Los resultados del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), a cuatro años de vigencia, significan un enorme crecimiento en materia comercial, pues solo entre México y Estados Unidos la suma asciende a más de 800,000 millones de dólares.
Mientras tanto, de acuerdo con el economista Kenneth Smith Ramos, jefe de la Negociación Técnica de México para la modernización del ahora llamado T-MEC, el valor del tratado en su totalidad para los tres países se aproxima a los 2 trillones de dólares: “Sin duda hay un incremento comercial importante en la región a partir del T-MEC”.
La sustitución del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por el T-MEC fue un acontecimiento comercial de alta relevancia para la región, lo cual se debió a que en 2017 hubo una amenaza real por parte de Estados Unidos de salirse del acuerdo.
“Ello sucedió bajo la administración del entonces presidente Donald Trump; empero, se logró no solamente evitar que tuviéramos un retroceso o pérdida del tratado, sino que tuvimos acceso al mercado más importante del mundo y, al mismo tiempo, al de Canadá, todo ello manteniendo el libre comercio”, indica el también internacionalista en entrevista con Newsweek en Español.
De esta manera, todos los productos que se comercian entre México, Estados Unidos y la gran mayoría con Canadá siguen libres de aranceles. El economista explica que en aquel momento se logró modernizar el tratado gracias a que México y Canadá coincidieron en que el libre comercio debería continuar con nuevas reglas necesarias para la operación de la economía del siglo XXI.
Las nuevas reglas del acuerdo contemplan estrategias para promover el comercio digital, para garantizar las mejores prácticas regulatorias y para regular el comportamiento de las empresas propiedad del Estado cuando compiten con empresas del sector privado.
T-MEC Y TLCAN
Como ejemplo está el caso del sector energético, en el cual hubo un cambio importante dentro del T-MEC en términos de modernización. Ello se refleja en la reforma energética de México entre 2013 y 2014, la cual permite la entrada y participación plena de la iniciativa privada en diversas áreas del sector energético que antes estaban reservadas al Estado, tales como la generación eléctrica, operación de gasolineras y en terminales marítimas e importación y exportación de petrolíferos y sus derivados, así como una serie de actividades nuevas que no existían en el TLCAN y que ahora fortalecen el marco de libre comercio.
Ejemplo de lo anterior son los nuevos capítulos que brindan fortaleza a todo lo que tiene que ver con la protección de los derechos laborales y la conservación del medioambiente.
“Antes estos temas no eran capítulos integrales del TLCAN, sino acuerdos paralelos, es decir, una especie de segundo nivel con menos responsabilidades y no sujeto a solución de controversias”, explica Smith Ramos. “Ello cambió con el T-MEC y ahora son la parte central del acuerdo, tienen el mismo peso y los mismos dientes que cualquier otro capítulo, lo que significa que si hay violaciones laborales y medioambientales puede haber retiro de preferencias arancelarias”.
UN TRATADO ROBUSTO
Derivado de ambos temas se añade un capítulo para combatir las prácticas de corrupción a través de mecanismos de cooperación y otro para fomentar la entrada de las pequeñas y medianas empresas (pymes) al entorno global de comercio, así como para ayudarlas a fomentar su participación.
Además, se escribió un capítulo centrado en la competitividad, donde se crean iniciativas de cooperación paralelas a las reglas “duras” de libre comercio en el tratado y que son iniciativas de cooperación a largo plazo.
En ese aspecto, el T-MEC ha sido punto de unión de los tres países, tal es el caso de la Cumbre de Líderes de América del Norte de 2023, donde surgió el compromiso de trabajar de manera trilateral para fortalecer las cadenas de valor y dejar de depender del continente asiático en sectores del futuro como los semiconductores, las baterías de litio y los equipos médicos de alta tecnología.
“En ese sentido es un tratado robusto que mantiene el libre comercio y que a su vez se moderniza conforme las necesidades lo requieren”, reflexiona Smith. De esta forma, México resulta muy beneficiado debido a que está bien posicionado como destino de inversiones: “Solamente el año pasado se recibieron cifras récord de 36,000 millones de dólares de inversión extranjera; se han diversificado los países que hacen negocios en este país”.
