles, porque la violencia armada no los tiene. El resultado de dos toneladas, que demoró un año en quedar terminado, será presentado por Metro Pictures y Galerie Thaddaeus Ropac en Unlimited, una plataforma de curaduría para proyectos que trascienden los típicos quioscos de las ferias de arte (otros ejemplos de la obra de Longo estarán exhibidos en el quiosco de Metro Pictures).
La esfera colgará a la altura visual del espectador mediante una cadena sujeta a unas vigas. “Soy un gran admirador del músico Nick Cave”, dice Longo, “y en la letra de una de sus canciones, ‘Jubilee Street’, hay una línea que habla de una catástrofe de diez toneladas en una cadena de diez libras. Me hace pensar en esta pieza”.
“Death Star” flotará en la oscuridad, con un spot de alta intensidad instalado en la viga. Conforme te aproximas, el horizonte del contorno empieza a relucir. “Es muy psicodélico”, dice Longo, “porque cuando la ves inicialmente, no sabes de qué se trata. Una vez que estás enfrente y te das cuenta de que está hecha de balas, resulta muy impresionante. Y la cantidad de balas es una locura”.
Sugiero que “Death Star” parece una declaración contra las armas. Longo lanza un profundo suspiro y responde con una anécdota: “Estaba en la universidad, tomando ácido y caminando por la calle con un amigo”, recuerda. “Entonces, vi la cabeza de Jimi Hendrix en un árbol que estaba frente a mí y le dije a mi amigo, ‘¿Puedes ver la cabeza de Jimi en el árbol?’. Por supuesto que no la veía, pero después comprendí que aquello era como hacer arte: intentas que la gente vea las cosas que tú ves”.
El 22 de abril, más o menos un mes antes de nuestra entrevista, un hombre blanco, armado con un rifle semiautomático, mató a cuatro personas en un restaurante Waffle House de Nashville, Tennessee. Ese incidente reforzó las profundas divisiones y las tristes ironías inherentes a la vida en una democracia con una diversidad racial inmensa: resulta que James Shaw Jr., el hombre que salvó a los supervivientes, era un joven negro. “En una nación donde los policías temen a los hombres negros armados -y donde, en otras circunstancias, tal vez lo habrían arrestado- aquel hombre negro fue quien sujetó el cañón caliente con su mano y lo lanzó muy lejos”, dice Longo.
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Sugiere que, tal vez, el país está predispuesto a la violencia. “Estados Unidos tiene una cultura descabelladamente competitiva”, acusa. “Yo soy descabelladamente competitivo”. Apunta a su pasión por el fútbol americano, un juego que fomenta y recompensa la brutalidad, algo que se inculca desde muy temprana edad. “Sé que el fútbol es malo y no permitiría que mis hijos lo practicaran”, reconoce, “pero me encanta”.
Dangerous Nation, libro de 2006 del neoconservador Robert Kagan, hizo que Longo visualizara Estados Unidos como un equipo deportivo. “Es un concepto aterrador, porque ¿cuál es el objetivo de un equipo deportivo? Ganar”, confirma. “Masacrar al equipo contrario, humillarlo. Por ello, cuando ocurrieron los ataques del 9/11, no se hizo el menor intento para entender a qué se debieron. Ellos anotaron un gol y ahora, nosotros tenemos que matar a 100,000 de ellos”.
Te guste o no, millones de estadounidenses comulgan con esa mentalidad de ganar a cualquier precio. Longo considera que la tenencia de armas es “ridícula y la ANR es horrible. Sin embargo, hay gente que vive en los bosques y debe vérselas con osos pardos. Un amigo de Montana tiene montones de armas, pero dudo que vaya a matar a alguien”.
Y encima, agrega, tenemos el innegable incentivo económico de los fabricante. “Todo lo que he comprado, últimamente, fue hecho en Paquistán o China”, revela. “Aunque casi todas las armas vendidas en Estados Unidos se hacen aquí. Es una industria enorme. Y lo irónico es que, cada vez que hay un tiroteo masivo, las ventas de armas de fuego aumentan porque la gente teme la regulación de las armas”.
Es extraño pensar que 40,000 balas puedan ser una forma de persuasión sutil, pero, para Longo, tal es la intención, sobre todo cuando los dos frentes del debate estadounidense sobre las armas parecen incapaces de conversar o llegar a un compromiso. “El individualismo excesivo de los estadounidenses, exacerbado por los medios, refuerza los prejuicios para que no confiemos en los demás”, sentencia Longo. Agrega que el consiguiente tribalismo extremo deviene en muchos tipos distintos de estadounidenses. Y lo que puede hacer el arte es “brindarte la oportunidad de mandar al diablo los prejuicios; de decir, ‘¿Por qué no lo miras de esta forma o lo interpretas de una manera un poco distinta?’”
Es muy probable que la concurrencia de Art Basel -la feria de arte más importante del mundo, a la que asisten los coleccionistas más ricos y los galeristas más destacados- piense igual que Longo. En definitiva, la Unión Europea está de su parte; su gobierno ha establecido controles nuevos y rígidos para las armas. “Predicas a los conversos”, dice Longo, “pero lo importante es que los conversos hagan algo”. Por ejemplo, 20 por ciento de las ventas de “Death Star” se destinarán a Everytown for Gun Safety, una organización sin fines de lucro fundada en 2014 (y financiada) por el ex alcalde de la Ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg, como un vehículo para responder a la influencia política de la Asociación Nacional del Rifle. “No participo en protestas ni en marchas”, revela Longo, “pero puedo hacer algo de otra manera, y el dinero es poder”.
Crear belleza a partir del desastre se antoja un ejercicio contradictorio, mas Longo solo sigue una tradición muy añeja. En su opinión, “La balsa de la Medusa”, de Théodore Géricault, es “una de las máximas piezas de arte político jamás concebidas. Lo mismo que el ‘Guernica’ de Picasso”, agrega. “Y, recientemente, topé con algo que me ha parecido el mejor arte que he visto hasta ahora: un video musical de Childish Gambino [el alias de Donald Glover] titulado ‘This is America’”.
Procede a describir una escena del video, cuando Gambino, después de matar a tiros a un hombre negro, entrega el arma a una persona, quien la envuelve, casi con ternura, en una suave tela roja y desaparece con ella. Entre tanto, arrastran bruscamente el cadáver fuera de escena, lo cual sugiere que el instrumento que puso fin a la vida es más valioso que la vida que segó.
“Es brillante y conmovedor”, afirma Longo. “Kanye West se moriría de rabia si lo viera”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek