EL 20 DE MAYO, el cineasta noruego Paul Refsdal se encontraba en un pueblo de la provincia de Aleppo, en el norte de Siria, cuando escuchó una explosión.
Cámara en mano, trepó a un minibús blanco conducido por un combatiente del Frente Al Nusra, filial de Al-Qaeda en Siria. El minibús recorrió 4.8 kilómetros hacia la cercana ciudad de Tawama, donde Refsdal y los combatientes con los que iba inspeccionaron los daños.
Un ataque aéreo de la coalición encabezada por Estados Unidos había golpeado una base en la ciudad, dejando al menos diez personas muertas. Las escenas filmadas por Refsdal muestran a combatientes del Frente Al Nusra luchando para retirar los escombros de sus “hermanos”. Un civil recién afeitado le habla furiosamente a la cámara, diciendo que el ataque aéreo había sido dirigido a hogares civiles y que había matado a personas inocentes.
Un combatiente de Al Nusra le interrumpe. “Tranquilo. Hay una base militar y civiles aquí. Di la verdad. Diles lo que ocurrió”, y añade que el presunto blanco del ataque era, después de todo, una base de Al Nusra. Refsdal comprendió el mensaje implícito del miembro de Al-Qaeda: filma lo que quieras; nosotros no vamos a alimentar tu propaganda.
Para su sorpresa, Refsdal descubrió que el grupo seguía comprometido con dejar que un periodista occidental filmara abiertamente y sin censura a los combatientes. El resultado es Dugma: The Button (Dugma: el botón), el nuevo documental de Refsdal, que mostró exclusivamente a Newsweek antes de su estreno en Oslo, Noruega, el 10 de marzo. El filme proporciona una mirada inusualmente íntima a algunas de las figuras más satanizadas de los conflictos modernos: los bombarderos suicidas (la película será transmitida por televisión en al menos cuatro países europeos en marzo).
Refsdal afirma que el grupo no censuró su material al final de su viaje. Su única solicitud fue que no filmara ciertos combatientes o los exteriores de cualesquier casas. El grupo no deseaba que el material ayudara a sus muchos enemigos a identificar sus bases y sus casas de seguridad.
Refsdal es un periodista independiente que ha pasado más de tres décadas informando desde zonas de conflicto en todo el mundo; trabajó anteriormente con grupos rebeldes en Myanmar, Sri Lanka, Nicaragua y Kosovo. Dugma, que filmó durante dos viajes a Siria en diciembre de 2014 y de mayo a junio de 2015, sigue a dos bombarderos suicidas que combaten al régimen dictatorial del presidente Bashar al-Assad en Siria: Lucas Kinney, un converso británico de 26 años, originario del Oeste de Londres, conocido ahora como Abu Basir al-Britani, y Abu Qaswara al-Maki, un saudí de 32 años.
Refsdal pasó un total de seis semanas acompañando a los combatientes de Al Nusra. Su película ofrece al espectador una mirada más íntima a los dos hombres, quienes hablan de sus creencias, sus preocupaciones y sus deseos. Nos enteramos, por ejemplo, de que a Al-Maki le fascina cantar y comer pollo frito, y que Al-Britani, recién casado, ahora tiene sus dudas sobre el martirio. Su esposa espera a su primer hijo, y le entristece mucho dejar a su familia. Los futuros bombarderos suicidas se presentan como seres humanos complicados e, incluso, simpáticos.
Estados Unidos y la Unión Europea califican a Al Nusra como una organización terrorista, lo cual está considerablemente justificado. Durante la guerra, el grupo ha hecho una pausa en su lucha contra las fuerzas de Assad para secuestrar 13 monjas ortodoxas griegas y 45 pacificadoras de Fiji, ejecutar cuatro soldados libaneses y encarcelar y torturar al periodista estadounidense Theo Padnos durante casi dos años, hasta su liberación, en agosto de 2014. En noviembre de 2015, voceros y partidarios de Al Nusra alabaron los ataques ocurridos ese mes en Beirut y París que, en conjunto, dejaron más de 170 muertos.
