En el imaginario popular, robar bienes culturales es una actividad exótica en manos de adinerados amantes del arte que requiere de gran logística para burlar la seguridad de un museo. Sin embargo, en la vida real los delitos contra el patrimonio cultural son perpetrados por personas normales que pueden necesitar apenas de una gabardina lo suficientemente grande como para esconder un pequeño cuadro.
Según datos de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol), en 2020 había más de 57,000 objetos de arte que constaban como robados o desaparecidos. La mayoría fue sustraída por ladrones no especializados en arte, con métodos que podrían haber sido empleados en cualquier otro robo. Empero, el camino e impacto de estas sustracciones sí poseen una escala diferente a la de los robos comunes.
En criminología, los delitos contra patrimonio cultural se definen como cualquier ataque penal que tiene como víctima más inmediata y material los bienes culturales. Esto puede incluir un objeto de arte, una iglesia, una mezquita o un tapiz. El delito más común es el robo del patrimonio cultural, que comprende sustracciones en museos, robos de incunables en una biblioteca, robos de esculturas en una residencia privada o similares.
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Este crimen, puntualiza Marc Balcells, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), no debe confundirse con el expolio arqueológico. Si bien ambos son delitos contra el patrimonio cultural, el expolio arqueológico ocurre principalmente en yacimientos, a veces con palas y picos, a manos de personas que, al excavar, encuentran desde monedas hasta piezas prehispánicas.
Caso aparte es el expolio de arte, que es la apropiación ilegal de bienes culturales, especialmente en contextos de guerra, ocupación o situaciones de conflicto y en donde muchas veces se usa la violencia o intimidación.
¿QUÉ ES EL EXPOLIO ARQUEOLÓGICO?
El expolio arqueológico es considerado por los especialistas como un tipo de delincuencia transnacional, pues los países con un amplio legado cultural son las principales víctimas de este delito, mientras que los países considerados hubs del mercado de arte suelen ser los destinos finales de las piezas sustraídas.
“Es decir, un expolio arqueológico de México no tiene por qué acabar siendo vendido dentro de México, sino que seguramente acabe en Suiza o en una subasta internacional en París” explica Balcells.
Además del contraste de escenarios que diferencian al expolio y el robo a secas, la manera de comercializar de ambos es muy diferente. Marc Balcells explica que, en el caso de los robos, como en muchas ocasiones los ladrones no son expertos en arte, se encuentran con algo conocido como headache art, es decir, arte que genera dolor de cabeza.
“Yo puedo ir a un museo y robar un [cuadro del pintor] Rembrandt, pero ¿sabes qué pasa? Que en pleno 2025, a los cinco minutos, la Interpol estará avisada, se habrá difundido esta información en todos los países, y a lo mejor este Rembrandt se convierte en algo tan caliente que no hay manera de venderlo”, explica el especialista. Y añade: “Caso que, además, yo sepa dónde lo he de ir a vender, porque como muchos de estos ladrones ni son expertos en arte, ni en el mercado del arte, a lo mejor roban una pieza, pero no saben dónde colocarla”.
El momento de la venta es el más vulnerable para los ladrones, pues algunas de las estrategias que la policía implementa para atrapar a los criminales son hacerse pasar por compradores interesados y tener contactos en el mercado negro del arte para tirar el anzuelo y dar con el responsable a través de una falsa compra.
NO ES LO MISMO ROBAR UN REMBRANDT QUE UNA PIEZA ARQUEOLÓGICA DESCONOCIDA
Al hablar de expolio arqueológico, la venta es mucho más fácil, pues es un mercado abierto. “No es lo mismo robar un Rembrandt y que todo el mundo lo sepa, que irte a un yacimiento, encontrar una pieza que solo tú sabes que has encontrado, y entonces irte con un marchante de arte y decir: mire lo que me encontré en casa de mi abuelita, mire esta pieza azteca. Ahí es completamente diferente porque nadie sabía que esta pieza existía antes de que tú la encontraras de manera ilícita, porque no eres un arqueólogo”, explica Balcells.
En casos como estos, la compra y venta surge de manera alocada, incluso en internet. Sitios como eBay, Amazon y Mercado Libre son algunos canales de venta, así como Facebook, plataforma con sitios donde se vende arte y arqueología.
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Respecto a los esfuerzos tanto de la Interpol como de diferentes autoridades en Europa que buscan democratizar la información sobre delitos al patrimonio cultural para prevenirlo, Marc Balcells detalla que lo importante es que exista una base de datos de objetos robados en donde aparezca recogido todo: el lugar donde se llevó a cabo la sustracción, fecha, hora, tipo de recinto donde ocurrió, de qué tipo de pieza se trata, sus dimensiones, peso y hasta fotografías.
Así, las bases de datos serían una herramienta que permitiría a los compradores y coleccionistas cerciorarse de que lo que están comprando no es producto de un robo o expolio.
“Imagínate que es un cuadro de [Gustav] Klimt. ¿Y si fue expoliado durante la Segunda Guerra Mundial por los nazis a una familia judía? Yo no me estoy gastando toda esta fortuna en un Klimt para que luego alguien me lo pueda reclamar. Entonces, es importante ver que este cuadro tiene una historia limpia, lícita. Y para eso sirven estas bases de datos. También sirven para que las víctimas reporten”.

