El ambientalista Patrick Donnelly observa detenidamente un puñado de capullos rosados. No se trata de una flor cualquiera, sino de una especie única en su tipo que se abre finalmente en un color amarillo cremoso y crece solo en un rincón del oeste de Estados Unidos. Sin embargo, esta flor tuvo el infortunio de dominar un valle desértico en Nevada en cuyo subsuelo abunda el litio, un metal crucial para fabricar las baterías de los autos eléctricos.
La rara Eriogonum tiehmii, descubierta en 1983 por el botánico Arnold Tiehm y conocida como “trigo sarraceno de Tiehm”, está bajo amenaza de extinción. El hallazgo de las reservas de esta materia prima, litio, codiciada en la transición al uso de energías limpias y a la electromovilidad, atrajo el interés de la empresa australiana de minería Ioneer.
“Afirman, no sé cómo, que no perjudicarán la flor. Pero ¿te imaginas cómo sería si alguien construyese una mina a cielo abierto a 200 pies (61 metros) de tu casa? ¿Eso no afectaría tu vida profundamente? Esta mina causará su extinción”, cuestionó Donnelly, de la oenegé Centro para la Biodiversidad.
La flor de tallos altos fue clasificada en peligro de extinción en 2022 por las autoridades estadounidenses, que determinaron que su principal amenaza es la minería. Se estima que hay apenas unos 20,000 ejemplares diseminados en una superficie equivalente a poco más de cinco canchas de futbol.
UNA MINA PARA EXTRAER 22,000 TONELADAS DE LITIO AL AÑO PONE EN RIESGO LA FLOR
En Rhyolite Ridge, una cuenca lacustre seca y rodeada de formaciones volcánicas a unos 370 kilómetros al noroeste de Las Vegas, Ioneer quiere instalar una mina. Lo anterior, para extraer “22,000 toneladas de carbonato de litio al año”, que será refinado en las instalaciones, explicó Bernard Rowe, director general de la firma australiana.
Este volumen permitiría la producción de baterías para unos 370,000 vehículos eléctricos anualmente durante 26 años. En Estados Unidos, donde el presidente Joe Biden fijó ambiciosas metas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el proyecto de Ioneer debería potenciar la producción estadounidense de litio, hasta ahora bastante escasa a pesar de sus enormes reservas.
“Entonces es importante desarrollar una cadena de suministro nacional para esta transición energética, y Rhyolite Ridge será una parte integral de esto”, dijo Bernard Rowe.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda mundial de litio se multiplicará entre cinco y siete veces de aquí a 2030. En la actualidad, Australia, Chile y China dominan la producción. Para Ionner, el afán por diversificar el origen de la oferta del litio no implica un sacrificio ambiental.
“Estamos seguros de que la mina y la planta de Tiehm pueden coexistir”, aseguró Rowe.
El plan de Ioneer contempla la destrucción gradual de 22 por ciento del ya reducido hábitat de la planta, pero promete adoptar medidas para proteger el resto de los ejemplares. La empresa australiana afirma que ha invertido 2.5 millones de dólares en realizar investigaciones sobre la planta nativa, que cultiva en invernaderos con el objetivo de replantarla en el terreno.
“LA VAN A DESTRUIR”
Pero los ambientalistas son escépticos. “Es básicamente una ecoimpostura de la extinción. Dicen que van a salvar la planta, cuando en realidad la van a destruir”, acusó Donnelly.
El activista sostiene que la construcción de la cantera y el polvo generado por el ir y venir de los camiones debe limitar el proceso de fotosíntesis, así como impactar a los insectos que polinizan las flores, lo que reducirá su población.
Ante la inminencia del proyecto, el Centro para la Biodiversidad propone que la mina sea construida a por lo menos 1.6 kilómetros de las flores. Pero preferiría que se cancelase por completo. Hay otros yacimientos en Nevada que podrían ser explotados, argumenta. “No es tan simple como decir: avanza y cava en otro lugar”, replicó Rowe.
La empresa espera comenzar la producción a finales de 2027, pero su permiso de explotación dependerá de la evaluación de impacto ambiental. El Centro para la Biodiversidad acudirá a los tribunales. Donnelly sostiene que una transición limpia pierde su objetivo si el precio a pagar es la biodiversidad del planeta.
“Si resolvemos la crisis climática, pero extinguimos todo en el proceso, igual vamos a perder nuestro mundo”, aseveró. N
(Con información de AFP)