Baja California está en la mira del ejército. Esta vez no es para combatir al narcotráfico o para detener a cientos de policías acusados de estar al servicio de capos de la droga, como sucedió en 2010.
Hoy la milicia apunta hacia Baja California pues le interesa equiparse con nuevos recursos para su lucha contra el crimen organizado.
La Secretaría de la Defensa Nacional quiere diseñar y fabricar dos avionetas y un avión que formen parte de la nueva flotilla de la Fuerza Aérea Mexicana, y lo quiere hacer en el país.
Los militares recorrieron junto a miembros del Clúster Aeroespacial de Baja California varias empresas en el estado que tienen experiencia en el sector.
También recorrieron algunas universidades en busca de talento para que diseñe los nuevos aeroplanos mexicanos.
La visita militar tuvo lugar en octubre pasado.
Y mientras los cárteles de las drogas pelean por la plaza del estado, los empresarios del clúster se organizan para lograr el contrato con la Secretaría de la Defensa Nacional.
Empresas extranjeras de la industria aeroespacial ven en el estado un territorio próspero para extender su operación como proveedores en materia de seguridad. Hoy son 98 las compañías instaladas en Baja California.
Pero el clúster de Baja California enfrenta retos considerables.
Debe evitar posibles filtraciones del crimen organizado, pues ante la falta de controles gubernamentales, corre riesgo de convertirse en proveedor de criminales.
El otro reto es elevar sus capacidades junto al sistema educativo local. El plan es transicionar de la manufactura a la fabricación y el diseño, pero la preparación de los egresados es cuestionada por los industriales.
Las empresas de la entidad forman parte del engranaje de una industria que construye aviones, equipo de inteligencia y armamento para el Departamento de la Defensa de Estados Unidos y la Sedena, y pronto lo hará para gobiernos de países centroamericanos.
El 40% de las empresas instaladas en Baja California están certificadas para proveer a las fuerzas armadas de los Estados Unidos.
No es casualidad que las empresas vean la oportunidad de la región. Baja California tiene experiencia en el sector de manufactura, pero tiene tradición en el sector de la defensa.
Switch, Luz, S.A. es considerada la compañía más antigua de la industria aeroespacial en México, que hace 50 años decidió instalarse en Tijuana.
La mitad de su existencia ha producido interruptores eléctricos para palancas de piloto automático y controles de audio que utilizan los aviones de las fuerzas armadas estadounidenses.
Un veterano de las fuerzas armadas tuvo la visión para instalarse en Tijuana. Switch, Luz parece una casa por fuera y difícilmente podría ser reconocida como una maquiladora, pero es proveedor de las dos principales aerolíneas del mundo: Airbus y Boeing.
Otra empresa que apostó por Baja California es GKN Aerospace, que en 2003 extendió sus instalaciones de Reino Unido a Mexicali, y en 2013 construyó otra planta en esa ciudad.
GKN tiene más de 100 años y es líder mundial en construcción de piezas para aviones militares.
Algunas de las piezas que fabrican en Baja California son parte del helicóptero “Sikorsky” o —como algunos lo conocemos—: Halcón Negro.
Estas aeronaves sirven para transporte de tropas, para interferir señales electrónicas en sitios de conflicto o para evacuaciones médicas; y en lugares remotos como Irak es posible encontrar parte de la producción bajacaliforniana.
Pero el ejército de Estados Unidos no es el único interesado en equiparse en Baja California.
La Sedena llama a su plan Proyecto Azteca. El gobierno mexicano quiere crear una industria militar en el país y no depender de proveedores extranjeros.
El plan consiste en diseñar y fabricar dos avionetas experimentales y un avión prototipo biplaza para el adiestramiento de la Fuerza Aérea Mexicana.
Baja California y otros estados como Querétaro y Nuevo León, han sido invitados por la Sedena a concursar por el contrato, y el clúster aeroespacial del estado alzó la mano.
