HACE DOS AÑOS la nutrióloga bostoniana Kate Scarlata se presentó con orgullo ante un salón repleto de colegas durante una conferencia auspiciada por el Consejo de Lácteos de Nueva Inglaterra y anunció que su objetivo profesional era “hacer que hablar de SII sea más sexy”. Todos rieron.
Ahora, dicho Consejo desearía haber tomado con más seriedad su misión. Scarlata ha ayudado a cientos de personas que han padecido años, a veces décadas, de síntomas crónicos y debilitantes que incluyen diarrea, constipación, distención abdominal, fases y dolor abdominal excesivo. A menudo, aunque no siempre, el médico diagnostica a sus clientes con síndrome de intestino irritable (SII) u otro tipo de trastorno gastrointestinal (GI). Pero muchos le cuentan a Scarlata que han pasado años de dolor, vergüenza e inútiles visitas médicas.
La nutrióloga quiere cambiar la situación. “Suele ser tabú hablar de problemas digestivos”, dice. “Lo irónico es que, cuando me encuentro en una reunión social y hablo de mi profesión, todos los que oyen se acercan con preguntas. El interés en la salud intestinal nunca ha sido mayor”.
El tema que Scarlata termina explicando a desconocidos, amigos y clientes es el de los oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentados (FODMAPs, por sus siglas en inglés), carbohidratos de cadena corta que el intestino delgado no puede absorber adecuadamente. Una creciente cantidad de investigaciones demuestra que estas moléculas alimentarias precipitan los síntomas de SII y otros trastornos digestivos, pues la malabsorción arrastra agua al intestino y esto ocasiona la inflamación. Como estas moléculas alimentarias no se absorben adecuadamente, terminan en el intestino grueso, donde las poblaciones bacterianas se alimentan con ellas y producen derivados gaseosos, eminentemente hidrógeno y metano. Todo este proceso provoca que los intestinos se distiendan y que los nervios de las paredes intestinales envíen señales de dolor al cerebro. Los síntomas de este padecimiento incapacitante pueden volverse crónico, pero una dieta baja en FODMAPS parece aliviar muchos de estos problemas.
Scarlata es una de incontables nutricionistas y médicos que han observado cambios asombrosos cuando una persona con síntomas GI evita los centenares de alimentos, aparentemente saludables, pero ricos en FODMAPs. Desde hace años, los médicos han recomendado muchos de estos productos a personas con intestinos delicados, y la lista incluye manzanas, yogurt, nueces, y lácteos enteros y bajos en grasa.
Una cantidad creciente de estudios, empero, incluido uno recién implementado en Estados Unidos y publicado por investigadores del Sistema de Salud en Gastroenterología de la Universidad de Michigan, han hallado que una dieta de bajo contenido FODMAP aliviaba el dolor abdominal por SII en más de 50 por ciento de los pacientes. A lo largo de seis semanas, 61 por ciento de los pacientes con SII informó una mejoría general en su calidad de vida.
Ya que 20 por ciento de la población estadounidense padece de SII, no sorprende que los gigantes de la industria alimentaria se hayan abalanzado sobre esta floreciente tendencia en nutrición. Lo que fuera un arma secreta de los gastroenterólogos y sufrientes de SII está convirtiéndose en la nueva moda de las dietas saludables. No obstante, tiene sentido que los expertos hagan tanto énfasis en los cambios dietéticos, ya que existen muy pocos medicamentos para tratar SII y solo son eficaces en cerca de 30 por ciento de los pacientes.
Nestlé Health Science, división de Nestlé SA, fabrica productos que responden a necesidades dietéticas específicas, como Boost, una bebida que contiene proteínas, vitaminas y minerales, dirigida a consumidores de 50 años o más que tengan dificultades para comer y diferir alimentos sólidos. Scarlata es consultora de Nestlé Health Science como una “líder de la filosofía FODMAP”. La compañía buscaba una bebida para reemplazo alimentario adecuada para consumidores que padecen de sufrimiento GI, y en octubre lanzó ProNourish, el primero de varios productos “bajos en FODMAP” que tiene proyectados.
Nestlé está posicionando a ProNourish como una solución para personas con “sensibilidad digestiva”, informa Barb McCartney, directora comercial regional de la división de atención al cliente de Nestlé Health Science, América del Norte. Scarlata dice que sus clientes están desesperados por productos como ProNourish, sobre todo cuando inician la dieta y les abruma la perspectiva de verse obligados a leer incontables etiquetas de contenido alimentario en busca de los carbohidratos de cadena corta, que están incluidos en casi todos los productos producidos comercialmente.
Una dieta baja en FODMAP consiste en evitar los alimentos de las cuatro categorías que componen el acrónimo: oligosacáridos (que se encuentran en trigo, centeno, ajo y cebolla), y galacto-oligosacáridos (leguminosas y algunas nueces, sobre todo pistachos y anacardo o nuez de la India); disacáridos, un tipo de carbohidrato que se forma cuando se unen dos moléculas de azúcar (lactosa de la leche, sacarosa de pasteles y bebidas azucaradas, maltosa en bebidas malteadas); monosacáridos o “azúcares simples” (miel, lácteos y algunas frutas); y polioles, que se encuentran en edulcorantes sin azúcar, también conocidos con alcoholes de azúcar e incluyen al sorbitol, manitol, maltitol, xilitol e isomalt.
