Parir es un parteaguas en la vida de una mujer y persona gestante. El cuerpo se abre y se transforma para dar paso al nacimiento. Decidir cómo llevar a cabo su propio parto es un derecho de la mujer, como un ejercicio de su voluntad que repercute en la salud física y mental de la madre, su bebé y la familia.
Que las instituciones hospitalarias, o de terceros, obstaculicen la decisión de la mujer sobre el proceso de su parto es considerado violencia obstétrica. De acuerdo con el Grupo de Información de Reproducción Elegida (GIRE), la violencia obstétrica “consiste en cualquier acción u omisión por parte del personal de salud que cause un daño físico o psicológico durante el embarazo, parto y puerperio. Cualquier acción u omisión que se exprese en la falta de acceso a servicios de salud reproductiva, un trato cruel, inhumano o degradante o un abuso de medicalización”.
Por ello, los obstáculos institucionales a los que se enfrenta la partería son una afrenta contra los derechos de las mujeres y las personas gestantes. En nuestro país, de acuerdo con el informe “Fortalecer la partería: una deuda pendiente con las mujeres de México”, publicado en 2017 por la Fundación McArthur, 96 por ciento de los partos se atienden en hospitales. Aura Renata Gallegos Vargas, partera en la tradición e investigadora independiente, dice en entrevista con Newsweek en Español que “la disminución tan drástica de los partos atendidos por parteras se relaciona en gran parte a que hay una política promovida por el Estado de acabar con esta práctica (parir)”.
JUICIO NEGATIVO DEL PERSONAL MÉDICO Y EL PARIR
La partera menciona que la primera actitud que inhibe la práctica de la partería es el juicio negativo del personal médico. “Las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestra vida y nuestros cuerpos. Los derechos reproductivos incluyen el derecho a elegir cuándo, cómo y dónde atender nuestros embarazos, nuestros partos y la salud”.
Gallegos agrega: “El personal médico, al deslegitimar los conocimientos e incluso regañar o maltratar a las mujeres que optan por la partería, son los primeros que afectan esta práctica”.
Sin embargo, la partera denuncia que el mayor obstáculo para esta práctica son las políticas del Estado, especialmente por el establecimiento del certificado de nacimiento desde 2007 como documento indispensable para tramitar el acta de nacimiento y, por tanto, acceder al derecho a la identidad y nacionalidad. Dichos documentos son imprescindibles para obtener derechos a la educación, salud, etcétera. Desde su experiencia, Aura Gallegos declara que la mayoría de los nacimientos con parteras se les niega o dificulta conseguir el certificado de nacimiento.
“Hay familias que eligen no atenderse con nosotras porque saben que los médicos no les darán el certificado de nacimiento. Por ejemplo, en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para que tú puedas darle el servicio a tu hijo tienes 45 días a partir de que nace para registrarle”, declara Gallegos, y explica que el Estado mexicano no tiene un mecanismo que proteja a las mujeres que deciden parir en espacios no hospitalarios.
“La negación del certificado es una acción de disciplinamiento social. Un mensaje que dice: para que ni tú lo vuelvas a hacer ni otras se atrevan a atenderse fuera del hospital, porque fuera de aquí corren peligro”, dice Gallegos.
DOS CONCEPCIONES DISTINTAS DEL NACIMIENTO
Además, la partera tradicional cuenta que hay una serie de mecanismos que se disfrazan de bien intencionados en favor de la partería, pero que tienen los efectos contrarios. Los programas de capacitación obligatoria para las parteras tradicionales establecen mecanismos de práctica de la partería que se alinean a la medicina alópata. Lo que ocasiona que los saberes como el uso de plantas tradicionales vaya desapareciendo porque tales conocimientos se conservan de la práctica cotidiana que se enseña generacionalmente.
“Hay parteras que ya no transmiten sus saberes por la discriminación sistemática que sufren. No quieren que sus hijas, nietas o las mujeres jóvenes de sus comunidades sufran este tipo de violencia”, explica Gallegos, y enfatiza que la pérdida del conocimiento de las parteras pone en riesgo los derechos culturales y a la autodeterminación de las comunidades indígenas.
Asimismo, expone que no debería haber un enfrentamiento entre personal hospitalario y parteras, no obstante, explica que las formas de concebir el parto y a la madre son tan distintas que hace muy difícil la práctica en conjunto. Según la partera, la medicina alópata concibe al parto como un problema médico a resolver a partir de principios científicos universales que establecen estándares que no todas las mujeres cumplen. Así, Gallegos interpreta que muchas veces se declaran situaciones de riesgo que no lo son.
LOS RECURSOS PARA PARIR
En cambio, “nosotras vamos confiando en el proceso. Podemos mirar desequilibrios y buscar que se equilibre”. Añade Gallegos: “Le damos a la madre los recursos para que ella logre el parto. Somos acompañantes que facilitamos, pero no obligamos a las mujeres a tomar decisiones que no deseen”.
Asimismo, reconoce que los hospitales son fundamentales para las emergencias obstétricas, pero que el problema es que las mujeres que llegan después de ser atendidas por parteras son usualmente violentadas por el personal hospitalario y las parteras incluso amenazadas.
Después del parto la mujer se enfrenta al extenuante trabajo de la crianza. Un infante demanda atención y cuidado las 24 horas del día. Especialmente, si se ha decidido alimentar al bebé con leche materna significará que pasará mucho tiempo pegado al cuerpo de su madre. Gallegos enfatiza que la partería es un ejercicio que concibe el embarazo, el parto y la crianza como un ciclo completo que debe ser acompañado y sostenido no solo por la madre y el padre, sino por toda una red de apoyo.
¿LA PARTERÍA PUEDE PROMOVER OTRO MODELO DE MATERNIDAD?
“Es fácil que romanticemos a una mujer con un bebé, que nos parezca de lo más natural que se haga cargo sola de la crianza de su infante. Sin embargo, tal carga puede provocar episodios de depresión”, explica Gallegos, quien describe que, en el capitalismo actual, especialmente en zonas urbanas, la crianza deja a las madres en soledad, siendo el origen de la fatiga de sus cuerpos y el desgaste emocional que afecta no solo a la madre, sino a toda la familia.
En contraste, la práctica de la partería tradicional promueve que la madre, al tener que estar en contacto con su bebé por la lactancia, necesite toda una red de personas que se hagan cargo de los demás trabajos de cuidado necesarios para la vida de la familia.
“Implica reconocer que hay todo un círculo social, una colectividad que tiene que acompañar a esta mujer. Si queremos tener mujeres saludables y bebés saludables psíquicamente se necesita una transformación social sobre lo que implica el cuidado. No puede seguir viéndose el cuidado como una tarea de responsabilidad individual”, puntualiza la partera.
De acuerdo con OXFAM, las mujeres y las niñas realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado en todo el mundo y constituyen dos terceras partes de la mano de obra que realiza este tipo de trabajo de forma remunerada. Es decir, quienes cuidan mayoritariamente a las infancias son mujeres.
DESIGUALDADES
Ignorar la desigualdad en la repartición de este trabajo solo ahonda la fragilidad en la salud física y mental de las mujeres. En los últimos años, la idea de un sistema nacional de cuidados ha sido impulsada por diversos colectivos feministas como un camino que pueda solventar esta desigualdad.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias, que se especializa en investigación sobre políticas públicas que promuevan la movilidad social, considera que un sistema nacional de cuidados es una deuda con la construcción de igualdad de oportunidades. Porque al reducir la sobrecarga de trabajo no remunerado que hacen las mujeres cuidadoras se permite su desarrollo en los espacios educativo, laboral, social y político.
Aura Gallegos recuerda que para acompañar el proceso de embarazo, parto y primera crianza es necesario construir espacios de intimidad. “El proceso de acompañar a una mujer es de largo plazo, te comprometes con ella hasta que va a parir. Para que puedas apoyarla en su parto debes conocerla, construir un vínculo de confianza. Porque creemos que todos los partos deben ser dolorosos, pero no es verdad, podemos crear las condiciones para que sean gozosos”. N