Con una energía contagiosa, Jennifer Clement se dispone a platicar de su más reciente libro, La fiesta prometida, en el que, profundamente influenciada por sus experiencias de vida tanto en México como en Nueva York, hace una reflexión íntima y nostálgica sobre su pasado, los cambios sociales y culturales de esos tiempos y la auténtica identidad mexicana. En entrevista con Newsweek en Español, Clement comparte sus motivaciones, los temas centrales de su libro y la importancia de la memoria como hilo conductor de su narrativa, en donde las experiencias personales se entrelazan en fragmentos formando un tapiz rico y complejo que refleja la realidad de dos ciudades y dos épocas distintas.
“Creciendo en México sabía que el final del amor estaba en todas partes”, es la frase con la que inicia La fiesta prometida. Desde su niñez en México, Clement sintió la presencia omnipresente del fin del amor. En el libro, esta sensación se expresa a través de las pérdidas y desamores que son parte fundamental de la narrativa. La autora señala que, en la parte mexicana del libro, se evidencia de manera fuerte el final de una época dorada de México. Aunque admite no haber vivido plenamente esa era, pues era apenas una niña, siente que el “polvo del oro” de aquellos tiempos se quedó en sus manos, formando un legado intangible pero significativo.
“Si no las escribía, esas historias se iban a perder”, dice sobre las motivaciones que están detrás de este libro.
JENNIFER CLEMENT SE ADENTRA EN LA DINÁMICA FAMILIAR
La obra también refleja una especie de odisea personal. En el último capítulo, Clement explora su retorno a México, un país que describe con una anarquía particular, donde “sabemos que todo está perdido”. Esta percepción resuena con los sonetos de Sor Juana en contra de la esperanza, destacando una perspectiva fatalista pero también profundamente arraigada en la identidad mexicana.
Clement también se adentra en la dinámica familiar de esos tiempos y la figura central de Chona, su nana, quien desempeñó un rol maternal más significativo que su propia madre: “Chona era realmente, en términos profundos, mi mamá, mucho más que mi mamá”. En una época donde los padres estaban frecuentemente ausentes y el arte estaba sobre todas las cosas, la relación con Chona se convirtió en un pilar emocional para la autora. Esta ausencia parental, según Clement, era una característica de su generación, contrastando con la mayor preocupación y atención de la generación actual hacia sus hijos. Así, menciona cómo la permisividad de esos tiempos la colocó en experiencias inusuales, como su visita a los baños públicos con Chona: “Yo era como una especie de extraño animal, allá adentro del baño de vapor, donde iba la gente más pobre de México”.
LA OBRA “LA FIESTA PROMETIDA” ESTÁ DIVIDIDA EN DOS PARTES
Estos recuerdos forman parte de un mosaico más amplio que incluye datos como el censo de México de 1970, reflejando la extrema pobreza y el analfabetismo de la época. Clement utiliza estos fragmentos para crear una memoria colectiva que abarca tanto su vida personal como la historia de la ciudad. “Sí son mis historias, sí es mi memoria, sí es cómo me hice escritora, pero también es un libro sobre esa época en México y esa época en Nueva York”. En la literatura de Clement, la ciudad no es solo un escenario, sino un personaje en sí mismo. Así, construye la narrativa en fragmentos, espejeando el funcionamiento de la memoria humana.
El libro está dividido en dos partes: Ciudad de México y Ciudad de Nueva York, cubriendo los primeros 27 años de la vida de la autora. Esta estructura no lineal permite una exploración profunda de las experiencias azarosas y las influencias que moldearon su vida y su carrera como escritora. La vida de Clement ha sido azarosa, desde su encuentro fortuito con la novia de Basquiat mientras trabajaban como meseras en Nueva York, hasta las historias contadas por figuras notables como Ana María Xirau y Elena Poniatowska, cada fragmento contribuye a una narrativa rica en contexto y significado.
“Tuve una niñez y una juventud tan excepcional, conocí y estuve influenciada por mucha gente. Y está el azar, cuando mis padres llegan a México, de todas de los miles de calles que pudieron haber escogido para vivir, escogieron la misma calle en la que vivían Frida y Diego. Y yo me bañaba en la ahora famosa tina de Frida, pero en ese momento ella no era famosa, no había ningún reconocimiento por mi parte de que estaba en la tina de Frida Kahlo; era la casa de mi amiga y era mi segundo hogar. Lo mismo con Basquiat. Nadie era famoso: la cantidad de obra de Basquiat, que Suzanne y yo tiramos a la basura. Seríamos multimillonarias, pero para nosotras no era importante. Eran las porquerías que dejó el ex”.
UNA EXPLORACIÓN DE LA IDENTIDAD
Uno de los temas más poderosos del libro es el amor incondicional de Clement por México. “No importa si eres rico o pobre, un mexicano fuera de México, lo único en lo que piensa es en México”. Y describe este libro como un acto de profundo amor por México; un amor que se manifiesta en su deseo de regresar a su país, y describe este sentimiento como una “fatalidad mexicana”, una necesidad de estar en México a pesar de las dificultades.
A pesar de los desafíos que podría implicar publicar libros con temática mexicana en inglés y en el extranjero, Clement ha logrado captar el interés de editoriales de todo el mundo. La fiesta prometida ha sido vendida en varios países, incluyendo México, Estados Unidos, Inglaterra, Turquía y Suecia. Este interés global subraya la relevancia y el atractivo universal de las historias y experiencias que narra en su obra.
La fiesta prometida, publicada por Penguin Random House, es más que una simple autobiografía; es una celebración de la memoria, una exploración de la identidad y un testimonio del amor eterno de Jennifer Clement por México. N