Personal de la Sedena junto a miembros del clúster recorrieron en octubre pasado, varias compañías del sector en busca de proveedores para el Proyecto Azteca.
“Es una ironía que la Sedena compre aviones a las empresas que nosotros vendemos piezas. Tan sencillo como que aquí está la materia prima”, dice Tomás Sibaja, presidente del Clúster Aeroespacial de Baja California.
De acuerdo a datos públicos de la Sedena, entre 2012 y 2015 la Secretaría compró 16 aviones. Cuatro de ellos modelos Airbus o Boeing, compañías que se proveen de empresas instaladas en Baja California.
No sería la primera vez que la Secretaría de la Defensa Nacional trabaja con empresas bajacalifornianas, pues estas han sido sus proveedoras de distintas piezas como interruptores.
Entre las ventajas que los clientes del clúster observan en Baja California, está el interés por el desarrollo de talento. Los empresarios han invertido en educación.
Porque en el mundo de las competencias, la mano de obra barata ya no es suficiente.
Hace poco más de cinco años la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) incorporó a su oferta educativa la carrera de ingeniería aeroespacial. Algunos de sus alumnos han sido becados y entrenados en la Nasa para construir cohetes prototipo.
El clúster ha encontrado en las universidades un espacio para el desarrollo de la industria. Por eso mantiene convenios de trabajo académico con instituciones como la UABC, Cetys Universidad y la Universidad Tecnológica de Tijuana (UTT).
A pesar de los esfuerzos, lo cierto es que la calidad educativa es cuestionada por los industriales.
Por eso hay que sacar a los estudiantes de las aulas y llevarlos a la práctica, dice Marcello Hinojosa, presidente de la Cámara de la Industria de la Transformación.
“Es un reto que tenemos. La realidad es que el crecimiento de la industria es abrumador y tenemos que responder a la altura”, dice el presidente de la Canacintra en Tijuana.
Los programas de vinculación entre la academia y las empresas han permitido mejorar ese campo que hoy todavía es tema pendiente, dice el empresario.
También la Sedena ha recorrido varias universidades del estado. Cree que en Baja California no sólo se pueden producir las avionetas del Proyecto Azteca. También se pueden diseñar.
Lo militares visitaron en octubre pasado el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT) donde alumnos de la carrera de ingeniería en aeronáutica tienen por laboratorio un avión modelo 737-3TO.
El clúster se interesa por la educación porque necesita resolver la demanda laboral que existe entre sus agremiados.
En 2016 el sector requirió personal para las nueve compañías que instalaron sus plantas en la entidad.
Así nace el programa de la industria que beca a hijos de empleados para que estudien desde la primaria alguna actividad extracurricular relacionada con la tecnología.
El plan de Tomás Sibaja al frente del clúster, es convertir la industria de ensambladora a fabricadora.
El director de Geeks Academy, Flavio Rivera, cree que enseñar robótica a niños y jóvenes es un paso más para transicionar de la manufactura a la ingeniería en el sector.
“Es despertar el interés y vocación tecnológica en niños para que después elijan una carrera del sector”.
Algunas empresas comparten esa visión desde hace varios años. Los ingenieros de Actiondrone dan clases de robótica a niños y adolescentes en colaboración con Geeks Academy.
“Es un cliché, pero los niños son el futuro. Y hay que decirlo: tener planta en Tijuana me ahorra mucho dinero”, dice Darryl Anunciado, director ejecutivo de la compañía.
Actiondrone tiene su matriz en San Diego, California, pero este mes abrirá una planta en Tijuana.
Su plan a corto plazo es construir piezas para aviones no tripulados en Tijuana y ensamblar en su planta de Estados Unidos, aunque a futuro busca fabricar en esta ciudad.
Así que mientras más empresas se instalen en Baja California, más mano de obra calificada se necesitará. Esto ha provocado que los empleados se actualicen por iniciativa propia.
