Ha dicho que el calentamiento global es un engaño, ha
sugerido que Barack Obama no es estadounidense y ha relacionado el autismo con
la aplicación de vacunas durante la infancia. Y, pronto, el presidente Donald
Trump, el más poderoso teórico conspiracionista de Estados Unidos, decidirá el
destino de más de 113,000 páginas de documentos secretos acerca de la más
grande teoría conspiratoria. No, no se trata de la intervención rusa en la
elección de 2016, sino del asesinato del presidente John F. Kennedy, el 22 de
noviembre de 1963.
Ya desde que JFK fue tiroteado y muerto aquella fatídica
tarde de viernes en Dallas, han abundado las teorías sobre quién lo hizo
realmente. ¿Los rusos? ¿Los cubanos? ¿La CIA? Durante la campaña de 2016, Trump
incluso afirmó, sin tener pruebas, que el padre de su rival republicano, Ted
Cruz, podría haber estado involucrado.
Ahora, en el año que marca el centenario del nacimiento de
Kennedy, Trump tendrá que decidir si los tan esperados archivos secretos sobre
el asesinato de JFK podrán ser hechos públicos en octubre, según lo planeado.
De acuerdo con la ley, organismos federales como la CIA y el FBI podrían
impugnar la publicación de estos registros, pero, en ese caso, el presidente
podrá tomar la decisión final.
Newsweek ha averiguado que los archivos son el doble de
voluminosos de lo que se calculaba previamente. Análisis de metadatos hechos a
la base de datos de JFK que está en posesión del gobierno revelan que dichos
archivos contienen más de 113,000 páginas de material, que van de lo trivial a
lo sensacional. Es probable que este tesoro de información ilumine muchos de
los sucesos que llevaron al asesinato de Kennedy en 1963, así como otros
episodios decisivos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión
Soviética.
El crédito de esto pertenece a la Ley de Registros Sobre el
Asesinato de JFK de 1992. Aprobada unánimemente por el Congreso después del
estreno de la película “JFK” de Oliver Stone, la ley ordena que todos
los registros relacionados con el asesinato que estén en poder del gobierno
debían ser hechos públicos en un plazo máximo de 25 años. La medida fue
convertida en ley por el presidente George H. W. Bush, que fue director de la
CIA, y en ella se establece el plazo señalado por la ley, el cual se cumple
este año.
Las conspiraciones de la Guerra Fría documentadas en estos
registros comprenden transcripciones del interrogatorio hecho a un desertor de
la Unión Soviética, un informe sobre un supuesto asesino en México,
perteneciente a la KGB (el servicio de inteligencia soviético), las relaciones
de cuatro ladrones de Watergate con la CIA, y los archivos de operación de dos
planificadores de asesinatos pertenecientes a la CIA.
Con el paso del tiempo, las encuestas de opinión han
mostrado de manera constante que más de 60 por ciento de los estadounidenses no
creen en la historia oficial, es decir, que Lee Harvey Oswald actuó solo para
matar a Kennedy. Para su decepción, no es probable que este conjunto de
documentos sobre JFK contenga ninguna “pistola humeante”. Sin embargo, como se
señaló en “Politico” en 2015, habrá una gran cantidad de información
que podría avergonzar a la CIA, una institución a la que Trump y sus
partidarios han denigrado como parte del “Estado profundo”.
RUSIA, CUBA Y JACK RUBY
El contenido de este conjunto de documentos se puede obtener
a partir de metadatos de la base de datos de registros sobre JFK de la
Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA, por sus siglas en
inglés). En esa fuente se catalogan los archivos secretos sobre JFK según el
tipo de documento, el organismo, el título, palabras clave sobre el área del
tema y otros metadatos, incluido el número de páginas de cada documento.
En otoño pasado, la Fundación Mary Ferrell, una organización
sin fines de lucro que publica registros gubernamentales relacionados con los
asesinatos de JFK, Robert Kennedy y Martin Luther King Jr., obtuvo una copia de
todos los metadatos de la base de datos de registros sobre JFK de manos de
Ramón Herrera, un programador de Houston, que la obtuvo a partir de páginas públicas
del sitio web de NARA.
Alrededor de un tercio de los registros está formado por
documentos de la CIA, y otro tercio proviene del FBI. El tercio restante se
divide entre distintos organismos: el Departamento de Justicia, el Departamento
de Estado y el Departamento de Hacienda, así como de organismos de
investigación como el Comité Selecto del Senado sobre Actividades de
Inteligencia y el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos. Algunos
documentos son duplicados; otros podrían haber sido ya publicados (en un correo
electrónico, Martha Murphy, directora de los archivos sobre JFK en los Archivos
Nacionales, señala que no puede confirmar la cifra de 113,000 páginas).
