Donald Trump
afirma que una de las razones por las que debiera ser presidente es que ha
logrado crear empleos y empresas.
Si bien el
fundamento de su imperio empresarial eran los bienes raíces y la construcción
en Nueva York –gracias a “un préstamo de un millón de dólares” de su padre-,
desde hace 25 años ha sido propietario/administrador de casinos en Atlantic
City, entidad que trató de rivalizar con Las Vegas como la capital estadounidense
del juego.
Trump argumenta
que esas experiencias le califican especialmente para ocupar la Oficina Oval. Y
también afirma que, como presidente, podría crear 25 millones de plazas de
trabajo durante la próxima década. En su opinión, eso le da derecho de hablar
en nombre de la clase trabajadora de Estados Unidos.
“Soy el único en
este escenario que ha contratado gente”, proclamó durante un debate de las
primarias republicanas, a principios de año. “He creado decenas de miles de
empleos y una gran compañía”.
La experiencia
empresarial de Trump es una de las razones principales que el público cita para
brindarle su apoyo. Sin embargo, sus afirmaciones de éxito corporativo y de
haber creado “decenas de miles” de empleos merecen escrutinio, el cual
proporciono en mi nuevo informe, “Making America Worse: Jobs and Money at Trump
Casinos, 1997-2010” (Cómo empeorar a Estados Unidos: Empleos y dinero en los
casinos Trump, 1997-2010).
En el documento,
comparo el desempeño de sus tres casinos en Atlantic City –Trump Taj Mahal,
Trump Plaza y Trump Marina- contra el de sus rivales, a lo largo de un período
de 14 años.
Y aunque no
acostumbramos a votar fundamentados en las evidencias, espero que los detalles que
presenta mi informe sirvan para esclarecer un tema crítico de estas elecciones.
Por qué el enfoque en los casinos
Los datos de
casinos que presenta y analiza mi informe no son como cualquier otra anécdota
referente a Trump.
Resulta muy
difícil comparar su desempeño como creador de empleo con el de sus pares de
otras industrias, como la construcción. Así como las afirmaciones no
sustentadas sobre su riqueza personal y los impuestos, no podemos evaluar las
aseveraciones de Trump en cuanto a la creación de empleo en otros contextos,
porque no hay evidencias disponibles al respecto.
Pero los casinos
son otra cosa. Nueva Jersey exige que los licenciatarios de casinos notifiquen
abundantes datos sobre empleo e ingresos, los cuales son fácilmente accesibles
en la Internet. Así mismo, esos datos están auditados, de manera que son más confiables.
En cuanto a por
qué me he centrado en este periodo, sucede que 1997 fue el año pico de empleo en
los casinos de Atlantic City, y también fue el primer año en que la Comisión para
el Control de Casinos de Nueva Jersey (CCC) publicó datos de empleo e ingresos
en su sitio Web (los datos de ingreso inician en 1999). Decidí terminar en 2010
porque fue el año en que Trump perdió el control de sus casinos tras la tercera
de sus cuatro bancarrotas. En el informe, utilizo los datos de todos los
casinos de Atlantic City, excepto The Sands y The Borgata, ya que no publicaron
información en todos los años de mi estudio.
Durante este
período –en que Trump fue director ejecutivo, presidente de la junta y/o
accionista dominante de sus casinos-, Atlantic City pasó de ser un resort en
pleno auge a un fracaso eventual. Todos los casinos resultaron afectados, pero,
en promedio, los de Trump se llevaron la peor parte. De hecho, los tres casinos
Trump ya cerraron o están próximos a clausurar.
Lo que muestran los datos
Durante ese
periodo, el promedio de empleados en los casinos Trump de Atlantic City se
redujo en 50 por ciento, de 4,926 en 1997 a 2,463 en 2010, con una pérdida
promedio de 2,463 por localidad. En cambio, el casino no-Trump promedio perdió
35 por ciento de sus empleados, cayendo de 4,468 a 2,921: una pérdida de 1,547
plazas de trabajo. En otras palabras, Trump perdió un promedio aproximado de
900 empleados más por casino respecto de sus competidores, una diferencia de 37
por ciento.
En cuanto al
desempeño financiero, los ingresos promedio de los casinos Trump cayeron 42 por
ciento, de 377 millones de dólares en 1999 a 220 millones de dólares en 2010. En
comparación, el ingreso promedio del casino no-Trump se redujo 27 por ciento en
el mismo período, de 394 millones de dólares a 286 millones de dólares. Si bien
toda la industria de los casinos de Atlantic City sufrió a la vez que los estados
vecinos, como Pennsylvania y Connecticut, relajaron sus legislaciones para el
juego, los casinos Trump tuvieron un desempeño significativamente peor, ya que
su ingreso promedio cayó 50 millones de dólares más por casino respecto de sus
rivales (un tercio más).
Estos hallazgos
tienen significancia estadística; eso significa que el mal desempeño de los
casinos Trump no fue aleatorio. Tuvo que ver, específicamente, con su administración.
Y en particular, significa que si trabajabas en un casino Trump, tenías una
probabilidad casi 40 por ciento mayor de perder tu empleo que si trabajabas en
algún otro establecimiento de juego.
Si eso hizo por
los empleados de sus casinos, es necesario preguntar si, como presidente, hará
algo mejor por los trabajadores estadounidenses.
Es posible que
sus partidarios protesten y señalen que Trump, ciertamente, creó empleos aunque,
a la larga, sus casinos perdieran la mitad de las plazas de trabajo durante su
administración. También podrían hacer hincapié en que todos los casinos de
Atlantic City estaban en problemas, debido a la competencia regional, así como
a las dos recesiones económicas del período.