Pareciera que esto no deja muchas opciones alimentarias, sobre todo cuando comes fuera de casa. En Australia —donde un equipo de investigadores de la Universidad Monash, Melbourne, desarrolló una dieta, en 2006— existen cafés bajos en FODMAP, pero Estados Unidos apenas empieza a adoptar el restrictivo programa alimentario.
Sin embargo, la dieta es muy difícil, incluso para quienes tienen canguros como vecinos, de manera que el cumplimiento solo suele ser temporal. Nutriólogos como Scarlata y médicos como la Dra. Caterina Oneto, gastroenteróloga del Grupo Médico Concorde y miembro de la facultad del Centro Médico Langone, en la Universidad de Nueva York, recurren a la dieta para que los propios pacientes determinen cuáles FODMAPs no pueden tolerar sus aparatos digestivos. Al principio, el individuo debe evitar todos los alimentos de la lista (esto es tan difícil y complicado, que hay docenas de apps celulares para que cualquier que se someta al régimen haga las compras de víveres y tome decisiones de comidas). Tras unas pocas semanas de esta “dieta de eliminación”, médicos y nutriólogos pueden iniciar retos alimentarios, introduciendo alimentos de cada una de las cinco categorías, uno a la vez. Esto revela si los síntomas son precipitados, por ejemplo, por los oligosacáridos de la cebolla o los componentes de los edulcorantes artificiales.
“Lo ideal es lograr una mejoría inicial del paciente con SII restringiendo la dieta”, explica Oneto, “pero después, debes hacer pruebas con alimentos para liberar la dieta todo lo posible”. Al final, se espera que los enfermos con SII no se sientan completamente privados.
SACRIFICIOS: Muchas personas con SII dijeron que renunciarían a la internet, al café matutino o al sexo a cambio de pasar menos tiempo en el inodoro. FOTO: MICHAEL KRINKE/GETTY
LAS ENTRAÑAS DEL APARATO GI DE LOS GI
A cualquiera que le guste el humor escatológico encontrará mucho de qué reír con SII. Pero para los millones de personas que se retuercen de dolor, el padecimiento —una carga anual de 10 mil millones de dólares para el sistema de salud estadounidense— nada tiene de gracioso. Y muchas figuras públicas estarían de acuerdo. En alguna ocasión, Jenny McCarthy habló con Howard Stern sobre sus episodios de diarrea; Tyra Banks se quejó con Janet Jackson de un exceso de gases; y Kurt Cobain cantó sobre su anemia secundaria a SII, diciendo que bebía té de poleo “para destilar la vida hay dentro de mí”. No es el único músico que aborda sus sufrimientos intestinales en la letra de una canción. Hace como una década, el trastorno GI también inspiró una composición de rap de Cam’ron, con el adecuado título de “IBS”, siglas en inglés de SII: “I got stomach pain, don’t matter sun or rain/Thought that it went away, uh oh, here it come again” (Me duele el estómago, haya sol o lluvia/pensé que se había ido, oh no, aquí viene de nuevo).
En 2015, la Asociación Estadounidense de Gastroenterología llevó a cabo una encuesta con 3200 pacientes que sufrían de SII y halló que, en promedio, perdían dos días de trabajo o escuela, al mes, a causa de los síntomas y refirieron un mínimo de nueve días al mes en que su padecimiento afectaba la productividad. Muchos participantes de la encuesta habrían renunciado de buena gana a otras cosas disfrutables o esenciales de la vida, durante todo un mes, si con eso aliviaran sus síntomas SII: casi la mitad estuvo dispuesta a vivir sin Internet; 40 por ciento dijo que renunciaría al sexo; y 55 por ciento dejaría de consumir cafeína a cambio de pasar menos tiempo en el inodoro. Muchos afirmaron que el trastorno les causaba vergüenza, y más de un tercio dijo que evitaban situaciones en las que quizás no hubiera un sanitario accesible.
Quienes padecen de SII también se quejan de que nadie toma en serio sus síntomas. Esto se debe, en parte, a que es un diagnóstico de exclusión, establecido únicamente cuando el paciente no presenta otros padecimientos que podrían explicar el origen de sus síntomas. Durante años, muchas personas situaron a SII en una categoría de enfermedades psicosomáticas que generaron tremendas utilidades a la industria farmacéutica.
El trastorno fue reconocido por primera vez en el siglo XIX por William Osler, médico canadiense y fundador de la Universidad Johns Hopkins, quien observó un conjunto de síntomas comunes en mujeres con problemas psiquiátricos, y pensó que SII se debía al sufrimiento psicológico, una falacia que sobrevivió hasta bien entrada la década de 1970. Fue hasta los años noventa que un grupo de gastroenterólogos formuló los criterios que permitieron diagnosticar SII. Llamados Roma I y Roma II, estos parámetros están enfocados, exclusivamente en las manifestaciones físicas de la enfermedad. Y las nuevas investigaciones han continuado reforzando el concepto de que SII no es una cuestión mental.