La base de datos de JFK proporciona muchas pistas sobre lo
que habría de producirse. Menciona 44 memorandos, 34 informes, 19 cables, 62
cartas y tres declaraciones juradas, así como 12 audiocasetes, 23 cintas
magnéticas, diez grabaciones sonoras y un conjunto de fotografías,
aparentemente tomadas en el Hospital Parkland de Dallas, donde JFK fue
declarado muerto.
Otras etiquetas comunes en los metadatos de JFK: Rusia (71),
Cuba (68) y el Consejo Revolucionario Cubano (68); este último es el grupo
fachada de la CIA que buscaba derrocar al gobierno de Fidel Castro durante la
presidencia de JFK. Jack Ruby, el propietario de un club nocturno de Dallas que
tiroteó y asesino a Oswald mientras este se encontraba bajo custodia policiaca,
es mencionado 199 veces, principalmente en registros del Departamento de
Hacienda. También hay 48 documentos sobre México y la Ciudad de México, la cual
Oswald visitó seis semanas antes del asesinato. Y hay 47 documentos en los que
se menciona a Castro, el carismático hombre fuerte de Cuba al que la CIA planeó
asesinar al inicio del gobierno de Eisenhower. Cinco documentos contienen
información acerca de Rolando Cubela, un funcionario cubano descontento,
conocido por su nombre clave de AMLASH, a quien la CIA reclutó para asesinar a
Castro a fines de 1963. En cinco documentos se hace referencia a la KGB.
Entre otros misterios, en los metadatos se identifica una
serie de relatos de espías de la Guerra Fría, los cuales dieron forma a la
historia de Estados Unidos.
¿DÓNDE ESTÁ OSWALD? Los archivos tienen un expediente de 167
páginas acerca de un ruso supuestamente responsable de realizar asesinatos para
la KGB, que presuntamente se reunió con Oswald en la Ciudad de México seis
semanas antes de que JFK fuera asesinado. FOTO: JFK NATIONAL ARCHIVES
UNA INFAME CACERÍA DE ESPÍAS
Seguramente, los registros arrojarán luz sobre el calvario
de Yuri Nosenko, un oficial de la KGB cuya deserción a favor de Estados Unidos
en enero de 1964 puso en marcha una agria lucha de poder en la CIA que paralizó
sus operaciones soviéticas hasta 1970.
James Angleton, jefe de contrainteligencia del organismo,
afirmó que Nosenko era un falso desertor. Angleton, el principal experto del
organismo en operaciones de inteligencia en la Unión Soviética, afirmó que
Nosenko había sido enviado para proteger a un espía en las oficinas generales
de la CIA y para ocultar una posible conexión soviética con Oswald. Nosenko fue
detenido e interrogado en dos centros de detención secretos de la CIA en
Maryland y Virginia. Detenido por más de cuatro años sin enfrentar cargos
legales, Nosenko nunca confesó, a pesar de los esfuerzos de Angleton para quebrantarlo.
Nosenko no fue torturado, pero dijo en un documental televisivo de Frontline,
emitido en 1991, que le fue administrado LSD mientras estaba detenido. Murió en
2011.
Los archivos secretos de JFK incluyen transcripciones del
interrogatorio de Nosenko, varios informes voluminosos e incluso cintas de
audio de él. En 1968, la Oficina de Seguridad de la CIA concluyó que Nosenko
era un desertor de buena fe; lo mismo ocurrió con tres investigaciones
posteriores realizadas por el organismo. Sin embargo, esa conclusión aún
provoca controversias entre los historiadores de inteligencia. Algunos de ellos
mencionan la intervención de Rusia en la elección presidencial de 2016 como una
prueba de que la contrainteligencia de la CIA ha subestimado constantemente los
esfuerzos de penetración de Rusia.
Es casi seguro que los 42 registros sobre Nosenko, que
incluyen más de 2,000 páginas de material, ayuden a aclarar un misterio central
de la cacería de espías que, según algunas personas, enloqueció a Angleton.
¿OSWALD Y UN ASESINO DE LA KGB?
En la nueva serie documental de History Channel titulada “JFK
Declassified” (JFK desclasificado), Robert Baer, exoficial de la CIA,
describe una reunión en la Ciudad de México entre Oswald y Valery Kostikov, un
diplomático soviético, seis semanas antes del asesinato de JFK. En el programa,
Baer identifica a Kostikov como “cabeza de las operaciones de asesinato de la
KGB”.
