Como muchos adolescentes, Elias Bender Rønnenfelt pasaba horas solo, en su habitación, escuchando música. Era un muchacho danés creciendo en el nuevo milenio, pero los sonidos que lo emocionaban eran estadounidenses y británicos, de décadas anteriores. “Todo tipo de bandas no wave de Nueva York”, dice Rønnenfelt, ahora de 26 años. “David Bowie. Crass. Teen Idles”.
Una de sus favoritas: la influyente banda punk Richard Hell and the Voidoids. Así, a Rønnenfelt lo desconcertó que Hell, un veterano punk de 68 años, escribiera recientemente un ensayo apasionado en el que elogiaba a la banda de Rønnenfelt, Iceage. En el texto, el veterano se imagina “como un chavo acostado en mi habitación, con la puerta cerrada y a oscuras, escuchando a esta banda y obteniendo lo que necesito”. Fue raro leer eso, dijo Rønnenfelt mientras visitaba las oficinas en Nueva York de Matador Records en marzo. “Es extraño —añadió— cuando una voz de tu habitación de adolescente regresa para hablarte”.
Él y sus compañeros de banda —sus amigos de la infancia Jakob Tvilling Pless (bajo), Dan Kjær Nielsen (batería) y Johan Suurballe Wieth (guitarra)— estuvieron en la ciudad para promover su cuarto álbum, el cual tiene un sonido que podría catapultarlos a las listas comerciales. No es que Iceage tenga la intención de limitarse a un género. “Nunca nos identificamos como algo”, comentó Rønnenfelt. “Para nosotros, es importante nunca conformarnos o estar de acuerdo con las ideas de alguien más sobre lo que podríamos ser”.
Los miembros de la banda se han acostumbrado a que los críticos los adulen desde una edad temprana. En 2011, su debut —una explosión tensa de 24 minutos sobre la ansiedad adolescente titulada New Brigade— se ganó el aplauso internacional, incluso de críticos quienes, en otras circunstancias, no le darían una segunda oída a una grabación de hardcore. No fue suerte: el arte y la ferocidad continuaron en 2013, después de que la banda obtuvo un acuerdo con Matador. “El primer disco lo grabamos en cuatro días o algo así”, dice Nis Bysted, desde hace mucho el productor de Iceage. Para You’re Nothing, “tuvimos tal vez cinco o seis días. Y tuvimos alrededor de cuatro sobreposiciones en todo el disco”.
Iceage rápidamente se ganó una reputación por sus brutales shows en vivo, al estilo de The Birthday Party, que se balanceaban al borde de hacerse daño físico (en cierto momento, el blog de la banda recopilaba fotos de fans mostrando heridas recibidas en sus conciertos). Iggy Pop llamó al grupo “la única banda punk actual en la que puedo pensar que suena en verdad peligrosa”. Ese peligro es más amenazante en el disco más experimental de Iceage (a la venta el 4 de mayo). Las canciones son demasiado largas, los tempos más aletargados y lentos, como para ser llamadas hardcore. Hay intensidad, pero hierve a fuego lento en vez de erupcionar, con violines y cuernos exuberantes. Aun así, no esperes nada menos que un asalto auditivo cuando estén de gira.
Pocos días después de nuestra entrevista, caminé hasta una galería en un sótano de Manhattan para ver tocar a Iceage, pero ara cuando llegué, el departamento de bomberos ya había cancelado la tocada. A la siguiente noche, la banda tocó exitosamente un show lleno en un abarrotado lugar para actuaciones, similar a un ático, pegado a un bar en el vecindario Bushwick de Brooklyn. Iceage hizo estallar todo el álbum nuevo mientras Rønnenfelt, empapado en sudor, giraba alrededor del pequeño escenario. No hubo rollo: las canciones colisionaban entre sí, al estilo de Ramones. Un saxofonista incorporó un elemento quejumbroso de free jazz al estruendo. El volumen del ruido evidentemente provocó que varios discos de vinilo pegados a la terraza se aflojaran y cayeran en las cabezas de sus fans.
Tal energía tiene un precio. En 2015, la banda pasó cuatro meses agotadores en gira por Norteamérica y Europa. “Muchas veces hemos estado al borde de la locura”, dijo Rønnenfelt, de vuelta en la oficina de Matador, donde los fuertes ruidos de una construcción afuera sonaban como si estuvieran audicionando para unirse a Iceage. Para Beyondless, Iceage hará gira por EE UU solo dos meses, empezando en mayo, y él tiene emociones encontradas al respecto. “A veces vas a una ciudad diminuta de la que nunca has oído hablar, y tiene el mejor público [porque] los chavos están aburridos y no tienen qué hacer”, comenta Rønnenfelt. “A veces está totalmente muerto. Y genérico y deprimente. Nunca estás seguro con estas ciudades pequeñas”.
Rønnenfelt ha desarrollado una reputación de rockero quisquilloso y precavido, así como de compositor dotado con facilidad para las imágenes enmarañadas y perturbadoras. “Él tiene estos períodos en los que se aísla para escribir y no lo vemos mucho”, dice Bysted. “La parte de las letras es algo con lo que nadie se mete. Él es tan brillante en ellas”.
Bysted conoce al cantante desde que era un muchacho precoz de 13 años, absorbiendo discos viejos como una esponja postpunk. “Él era un chavo en verdad raro. Desde chico, conocía muchísima música. Podía hablar con un tipo de 50 años sobre música de finales de la década de 1970 o algo extraño de principios de la de 1990”.
Las letras de Rønnenfelt evitan una interpretación simplista, y Beyondless se beneficia de la imaginación oscura del cantante. En “Hurrah”, parece adoptar la perspectiva de un soldado sediento de sangre: “Porque no podemos dejar de matar/Y nunca dejaremos de matar/Y no deberíamos dejar de matar”, dice el estribillo aporreante. “Se trata de la guerra, la crueldad del hombre y el instinto profundamente arraigado de matar a tu vecino”, comenta Rønnenfelt, a quien le perturba el ascenso del nacionalismo de extrema derecha en Europa y EE UU. “Es importante reconocer cuán peligrosos somos, y cómo ese potencial se halla en la mayoría de nosotros”.
Rønnenfelt no terminó la preparatoria, pero lee sin cesar. Las canciones de Iceage se han inspirado, entre otros libros, en Georges Bataille —quien despertó el interés del cantante en escribir— y Jean Genet, ambos notables por sus descripciones impactantes y francas de abusos sexuales. Él halló la palabra beyondless (sin más allá) en un libro de Samuel Beckett. “Él juega mucho a despedazar el lenguaje y construir oraciones incorrectas que dan nuevos significados”, menciona Rønnenfelt. “Beyondless es solo una palabra que descubrí que no existe. Aun así, sugiere un significado perfecto para mí: que más allá antecedido de sin no podía [existir]”.
El término paradójico también evoca la tendencia de la banda a inclinar la cabeza ante los logros punk y postpunk de antaño mientras crea algo urgente y nuevo. Richard Hell estaría orgulloso; o, más bien, lo está.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek