Calles vacías, sin movimiento. A pesar de ser un día de asueto, no se ven niños jugando en los patios de las casas de la comunidad de El Ocote e incluso, siendo Día de la Virgen de Guadalupe, el único templo dentro del perímetro del pueblo está cerrado.
Es un martes 12 de diciembre, aproximadamente a las 10 de la mañana, y El Ocote cumple con todas las características de un pueblo fantasma: frío, desolado, locales cerrados y con poca gente que prefiere estar en sus hogares que saber a qué vienen los foráneos.
Lo primero que se ve a la entrada del pueblo es una escuela grande con pequeños edificios y una cancha en medio. La pintura es nueva y no hay rastro alguno de basura. Lo más lógico es pensar que está cerrada por la celebración religiosa, pero en realidad la primaria no está en funcionamiento.
Una persona se acerca al equipo de Newsweek Aguascalientes al notar la cámara fotográfica y ojos curiosos, y se identifica como la maestra del kínder de la comunidad.
Desconoce cuánto tiempo ha estado cerrada la escuela, ya que apenas tiene un mes como encargada del preescolar, pero sabe que la razón fue que dieron de baja al profesor que impartía clases en los seis grados de educación básica.
“Cuando llegué, pregunté y me dijeron que la escuela estaba cerrada. También me sorprendí porque la escuela está muy padre, muy equipada”, comenta.
Algunas mamás con hijos en primaria le pidieron que diera clases en esa escuela para que no tuvieran que mandar a los niños a estudiar en otras comunidades, sin embargo, ella sólo cuenta con capacitación para kínder y piensa dejar la docencia terminando el ciclo escolar.
Originaria del municipio de Asientos, la maestra duerme toda la semana en El Ocote y regresa a su casa los fines de semana. Actualmente tiene 11 alumnos, todos los niños de nivel preescolar que hay la comunidad.
Cuadras más adelante está una casa con una lona afuera que dice: “Casa de Atención al Adulto Mayor”. Por sorpresa, el lugar está abierto.
Adentro ocurre una acalorada discusión entre habitantes de la comunidad y miembros de una asociación civil que se encarga del museo, abierto hace poco tiempo, sobre la cantidad de ponche se debería de servir en la posada que realizarán dentro de unos días.
Doña Mary lidera el intercambio de palabras. Ella es la encargada de los servicios que ofrece esta casa para personas de la tercera edad, generación que de según ella y los demás presentes, es la más numerosa en la población.
“Somos más veteranos, más grandes que niños; las familias ya nomás tienen uno (hijo). La que más tiene, tiene tres. Ya ni maestro hay (en la primaria). En los (años) 70 eran tres salones y tres maestros; ahora, ni uno”, explica doña Jovita, una mujer pequeña pero de voz fuerte, que ronda los 80 años y arregla constantemente su sombrero de paja.
Jovita opina que, además de que la planificación familiar ya se practica de forma más consciente, la migración de los jóvenes a Estados Unidos para trabajar es otro factor de que el pueblo luzca despoblado. Ella reprueba ese fenómeno por el constante abandono que sufren los adultos, pero reconoce tiene sus beneficios.
“Unas personas de Estados Unidos mandaron (dinero) para tres horas de mariachi; van a poder venir hasta las 7 de la tarde y a esa hora vamos a sacar a la virgen por toda la comunidad y también esas personas mandaron para el pozole y ponche”, ejemplifica doña Mary, justificando la falta de celebración en estas primeras horas del día.
Además de la casa para adultos mayores, Mary es responsable del cuidado del templo y de organizar a los voluntarios que participan en un grupo de ecoturismo. La intención es que más gente visite la principal atracción de la comunidad, unas pinturas rupestres bajo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
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