La CIA le había “vendido” esta identificación de Kostikov a
la Casa Blanca al día siguiente del asesinato de Kennedy, y pudo haber influido
en la decisión del presidente Lyndon Johnson de apoyar la creación de una
comisión presidencial, debido a que crecían los temores sobre una posible
participación del Kremlin en el asesinato. La comisión recibió un ominoso memorando
de la CIA en el que se repetía la afirmación de que se creía que Kostikov
“trabaja para el Departamento Trece… de la KGB… responsable de realizar
acciones ejecutivas, incluidos el sabotaje y el asesinato”.
Los metadatos muestran que la CIA tenía un archivo secreto
de 167 páginas sobre Kostikov, que podría aclarar quién era realmente. En mayo
de 1963, Angleton, el jefe de contrainteligencia, lo desestimó como una
amenaza, diciéndole a J. Edgar Hoover, el director del FBI, que “no tenía
ninguna información” de que Kostikov estuviera relacionado con el Departamento
13 de la KGB. El archivo de Kostikov también podría revelar más acerca de su
contacto con Oswald en la Ciudad de México seis semanas antes del asesinato de
JFK.
LA BOMBA DEL PLOMERO
El arresto de siete ladrones en las oficinas generales del
Comité Nacional Demócrata en el complejo de oficinas Watergate en junio de 1972
fue el inicio del escándalo que culminó con la renuncia del presidente Richard
Nixon.
Una búsqueda en la base de datos en línea sobre JFK revela
la existencia de más de 700 páginas sobre la conexión con la CIA de cuatro de
los ladrones de Watergate. El más famoso era Howard Hunt, funcionario de
carrera de la CIA, novelista prolífico y duro crítico conservador de la
política de JFK hacia Cuba. El organismo tenía tres archivos operativos, tres
carpetas y dos entrevistas relacionadas con Hunt, un total de 391 páginas de
material.
Más adelante en su vida, Hunt hizo algunas turbias
declaraciones que parecían involucrar a algunos de sus colegas de la CIA en una
conspiración relacionada con JFK. Las afirmaciones de Hunt no fueron una
“confesión en el lecho de muerte”, como afirman algunas personas, sino que su
uso de la frase “el gran evento” para describir el asesinato de JFK hizo que se
renovaran las preguntas acerca de lo que sabía sobre lo que ocurrió en Dallas.
Un archivo de la CIA sobre James McCord, exjefe de la
Oficina de Seguridad del organismo, tiene 267 páginas. Él había sido el ladrón
más cercano a Richard Helms, director de la CIA, de acuerdo con Bob Woodward,
de The Washington Post. También existen archivos retenidos sobre los ladrones
Bernard Barker (84 páginas) y Frank Fiorini, alias Frank Sturgis (35 páginas).
El senador Howard Baker, vicepresidente del Comité del
Senado sobre Watergate, comparó célebremente la función de la CIA en el
escándalo Watergate con “animales que hacen ruido en el bosque: podemos oírlos,
pero no podemos verlos”. Como escribió Woodward en 2007, “Baker y muchos
investigadores del caso tenían la sensación de que los funcionarios de alto
nivel de la CIA sabían más de lo que se había revelado”. Setecientas páginas de
lo que la CIA sabía acerca de los ladrones están programadas para ser reveladas
en octubre.
NO CONOCEMOS A JACK: Ruby, derecha, quien mató a Oswald,
centro, es mencionado 199 veces en los archivos, principalmente en los
registros del Departamento de Hacienda. FOTO: ROBERT H. JACKSON/DALLAS
TIMES-HERALD/LIBRARY OF CONGRESS
¿PATRIOTAS FALLIDOS?
William King Harvey y David Atlee Phillips eran oficiales
condecorados de la CIA que realizaron operaciones autorizadas de asesinato para
ese organismo en la década de 1960. Los metadatos muestran que los archivos de
JFK incluyen cerca de 500 páginas de material sobre sus actividades en las
décadas de 1950 y 1960.
En registros de la CIA previamente desclasificados se revela
que, de 1960 a 1963, Harvey dirigió el programa de asesinatos del organismo.
Éste era conocido mediante el poco sutil código de ZR/RIFLE. Harvey era uno de
los agentes legendarios del organismo: un hombre corpulento y astuto que
siempre llevaba un arma consigo, con una ética de trabajo, una memoria y un
apetito por el alcohol igualmente prodigiosos. Era conocido por despreciar a
Kennedy y a su hermano Robert. El admirado pero consternado biógrafo de Harvey
lo llamó “un patriota fallido”, y John Whitten, uno de sus colegas de CIA, lo
calificó de “matón”. Mark Wyatt, otro colega de la CIA, le dijo a un periodista
que había encontrado a Harvey volando a Dallas en un vuelo comercial en
noviembre de 1963, un destino inusual para el jefe de la estación de la CIA en
Roma.
Inevitablemente, Harvey surge en las teorías conspiratorias
sobre la participación de la CIA en el asesinato de Kennedy, y el organismo
deberá desclasificar 123 páginas de sus archivos de operación en octubre, lo
cual ha hecho salivar algunas personas. “¿Acaso los archivos de Harvey
contienen registros de viajes?”, pregunta el escritor David Talbot, quien
relató la historia de Wyatt en The Devil’s Chessboard (El ajedrez del diablo),
su reciente biografía de Allen Dulles, director de la CIA. “Ya lo sabremos”.
Asimismo, muchas personas están ansiosas por descubrir lo
que dicen los archivos acerca de Phillips, quien creció hasta convertirse en
jefe de la división latinoamericana del servicio clandestino. Actuando baja las
órdenes de Nixon, Phillips dirigió una operación encubierta contra el
presidente izquierdista de Chile Salvador Allende en 1970, la cual culminó con
el asesinato de un general chileno de alto rango y, tres años después, con el
sangriento derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Allende.
Phillips era una persona de interés para los investigadores
del caso JFK. Cuando el Congreso volvió a abrir la investigación del caso JFK
en la década de 1970, algunos investigadores del Comité Selecto de la Cámara
sobre Asesinatos pensaban que Phillips cometió perjurio en un testimonio a
puertas cerradas acerca de Oswald. Antes de morir, en 1988, Phillips negó haber
tenido alguna participación en la conspiración contra JFK, pero sí dijo al
menos en una ocasión lo que Howard Hunt insinuó más tarde en su vida: que JFK
fue emboscado por pistoleros que trabajaban para oficiales hostiles de la CIA
que utilizaron a Oswald como chivo expiatorio.
Dejando a un lado las teorías conspiratorias, los nuevos
registros, si son publicados, podrían exponer nuevos detalles de las proezas de
dos famosos agentes encubiertos.
“ACLAREMOS ESTO”
Entonces, ¿qué hará Trump con todo ese fascinante material?
La CIA no se ha comprometido a publicar los archivos, y un funcionario de la
Casa Blanca, hablando con la condición de mantenerse en el anonimato, declaró a
“Politico” en mayo que el gobierno “está familiarizado con los
requisitos “de la ley que ordenan la revelación de todos los documentos.
El problema que el consejero de la Casa Blanca Donald McGahn
tendrá que resolver enfrenta el interés del Congreso y del público en general
en la total transparencia contra la exigencia del gobierno a favor de la
secrecía. De acuerdo con la Ley de Registros Sobre JFK, la CIA y otros
organismos federales tienen el derecho de posponer la publicación de
cualesquier registros cuya revelación pudiera causar “un daño identificable a
la defensa militar, a las operaciones de inteligencia, a la aplicación de la
ley al desarrollo de las relaciones exteriores”. La ley exige que el organismo
que busca mantener el secreto demuestre que “el daño identificable es de una
gravedad tal que supera el interés público en la revelación”. Se trata de un
obstáculo difícil de superar.
El juez John Tunheim, presidente del panel civil de revisión
que desclasificó la mayoría de los archivos del gobierno sobre JFK, ha pedido
la publicación de todos los registros restantes. “Todas estas son cosas de hace
50 años, amigos”, dijo en marzo pasado en un discurso en el Club Nacional de
Prensa. “No es tan importante seguir protegiéndolas”.
Baer, el exagente encubierto de la CIA, ha dicho lo mismo.
“No se menciona ninguna fuente y ningún método. Publiquen [los registros], y
aclaremos esto”.
¿Y tú, Donald?
—
Jefferson Morley es autor de “The Ghost; The Secret
Life of CIA Spymaster James Jesus Angleton” (El fantasma: la vida secreta
del maestro del espionaje de la CIA James Jesus Angleton, St. Martin’s Press),
a publicarse en octubre de 2017. Y Rex Bradford es presidente de la Fundación
Mary Ferrell.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in
cooperation with Newsweek