Un estudio publicado en enero, en The American Journal of Gastroenterlogy, analizó datos obtenidos de miembros en servicio activo que participaron en el Estudio de la Cohorte del Milenio, un proyecto en proceso que rastrea y evalúa los efectos del servicio militar en la salud a largo plazo. Desde hace algún tiempo, se ha reconocido que es común que el personal militar presente trastornos GI funcionales; por ello, los investigadores decidieron averiguar si esto se debía al sufrimiento que causa la experiencia directa de la guerra. Resultó que el trauma no era, necesariamente, un factor desencadenante. Por el contrario, el nexo común parecía ser una historia de gastroenteritis infecciosa (un bicho intestinal).
Este estudio señala, de manera muy sagaz, lo que especialistas e investigadores en GI están sugiriendo ahora: que SII emerge, en parte, debido a un desequilibrio en el microbioma del individuo, el ecosistema de bacterias “buenas” en el intestino y otras partes. Cuando ese delicado equilibrio se pierde por causa de una enfermedad o elecciones alimentarias equivocadas, pueden desencadenarse SII y sensibilidades alimentarias. “Mucho de SII es un fenómeno post-infeccioso, porque el microbioma cambia”, dice Oneto.
PROS Y CONTRAS DE LOS PROBIÓTICOS
La mayoría se niega a hablar de las heces; sobre todo en referencia a lo que comen. La industria alimentaria lo sabe muy bien, así que, tradicionalmente, ha evitado recordar a los consumidores que cuanto entra, sale por el otro lado eventualmente. No obstante, la publicidad ha tratado de introducir conceptos de salud digestiva basados en evidencias. Y algunos esfuerzos han sido un fracaso, además de imprecisos.
En 2007, Dannon puso en los televisores a la actriz Jamie Lee Curtis para promover su Activia, un yogurt nuevo que garantizaba mejorar la regularidad intestinal porque contenía una bacteria beneficiosa denominada probiótico, y la mujer hablaba con entusiasmo sobro su estupendo sabor. La campaña publicitara revolvió muchos estómagos, como resultó evidente en una inolvidable parodia de Saturday Night Live donde Curtis, interpretada por Kristen Wiig, informa a su director comercial que ha perdido el control de sus intestinos después de comer una sobredosis del yogurt (poco después, la Comisión Federal de Comercio demandó a la compañía por sus afirmaciones exageradas y la obligó a dejar de utilizar la expresión “fontanería humana” en sus campañas publicitarias).
Con todo, Activia contribuyó a iniciar la conversación sobre el microbioma, y la industria de alimentos y suplementos aprovechó la oportunidad. Los primeros alimentos probióticos populares fueron el yogurt y la kombucha, y ahora los consumidores están obsesionados con mantener un intestino bien balanceado, lo cual se ha traducido en una industria multimillonaria. Casi todas las compañías añaden probióticos a toda clase de productos, como cereales, galletas y dulces. Desde la perspectiva legal, no pueden afirmar que comer granola probiótica alterará tu intestino, pero el término basta para convencer a muchos consumidores de que el alimento es saludable, aunque no lo sea.
Lo mismo puede decirse de una proteína antaño desconocida que está presente naturalmente en los granos y que puede destruir el sistema digestivo de 1 por ciento de la población mundial. Hace años, los gastroenterólogos y los pacientes con enfermedad celíaca —una enfermedad intestinal autoinmune que daña el intestino delgado— eran los únicos que sabían que el consumo de pan era la causa de un sufrimiento increíble. A la larga, la industria alimentaria se enteró y logró posicionar productos sin gluten como una opción saludable para todos, aun cuando los expertos aseguran que la mayoría de la población tolera bien el gluten. Pero eso no parece importar mucho a los casi 1.8 millones de estadounidenses que llevan una dieta sin gluten y quienes jamás han recibido el diagnóstico de enfermedad celíaca.
En parte, la explosión del mercado de probióticos se debe al autodiagnóstico, un fenómeno que, probablemente, también impulsará las ventas de productos bajos en FODMAP, dice Christine Couvelier, presidenta de Culinary Concierge, compañía que rastrea las tendencias alimentarias globales. Pronostica que la dieta baja en FODMAP tendrá una base más amplia conforme más de estos productos entren en el mercado. Habrá gran demanda por parte de los pacientes con SII, y siempre habrá personas con problemas GI que harán búsquedas Internet y se preguntarán si la dieta podría ayudarles.
En opinión de Couvelier, el reto para las compañías será traducir los detalles complejos de la dieta en algo fácil de entender. La mayoría de las personas se vuelve impaciente cuando compra víveres, sobre todo si debe cumplir requerimientos dietéticos específicos. Eso significa que los publicistas deben esforzarse para convencer a los consumidores de que FODMAP no es más que otro sinónimo de “saludable”. “Si la comida tiene un sabor estupendo”, agrega Couvelier, “entonces los consumidores no se sentirán privados”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek