¿Gabriel, Alicia, Jean o Carlos? En películas, libros y otras formas de arte los creadores a menudo eligen nombres que evocan ciertas imágenes o asociaciones en la mente del público. En la vida real, un nuevo estudio reveló que el rostro humano tiende a evolucionar para adaptarse a su nombre.
Para este artículo los investigadores intentaron determinar si los padres llaman a su bebé basándose en su apariencia facial o si el proceso es al revés, es decir, si con el paso del tiempo el rostro del individuo cambia para coincidir con el nombre asignado.
“Utilizando algoritmos de aprendizaje automático y humanos nuestros hallazgos indican que, si bien los adultos demuestran congruencia entre su apariencia facial y su nombre, este patrón no se observa en los infantes ni en los rostros de los niños envejecidos digitalmente hasta alcanzar la apariencia adulta.
“Esta discrepancia significa un proceso de desarrollo mediante el cual las personas adquieren congruencia entre el rostro y el nombre a medida que maduran”, refiere el estudio publicado a mediados de julio en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences).
Para probar esta hipótesis, el equipo de expertos pidió a niños de 9 a 10 años y adultos relacionar caras con nombres. Los resultados revelaron que ambos grupos asociaron correctamente los rostros de los mayores con sus nombres correspondientes, por encima del nivel de probabilidad. En tanto, cuando se trató de imágenes y nombres de menores, los participantes no pudieron hacer asociaciones precisas.
“George Orwell dijo la famosa frase: ‘A los 50, cada uno tiene el rostro que se merece’. La investigación respalda la observación del escritor de la India, sugiriendo que los cambios en la apariencia facial a lo largo de los años podrían verse afectados por la personalidad y los comportamientos de uno”, refiere PNAS.
EL ROSTRO HUMANO Y LAS EXPECTATIVAS ASOCIADAS CON SU NOMBRE
De acuerdo con la investigación, a medida que pasan los años, las personas internalizan las características y expectativas asociadas con su nombre y las adoptan, consciente o inconscientemente, en su identidad y elecciones.
“La apariencia facial puede verse afectada por este proceso directamente, como cuando una persona elige características específicas de acuerdo con estas expectativas, por ejemplo, el peinado, anteojos, maquillaje (…) La estructuración social es tan fuerte que puede afectar la apariencia de una persona. Estos hallazgos pueden indicar hasta qué punto otros factores personales que son incluso más importantes que los nombres, como el género o la etnia, puede determinar en qué se convierte una persona cuando crece”, apunta el artículo.
El equipo de investigación estuvo dirigido por Yonat Zwebner, Moses Miller y Jacob Goldenberg, de la Escuela de Negocios Arison de la Universidad Reichman, junto con Noa Grobgeld y la profesora Ruth Mayo de la Universidad Hebrea. N