ES IMPORTANTE FOTOGRAFIAR Y REGISTRAR TODAS LAS PIEZAS DE ARTE
En este sentido, que los coleccionistas y los museos cuenten con fotografías de las piezas que resguardan es fundamental en los intentos de recuperación. Balcells detalla que, aunque lo ideal es que los museos tengan todas las piezas fotografiadas, documentadas, pesadas y medidas, no es todavía parte de los protocolos estándar en la mayoría de los museos.
Un ejemplo ilustrativo de la importancia de la documentación ocurrió en 2011 en el Museo del Cairo, en donde hubo importantes robos durante la Revolución Egipcia. Después del saqueo, el museo quiso mostrar las piezas robadas, pero solo contaba con dibujos. Esto es algo que podría pasar en cualquier museo del mundo que no tenga las piezas digitalizadas, recogidas en un catálogo o fotografiadas.
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Asimismo, como parte de las estrategias de erradicación del robo al patrimonio cultural, Balcells destaca la participación activa y consciente de todos los involucrados en la compra y venta de arte. “Es muy importante que el coleccionista se dé cuenta de que se tiene que coleccionar de forma ética. Es decir, es importante que hoy en día sepamos todos que hay un mercado ilícito del arte y que no vale el coleccionar por coleccionar. No se puede comprar cosas expoliadas, saqueadas, traficadas de otro país, robadas, etcétera”.
Hace unas décadas, resalta, la gente miraba para otro lado, pero hoy en día ya no se puede hacer esto, por lo que los coleccionistas deben repensar su papel en la erradicación de estos delitos. “Cuando compras una antigüedad que a lo mejor viene de Siria o de Libia, seguramente esa pieza haya sido expoliada aprovechando que son Estados en conflicto armado. Y eso es altamente cuestionable desde el punto de vista ético, moral, y es un ilícito”
En cuanto a la recuperación del patrimonio cultural, Marc Balcells destaca que las devoluciones son un gran obstáculo, pues el problema es transnacional. Es decir, cuando una pieza ha salido de su país de origen se enfrentan varios retos para pensar siquiera en comenzar una petición o solicitud de restitución.
RECUPERAR UNA PIEZA ES UN ENTRAMADO BUROCRÁTICO Y POLICIACO
El primero de ellos es que el país de origen se entere de que la pieza robada ha acabado en cierta nación. En el caso de que así sea y, por ejemplo, se tenga conocimiento de que una pieza azteca va a ser subastada en Sotheby’s, París, se debe parar la subasta y la intervención queda en manos de la policía francesa porque la mexicana no puede intervenir en territorio francés.
Por lo tanto, para que esto ocurra, la policía mexicana tiene que hablar con un juez mexicano, que a su vez tiene que hablar con un juez francés, que tiene que hablar con la policía francesa, lo que complica la intervención y recuperación, pues se convierte en un procedimiento diplomático que añade otra dimensión: las penas.
“Estos son delitos que dan mucho beneficio económico, pero que raramente van aparejados a penas de prisión. ¿Por qué? Porque o el bien ya ha salido del país, o porque han pasado muchos años y el delito ha prescrito, o porque ha pasado tanto tiempo que no podemos saber quién es la persona que lo ha sustraído, y porque, además, hay un principio que opera mucho en estos casos, que es que lo importante es la restitución del bien cultural”.
Es decir, lo más importante, mucho más que el delito, es conseguir que esa pieza vuelva a su lugar de origen. Y si bien la restitución es de gran importancia, las sanciones también deberían repensarse, pues al contar con penas muy bajas, una persona que se dedica a este campo como criminal sabe que tiene grandes beneficios y penas muy baja de las que dependen diferentes variables si es que es detenido, acusado por una fiscalía o se consigue probar que cierta persona resulta culpable de este delito.
ITALIA Y LOS TOMBAROLI
Sin minimizar la importancia de la restitución, Balcells añade: “Nadie puede quedarse con el patrimonio cultural de un Estado, máxime cuando ese Estado está diciendo que ese patrimonio cultural le pertenece. Nadie se lo puede quitar”.
Un ejemplo emblemático muy estudiado por Balcells es Italia, donde existe la figura de los tombaroli, saqueadores de tumbas o ladrones de antigüedades que excavan ilegalmente sitios arqueológicos. Asimismo, existe una legislación que establece que no puede existir ningún bien encontrado bajo el sujeto de la ley en el subsuelo italiano, que no sea de Italia.
Todo lo que está en el subsuelo italiano pertenece a Italia y cualquier persona que lleve a cabo una excavación ilícita y que venda estos bienes a otra persona, ya sea en Italia o en el extranjero, comete un delito. En casos así, el especialista reitera el papel de las bases de datos y de las personas involucradas en la compra y venta de arte.
“Es una ayuda que tiene que ir de la mano con la gente que se dedica al coleccionismo, no solamente privados, sino también casas de subastas, museos e instituciones culturales”, concluye Marc Balcells. “Tienen que darse cuenta de que hay que parar entre todos este terror, porque perder patrimonio cultural es perder conocimiento, es perder nuestras raíces, nuestra identidad, nuestro pasado”. N