La oportunidad de Refsdal de acompañar a Al Nusra en las provincias de Idlib, Aleppo y Latakia, todas ellas destrozadas por la guerra, surgió después de un primer viaje realizado en 2013 a Latakia con Harakat Sham al-Islam, un grupo yihadista marroquí fundado por tres antiguos detenidos en la Bahía de Guantánamo. Mientras estaba en Siria, comenzó a pensar si podría acompañar a Al Nusra, una de las facciones yihadistas más influyentes.
Refsdal tenía motivos para pensar que el grupo podría estar abierto a trabajar con él. En mayo de 2011, un grupo de SEAL de la Infantería de Marina estadounidense irrumpió en el refugio de Osama bin Laden, líder de Al-Qaeda, en Pakistán, y lo mató en el proceso. Entre los muchos documentos que los SEAL se llevaron al salir del complejo se encontraba una carta de Adam Gadahn, vocero de Al-Qaeda nacido en Estados Unidos, dirigida a un destinatario desconocido. En la carta, Gadahn (quien fue muerto el año pasado en una operación antiterrorista de Estados Unidos) sugería a más de una docena de periodistas con los que Al-Qaeda debería cooperar. Entre ellos estaba Refsdal, que había acompañado al Talibán en Afganistán en 2009 mientras filmaba un documental sobre la guerra en ese país.
La carta se refiere a Refsdal como “el periodista noruego que pasó algún tiempo con los estudiantes en [Afganistán] y publicó una película que fue condenada en Occidente porque muestra que los estudiantes son humanos, que tienen familias e hijos y que ríen y comen como las demás personas”.
Refsdal había escuchado acerca de la carta, que fue publicada en línea en 2012. En diciembre de 2013, tras buscar un contacto en el grupo, él y su traductor abordaron a un comandante de Al Nusra en Latakia. El comandante informó al traductor de Refsdal que podía regresar en primavera.
En abril de 2014, la oficina de medios de Al Nusra en Latakia le pidió a Refsdal que enviara lo que él describe como una “solicitud de empleo”. Además de una presentación de sus primeros trabajos, Refsdal debía explicar la necesidad del proyecto y describir lo que conllevaría la película. Él insistió en señalar que había formado parte del ejército noruego. “Lo peor que uno puede hacer es mentirle a esas personas y que lo descubran”, afirma.
Al Nusra aceptó la propuesta de Refsdal en julio de 2014. Logró obtener financiación del Instituto Noruego de Cinematografía, dirigido por el Ministerio de Cultura de ese país, un centro cinematográfico noruego llamado Viken, y Fritt Ord, una fundación privada noruega que apoya la libertad de expresión (Refsdal tuvo dificultades para encontrar algún canal de televisión dispuesto a enviar a un periodista a Siria debido a que es muy peligroso. Pero cuando terminó la filmación, recibió más fondos de canales de televisión británicos, alemanes y daneses para los procesos de edición y producción).
Refsdal había tomado una decisión que muy pocos periodistas occidentales han tomado en años recientes: regresar a Siria mientras está en poder de los rebeldes. A cinco años del inicio de la guerra civil, Siria se ha convertido en el lugar más mortífero del mundo para los periodistas. De acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas, 91 miembros de ese gremio han sido asesinados en Siria desde 2012. Cuando el grupo militante Estado Islámico (EI) decapitó a los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff en 2014, la mayoría de las organizaciones noticiosas y periodistas independientes decidieron que Siria en poder de los rebeldes estaba fuera de toda consideración.
Entonces, ¿por qué Refsdal pensó que podría confiar en sus anfitriones?
“Al Nusra secuestra personas o las arresta”, dice Refsdal. “Pero eso sólo sucede si entran en su área sin permiso”. Él piensa que el grupo es lo suficientemente sofisticado para comprender la posible ventaja de permitir la entrada a un periodista occidental, aun si restringe el acceso a periodistas aprobados por el círculo interno de su difunto líder.
“Pienso que Al-Qaeda en general necesita tener relaciones con periodistas para dar a conocer su mensaje”, afirma Refsdal. “No tienen que aceptar que estos periodistas estén 100 por ciento a su favor, pero si pueden confiar en que ellos les proporcionen una cobertura justa, pienso que está bien”. Se trataba de un acuerdo que Refsdal estaba dispuesto a hacer, y de un riesgo que estaba preparado para aceptar.
Cuando llegaron a Siria proveniente de Oslo, él y su traductor local condujeron durante una hora a través del territorio sirio para llegar a la oficina de medios de Al Nusra, ubicada en algún lugar de la provincia de Latakia, en el noroeste del país (Refsdal declinó nombrar la ciudad o dar más detalles sobre cómo entró en Siria). Allí se reunieron con combatientes de Al Nusra.
Refsdal afirma que el grupo hizo esfuerzos para garantizar su seguridad mientras lo acompañaba, y que le aconsejó que se vistiera como un combatiente. En la ciudad de Harem, en la provincia de Idlib, en el noreste del país, los soldados de a pie del grupo le advirtieron que cerrara sus puertas con llave debido a que los miembros del EI estaban en la ciudad. En la provincia de Aleppo, el grupo envió a un Al Nusra shari (líder religioso) a reducir las tensiones cuando un grupo de chechenos que se encontraban en un café internet acusaron a Refsdal de ser un espía.
Durante la mayor parte del tiempo, Refsdal dice haberse sentido seguro. En las tardes, el grupo se retiraba del frente hacia los pueblos, donde Refsdal podía caminar libremente o pasar el tiempo en cafés internet comunicándose con su familia en Noruega. “A [Al Nusra] le hacía feliz que yo estuviera solo si eso era lo que deseaba”, señala.
“Parece muy difícil y muy peligroso, pero cuando uno está ahí, todo es más fácil en cierto sentido”, dice, y explica que fue mucho más fácil comunicarse con los soldados de Al Nusra en Siria (quienes, en su mayoría, estaban bien educados y hablaban correctamente el idioma inglés) que con los combatientes del Talibán con los que se había reunido en Afganistán.
Es posible que Refsdal se haya sentido seguro con Al Nusra, pero también tuvo que considerar las implicaciones legales de acompañar a una organización designada como terrorista que se considera a sí misma parte del grupo que perpetró los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Martin Bernsen, asesor de alto nivel del Servicio de Seguridad Policiaca de Noruega, que es el equivalente del FBI en ese país, dijo a Newsweek que el cineasta no fue detenido para interrogarlo al regresar a Noruega debido a que nunca juró lealtad a un grupo extremista ni se unió a sus filas. Sin embargo, el trabajo de Refsdal lo puso cara a cara con la preparación de ataques terroristas, lo que significa que tiene un conocimiento bastante profundo acerca del funcionamiento del grupo.
Por ejemplo, en una escena del documental, Al-Maki le muestra a Refsdal un camión blindado en el que un dugma (botón) está colocado junto al asiento del conductor y conectado a un dispositivo explosivo en el maletero (en una misión suicida, el perpetrador conduce hacia un objetivo y presiona el botón al hacer impacto). En otra escena, captada por Al Nusra y entregada a Refsdal, se muestra a un combatiente turco de Al Nusra detonando su vehículo explosivo entre gritos de “Allahu akbar” (Dios es grande). La película alterna entre tales momentos de gran dramatismo y enternecedoras escenas de la vida cotidiana. Poco después vemos a Al-Maki pidiendo kabsa, un plato árabe de carne y arroz, en un restaurante con otros combatientes, y llamando por teléfono a su madre en Arabia Saudí.
En otra parte de la película, mientras Al-Britani corta rosas en el jardín de una casa de seguridad de Al Nusra, otro combatiente dice bromeando que es “como el Estados Islámico con las flores; él las decapita”.
Hay una tensión acumulada en estas escenas, y de hecho, en cada momento de la película, pues el espectador siempre se pregunta, ¿acabarán haciéndolo? ¿Acaso los hombres a los que estamos viendo ya están muertos? Refsdal pidió a Newsweek no revelar el destino de uno de los bombarderos suicidas. El otro, Al-Britani, no lleva a cabo una misión suicida porque forma parte de una “larga lista de espera”. El periodista noruego dice que está feliz de hacer público este detalle porque piensa que la madre de Al-Britani, Deborah Phipps, está “muy preocupada” por su hijo. Refsdal y su productor, Ingvil Giske, intentan localizar a Phipps para mostrarle las escenas en las que aparece su hijo.
Giske dice que Refsdal ha realizado una película que pone en tela de juicio las percepciones del mundo acerca de los grupos extremistas. “Trata de decir que son personas normales y que debemos tratarlas como personas normales”, señala. En marzo próximo, el público podrá formarse una opinión al respecto.
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