Como dato, en la actualidad no más de 55 por ciento de las inversiones provienen de Estados Unidos como sucedía hace diez años; hoy entre 40 y 45 por ciento de las inversiones proceden de distintos países.
LA PRIMERA REVISIÓN
La primera revisión del T-MEC será en 2026, la cual será crucial porque no se trata de realizar una renegociación, sino una clase de supervisión donde los tres países pueden hacer recomendaciones sobre cómo mejorar el funcionamiento del acuerdo y cómo continuar con este por 16 años más.
Mientras tanto, el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos provocará un impacto en la relación con México, y ello podría reflejarse en la revisión de 2026. Por lo pronto, “las señales que ha enviado la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, han sido positivas porque ha nombrado miembros en su gabinete del lado económico y de política exterior con mucha experiencia, sin dejar de observar que quiere poner énfasis en el desarrollo de energías renovables”, indica Smith.
“Por ahora se espera conocer qué tanto (Sheinbaum) puede modificar la política energética que ha implementado el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se centró en el fortalecimiento de los monopolios estatales, tanto Pemex como CFE. La presidenta electa ya habla de trabajar con el segmento privado para generar inversión productiva en el sector energético y llevar a cabo una transición hacia las energías renovables. El mensaje es positivo para la economía”.
EL T-MEC PODRÍA GENERAR TURBULENCIA
Hoy en día Estados Unidos libra una guerra comercial apodada “la guerra fría del siglo XXI”, pues está en competencia contra China por la supremacía económica, militar y tecnológica. De ello México se ha beneficiado en los últimos años porque ha aumentado sus exportaciones al país vecino y se ha convertido en su principal socio comercial.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es que, a su vez, están aumentando de manera considerable las presiones por parte de Estados Unidos, tanto del candidato Donald Trump como de la administración de Joe Biden, quienes no ven como positivas las inversiones que planea hacer China en México en sectores que Estados Unidos considera estratégicos, como los de semiconductores, baterías de litio y vehículos eléctricos.
En ese sentido, indica el economista, lo peor que pueden hacer los tres países es, más que revisarlo, intentar reabrir el T-MEC. “El tratado está funcionando, y si acaso Estados Unidos pidiera reabrirlo para renegociar, cambiar las reglas de origen y tratar de excluir a China, se abriría la caja de Pandora porque los otros dos países querrán poner sobre la mesa sus temas particulares”.
De esta forma, el riesgo general de abrir el T-MEC es que se provoque una disrupción en los balances y que se ponga en peligro un acuerdo que ya es exitoso. Sin embargo, si existen prácticas desleales la opción es que los tres países las combatan con acuerdos que sean independientes del T-MEC.
“Por ejemplo, controlar la inversión en sectores estratégicos o impedir que entren productos o inversiones de países o empresas que violen derechos laborales, medioambientales o los derechos humanos”, indica Smith. “Las medidas no deben ser solamente contra China, sino aplicarse contra todos los países que violen las reglas”.
NO HAY QUE REABRIR EL T-MEC
La evidencia después de cuatro años del tratado es que está funcionando “muy bien”, está promoviendo los flujos comerciales y la atracción de inversión a la región. Por ello “no hay que matar a la gallina de los huevos de oro, no hay que caer en el proteccionismo y no hay que tratar de reabrir el T-MEC”.
En el camino hacia la revisión de 2026 México tiene pendiente el generar las condiciones para el desarrollo de las pymes, capacitarlas para dar el brinco tecnológico y que se vuelvan proveedoras de procesos productivos de las grandes industrias que están llegando al país como la aeroespacial y la automotriz, pero también la de semiconductores que se está estableciendo en el suroeste de Estados Unidos y México.
“El país está perfectamente posicionado para ser un gran proveedor en semiconductores y productor de materiales e insumos de alta tecnología en el sector médico”, concluye Kenneth Smith. “Todo avanzará y habrá crecimiento si se logra un trabajo entre el sector privado y el público, un reto que no se ha logrado en 30 años”. N