Desde la caída de la Cortina de Hierro, las
autoridades de Rusia y Noruega han trabajado para fortalecer sus lazos y han
implementado un sistema que le permite a los residentes movilizarse entre los
dos países sin necesidad de tener visa. Muchos noruegos entran a Rusia para
comprar gasolina y alcohol más baratos,
mientras que los rusos viajan a Noruega para comprar productos como pañales y café.
El gobierno noruego señala que el muro de acero es
necesario para fortalecer la seguridad en el cruce que abre la puerta a la zona
Schengen, conocida como el área de libre movimiento de ciudadanos de la Unión
Europea. Se prevé que el muro mida alrededor de 200 metros de largo y que tenga cuatro metros de alto.
En la ruta de la carretera E105 que
lleva a la frontera noruega, una conductora dice no estar de acuerdo, y que
como ella, muchos residentes de la ciudad de Kirkenes, en el extremo norte de
Noruega, sienten lo mismo. “Es como si alguien en tu jardín levantara un muro
de dos metros. Te preguntarías: ¿por
qué mi vecino está haciendo esto?”.
En abril pasado, el parlamento noruego
presentó un nuevo proyecto de ley de asilo e inmigración que les permite a los
funcionarios negarle la entrada a cualquier persona que no proceda directamente
de una zona de conflicto. En la capital, Oslo, a unos dos mil kilómetros de
distancia, el gobierno rechaza las acusaciones de que la nueva valla es “antiinmigrantes”.
El debate en torno al muro es “una
tormenta en un taza de té”, según Ove Vanebo, viceministro noruego de Justicia.
Agrega que tienen un buen diálogo con las autoridades rusas, y que han sido
consultadas sobre la construcción del muro desde el principio. “Y no olvidar
que la valla del lado ruso es mucho más
larga; es de unos 200 kilómetros, lo cual significa que el muro no es
nada comparado con lo que ya tenemos”, indicó el funcionario.
El año pasado, 5 mil 500 solicitantes de asilo, muchos de
ellos procedentes de Siria, entraron a Noruega por ese paso fronterizo tras
tomar la llamada ruta del círculo polar ártico. Miles de inmigrantes cruzaron
esa frontera en bicicleta porque, por ley, no lo pueden hacer a pie.
“No está permitido caminar en el lado ruso de la
frontera, hay que cruzar sobre ruedas,
así lo establece la legislación rusa”, señaló en octubre de 2015, Stein
Kristian Hansen, el superintendente de policía a cargo del puesto fronterizo de
la localidad noruega de Storskog. “Pero si uno intenta cruzar en auto con gente
que no tiene su documentación en regla, se arriesga a ser investigado por
tráfico de personas. Así quela
mayoría no tiene más opción que la bicicleta”, indicó.
Los trabajadores cerca del puesto fronterizo de
Storskog están conectando cables para instalar una red de circuito cerrado de
televisión que funcionará a lo largo de la valla. En el mismo puesto
fronterizo, un grupo de señoras rusas cruzan hacia Noruega en uno de sus viajes
semanales a Kirkenes para vender
productos rusos a los residentes y turistas.
Ann-Magrit Austena, directora de la Asociación noruega
para solicitantes de asilo, teme que la
valla mande el mensaje equivocado a las personas que genuinamente necesitan
ayuda: “Creemos que es inútil,
que es sólo un gesto simbólico, pero consideramos que realmente se trata de un
gesto simbólico erróneo”.