Jesús Gutiérrez Troncoso tiene 34 años y ha pasado casi la mitad de su vida entre interruptores y maquinaria pesada.
Desde los 16 años trabaja en Switch, Luz, S.A. Prácticamente pasó por todos los puestos que pueden existir en esa empresa.
Primero fue ayudante, luego ensamblador y ahora es responsable del torno CNC, una máquina de medio millón de pesos capaz de fabricar cualquier objeto con metal.
“Un día voy a ser jefe. Soy de los pocos que sabe usar la máquina. Conozco todo y puede hacer cualquier cosa… desde una bala hasta un cañón”, dice Jesús durante un recorrido por la empresa.
En las mañanas trabaja en la maquiladora que considera su segundo hogar, y por las tardes estudia una ingeniería en la Universidad Tecnológica de Tijuana (UTT).
Jesús es uno de los 33 mil empleados que la industria aeroespacial ha generado en el estado y representan 73% de los trabajos del sector en México, calculado en 45 mil.
Pero el músculo de la industria aeroespacial en la entidad también se mide en millones de dólares.
En 2015, la inversión del sector en Baja California fue de 2 mil millones de dólares, y estiman que en el año por cerrar, la cifra sea superior.
La fuerza de este sector en Baja California también se valora con la operación de casi 100 empresas de las 317 que hay en el país, es decir que una tercera parte está en la frontera.
Las empresas instaladas en el estado hoy son el séptimo proveedor más importante de la industria aeroespacial en Estados Unidos.
Pero hay un riesgo que no ha podido superar la industria aeroespacial que Baja California comparte con todo el sector: convertirse en proveedor involuntario del crimen organizado.
Bill Castañeda, asesor de departamentos de seguridad de diferentes países, reconoce interés de los grupos criminales por rebasar a las instituciones gubernamentales y sus corporaciones.
Pero además existe cierta vulnerabilidad en algunas compañías del sector que, sin saberlo, podrían convertirse en proveedores del crimen organizado, advierte el también director ejecutivo del Grupo de Defensa Aeroespacial Avanzado.
Las certificaciones son un candado que permite la operación legal de las empresas, pero no todas las compañías están certificadas y no hay estricta supervisión sobre las que lo están.
Por lo regular las certificaciones en la industria son la carta de presentación que garantiza seguridad y confidencialidad ante las instituciones.
Pero cualquier compañía puede proveerse de equipo bélico o aeroespacial en las empresas. Algunos filtros internos que implementan las compañías se reducen a una entrevista o negociación “cara a cara”.
Por ejemplo, para vender al Departamento de la Defensa Estados Unidos, primero deben tener una certificación del Tráfico Internacional de Armas (ITAR, por sus siglas en inglés). Para venderle a un particular, no.
El país con más producción de armas en el mundo tiene una serie de restricciones que no le permiten a cualquier empresa ser proveedor del departamento de la Defensa de Estados Unidos.
Para obtener el reconocimiento de ITAR, el gobierno anglosajón embargó a cerca de 20 países con los que tiene conflictos armados, entre ellos Afganistán, Siria y Rusia.
En el caso de Baja California, cuatro de cada 10 empresas que operan tienen la certificación ITAR.
Además México es uno de los más de 40 países que firmaron el acuerdo Wasennar, un régimen para el control de exportaciones de armas convencionales, bienes y tecnologías de uso dual susceptibles de desvío —como el crimen organizado—, con propósitos de proliferación y fortalecimiento de capacidades militares.
La cuestión es que las empresas no son supervisadas de manera cotidiana por ninguna autoridad.
Ante el vacío, las compañías han impuesto filtros de control que les permiten, en algunos casos, detectar la identidad de sus clientes. Pero no siempre es así.
Según el Clúster Aeroespacial, cerca del 30% de las empresas del sector en el país son mexicanas.
El asesor Bill Castañeda calcula que la mitad de esas compañías no tiene una certificación como el AS-9100 o ITAR, que regula procesos de calidad y que les permite competir por contratos millonarios con gobiernos.
Y eso para él, es una preocupación porque son caldo de cultivo para la filtración del crimen organizado.
“Ese es el precio por garantizar que tu compañía, la que trabaja con agencias de seguridad, no le va a vender a no sé… el cártel de Sinaloa”, dice Castañeda.
David Berruecos, presidente del Consejo de Administración de Switch, Luz, S.A., dice que el sector creció tanto, que no hay manera de controlar a quienes se les está vendiendo la producción.
“No creo que haya un problema serio de sabotaje, pero tampoco que haya mecanismos para saber si funcionamos bajo el esquema de seguridad nacional. No es fácil blindarte”.
Dice que cada empresa emplea mecanismos que considera necesarios para evitar que su producción pueda filtrarse al crimen organizado o sea mal utilizado.
En su caso, la compañía que dirige tiene la posibilidad de rastrear hasta el pozo de petróleo del que salió cualquier plástico que utiliza en su producción.
Berruecos reconoce el esfuerzo del Estado Mexicano por garantizar la operación de las empresas de esta industria bajo un esquema de seguridad.
Aunque no existe un departamento que vigile a las empresas que manufacturan insumos bélicos, la maquinaria que utilizan para su producción es revisada durante su importación.
La Secretaría de la Defensa Nacional cuenta con un padrón de artículos o equipo que necesita autorización para entrar a territorio mexicano.
Un ejemplo es el torno CNC, que es capaz de fabricar una pistola o hasta un cañón. Cuando David importó el equipo de Estados Unidos a Tijuana, fue inspeccionado por agentes aduanales y el Ejército Mexicano, pues requería el aval de la Sedena.
Otro nuevo giro en la industria aeroespacial de Baja California es su participación en la producción de equipos para vigilancia y espionaje.
Los principales clientes de Actiondrone son comerciales, pero la tercera parte de su producción termina en manos de la Marina, Patrulla Fronteriza, Fuerzas Armadas de Estados Unidos y departamentos de seguridad de Medio Oriente y América Latina.
“Recibimos un correo del gobierno de Sudamérica para apoyar un operativo en reducción del tráfico de drogas en la frontera. Hay necesidad de trabajar en lugares donde hay actividades ilícitas, no necesariamente espiar… bueno, quizá sí son para espiar”, dice.
El equipo que fabrica Actiondrone, —y del que Tijuana formará parte— sirve para trabajos de inteligencia y seguridad, por eso las aeronaves que construye patrullan en la noche sin ser detectadas.
Tienen cámaras de visión nocturna que les permite documentar el tráfico de armas, droga o personas.
El interés que tienen los países centroamericanos por desarrollar equipo de alta tecnología para el combate al crimen organizado, también se ve reflejado en la industria militar de México.
Además de encabezar Proyecto Azteca, la Sedena también tiene planes de fabricar sus propias armas.
En los primeros cuatro años de la actual administración federal, la industria militar alcanzó un crecimiento del 9.3% comparado con 0.6% del periodo anterior.
En tiempos de bonanza, el reto del clúster es que sus empresas no sean infiltradas por el crimen organizado y que la transición de manufactura a fabricación se logre con mano de obra local.
El presidente del Clúster Aeroespacial de Baja California, Tomás Sibaja, dice que evitar la vulnerabilidad es importante, pero la fortaleza de las empresas es mayor.
Ese, dice, es el motivo para que hoy la Secretaría de la Defensa Nacional haya apuntado a las empresas de la entidad para el Proyecto Azteca:
“Encabezar un proyecto así no es solo crear dos avionetas o tres. Es ser parte de la historia, porque Proyecto Azteca es solo la punta del iceberg para que el Ejército Mexicano tenga su propia industria. Y nosotros tenemos la oportunidad de ser parte de esto”.