Mi respuesta a
esas objeciones es que hago un análisis de rendimiento relativo. En una competencia
uno a uno –con los mismos negocios, en el mismo lugar, al mismo tiempo, y
enfrentando los mismos desafíos-, los casinos Trump, en promedio, se
desempeñaron peor que sus pares en términos de creación de empleo sostenible.
Sus casinos no
fueron los “mejores” y ni siquiera fueron “promedio”. Fueron los peores.
Por qué es importante
Estos hallazgos
son importantes por tres razones.
La primera, y
quizás nada sorprendente, es que mientras sus casinos languidecían, Trump salió
muy bien parado. El magnate se ha jactado de que “Atlantic City impulsó un gran
crecimiento para mí” y que “[e]l dinero que saqué de allí fue increíble”.
Con base en información
de valores y documentos de juzgados descubrí que, entre 2001 y 2005, ganó al
menos 16 de millones de dólares con los casinos, equivalentes a 3.2 millones de
dólares al año. Esto incluyó un salario base de 1.5 millones de dólares anuales
como CEO y presidente de Trump Hotels and Casino Resorts hasta 2004, cuando los
casinos iniciaron su segunda bancarrota. A pesar de que perdió su puesto como
CEO, permaneció como presidente de la junta y accedió a hacer presentaciones promocionales
para los casinos. Y solo por eso, le subieron el sueldo a 2 millones de
dólares.
Según un
informe, eso significa que Trump ganó casi seis veces el salario base promedio
de los ejecutivos de casinos estadounidenses. De acuerdo con los datos de la
CCC, esto también significa que Trump recibió alrededor de 120 veces los 26,000
dólares/año que percibían los empleados de sus casinos, en promedio.
Segunda, Trump
no se enriqueció en Atlantic City porque los casinos fueran rentables en ese
periodo. Por el contrario, su riqueza se debió a que utilizó los casinos para
conseguir fuertes préstamos y luego, recortó la deuda apelando al Capítulo 11
de bancarrota.
El propio Trump reconoció
que “utilicé las leyes del Capítulo 11 de bancarrota de nuestro país en cuatro
casos, como hace mucha gente de negocios de élite en nuestro país”.
Sin embargo, Trump
nunca ha reconocido que alguna empresa estadounidense importante se haya
declarado en bancarrota tantas veces como sus casinos. Según la Base de Datos para
Investigación de Bancarrota LoPucki-UCLA, solo unas pocas compañías grandes han
recurrido al Capítulo 11 más de dos veces. Entre las grandes empresas, solo los
casinos Trump han utilizado el proceso cuatro veces (tres de ellas, mientras estaban
bajo la propiedad o el control del magnate).
Trump ha
justificado el uso repetido de la bancarrota en sus casinos como “una práctica
eficaz y de uso común… para reestructurar una empresa y en última instancia, para
salvar empleos”. Si bien esta es una razón por la que el Congreso creó el
Capítulo 11, las evidencias demuestran que Trump, de alguna manera, ha
retorcido el proceso para beneficiarse, incluso mientras continuaban la
hemorragia de empleos y la pérdida de dinero en sus casinos.
Tercera, las afirmaciones
de Trump sobre la creación de empleos son extraordinariamente importantes. Los
candidatos presidenciales suelen hacen afirmaciones improbables, y Trump no es la
excepción. Los votantes tal vez descarten sus declaraciones como exageraciones
electorales, por lo que no esperan que las cumpla ni él teme que lo encaren con
ellas.
Pero el empleo
es diferente. Su promesa de mejorar la situación apremiante de los trabajadores
que han perdido sus empleos frente a los competidores extranjeros es, a la vez,
poderosa y plausible. Una encuesta Gallup reciente revela que los miembros de
ambos partidos políticos consideran que el empleo y la seguridad económica son
dos de los tres temas más relevantes en estas elecciones. Y Trump se ha manifestado
con firmeza en un asunto de vital importancia que los candidatos “tradicionales”
de los dos partidos han tenido dificultades para abordar.
Al mismo tiempo,
la capacidad de Trump para resolver el problema es, en apariencia, plausible.
Ha dirigido muchos negocios y ciertamente, pudo haber “creado” muchos empleos (dejo
de lado la difícil interrogante de si una sola persona puede llevarse el crédito
de “crear” plazas de trabajo). A diferencia de construir un muro fronterizo a
expensas de México, esto parece algo Trump realmente podría hacer si llega a la
presidencia.
No obstante, los
datos de la Comisión para el Control de Casinos son una señal de alerta, la
cual advierte que es muy probable que no pueda… porque no lo ha hecho. Esos
datos muestran el desempeño de Trump y sus competidores en una línea de negocios
sustancialmente similar (el juego), en el mismo lugar (Atlantic City), en el
mismo período (1997-2010), sujetos a las mismas amenazas, y abarcando dimensiones
(empleo y visión empresarial) que se han vuelto argumentos fundamentales para
la campaña presidencial de Trump. Y en promedio, Trump resultó peor que todos
ellos.
¿Hacer que Estados Unidos vuelva a empeorar?
A lo largo de su
campaña, Trump ha explotado el profundo sentimiento de angustia económica de
los trabajadores estadounidenses.
Muchos creen que
puede ser su defensor porque creó empleos alguna vez. En general, semejantes afirmaciones
no pueden evaluarse y son descartadas como fanfarronadas de campaña.
Sin embargo, aquí
tenemos datos contundentes para juzgar, justamente, la experiencia con que
Trump dice que puede hacer que “Estados Unidos sea grande otra vez”. Mi estudio
de esos datos refuta las afirmaciones de Trump e indica que, lo más probable,
es que haga que Estados Unidos sea mucho peor.
Jonathan Lipson es profesor de leyes en la Universidad
de Temple.
—
Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek