Cuarenta años de carrera iluminados por éxitos como “El gobernante” y “La familia”; por esculturas que se encuentran en el Jardín de Chapultepec; por “Rompiendo el círculo”, que aún podemos apreciar en el Instituto Politécnico Nacional, y cuya pintura recibió el Foire International de l’Estampe á Paris; por encargos directos del papa Juan Pablo II; y por distintas series que han sido expuestas en Hungría, Francia, Canadá y otros rincones del mundo.
Gogy Farías habla de lo que para ella ha significado ser una artista mexicana con reconocimiento internacional. “He expuesto en muchísimos lugares. Pero mi sueño dorado siempre ha sido México, adoro este país. Estuve trabajando en el extranjero porque era ahí donde estaba teniendo éxito mi obra. Después comenzaron a salir encargos en mi país y por eso regresé. Tengo la suerte de tener obras en diversas regiones, desde Azcapotzalco y la Catedral de Puebla hasta Acapulco y Chiapas. Eso me llena de alegría: que mi obra se quede en el país”, cuenta Gogy, refiriéndose a obras como la escultura del papa Juan Pablo II que la fundación polaca USOPAL le encargó y se encuentra en Polonia, además de otras que su santidad ordenó para distintos lugares como Ruanda, en África.
Desde pequeña el arte ha sido su vida. Gogy cuenta que desde que era niña observaba su entorno: los colores y las formas de sus juguetes, el efecto que la luz del sol tenía sobre ellos y la manera en que representaban lo que veía en el mundo real. Sus padres eran amantes de la música, la literatura y las artes plásticas, y atribuye a eso su interés temprano en la escultura.
En el estudio de Gogy hay figuras de niños, santos, árboles e insectos. También homenajes a artistas como Picasso y Da Vinci, esculturas en honor a la danza mexicana, a Diego, Frida y a los mercados de México. En las paredes y mesas se ve el trabajo de una mujer que se inspira en su país y que no ha dejado de producir durante 40 años.

—¿Qué significa para ti hacer arte?
—Es una disposición personal de descubrir de lo que eres capaz. Cuando somos jóvenes no tenemos esa madurez y conocimiento acerca de quiénes somos, y yo lo descubrí a través del arte.
—¿Cuándo fue la última vez que no pudiste dejar ir una escultura?
—Me pasa mucho. Hay una obra, “La pareja amorosa”, es hermosa y fue mucho trabajo, desde traer el ónix de San Luis Potosí y que la pieza saliera limpia (la explotación del ónix la hacen con dinamita, entonces compras las piedras con el riesgo de que te salgan rotas). Cuando la terminé, dije: ‘La quiero para mí’, y la tengo en casa.
—¿Cuál es tu material predilecto?
-La plastilina profesional. Es parte de la tecnología que ayuda a los artistas. Mi material favorito es el barro, pero hay que humedecerlo mucho para que no se cuartee, entonces es complicado. Cuando te encargan una pieza de dos metros y medio es difícil mantenerla húmeda, la plastilina profesional sirve para hacer piezas grandes, además su maleabilidad permite que se vean mejor los rasgos faciales.
—¿Sientes un compromiso con tu obra?
—Siempre hay un compromiso y una responsabilidad, aunque sea una encargo el reto es personal. Cuando estás comprometida con la figura, tiene que haber mucho equilibro y cuidado de la proporción, y eso es lo que hace que la obra sea especial.
—¿Qué te inspira a trabajar?
—Hoy me inspira la vida: los momentos que son bonitos y los que son fuertes. Lo que me motiva e inspira es algo profundo que llega cuando me pregunto cómo voy a interpretar lo que estoy viendo.
“Hay etapas en las que estás atrapado en tus pensamientos sin encontrar solución, y ¿cómo interpreto ese momento? Con un vértigo y el vértigo hace que la persona, al caer al caos, viva el vértigo y se dé cuenta de que tiene que luchar, que no puede quedarse ahí. Ese círculo vicioso que rompes te lleva a encontrar la riqueza del universo y es cuando triunfas. Eso que acabo de explicar es un mural que hice que se llama “Del caos al cosmos” y es una narrativa por la que todos pasamos, es una etapa de crecimiento espiritual con la que casi todos se pueden sentir identificados”.
—¿Cuándo fue la última vez que México te inspiró para hacer una obra?
—A mí me gusta mucho el baile regional, no lo practico, pero lo disfruto mucho. Hice unas bailarinas que se llaman “Faldas de mariposa”, las llevé a Nueva York y tuvieron mucho éxito. Después hice “El son de la negra” y luego “La Guelaguetza”. Estos temas mexicanos me parecen fantásticos.