El auge del movimiento feminista en el siglo XXI ha permitido visibilizar de una manera más clara algunos de los obstáculos que dieron origen a la lucha de las mujeres en busca de igualdad de derechos y oportunidades; así como el reconocimiento a su desempeño social, laboral, personal y académico.
La difusión del mismo ha buscado encontrar entendimiento y sensibilización de quienes por género o convicción han decidido sumarse a este movimiento con el fin de tener una sociedad más justa, equitativa y consciente; que posibilite legitimar el empoderamiento de las mujeres sin que esto represente una guerra contra los hombres, sino más bien una lucha que busca reducir (y en una utopía); erradicar la cultura machista que se promueve a través de la institucionalización del patriarcado que pretende perpetuar el sometimiento de la mujer.
Con el transcurso del tiempo el feminismo ha conseguido logros que han abonado a reducir la brecha de género en diferentes ámbitos; pero también ha dejado ver que aún queda un largo camino por recorrer respecto a una situación de equidad de género legítima en la sociedad actual, entendiendo esta como la igualdad de oportunidades y condiciones en todas las áreas de desarrollo del ser humano; pero desde mi óptica existe otro vislumbramiento que el movimiento ha traído a discusión y es la falta de unidad e identificación entre las mujeres.
Parece contradictorio que un movimiento creado por mujeres y para las mujeres que busca en su acepción más amplia, el reconocimiento y empoderamiento del género con el fin de tener mejores condiciones de vida; carezca de la aprehensión de todas las mujeres al no reputarse como feministas.
Y es ahí donde el feminismo tiene su área de oportunidad más fuerte, entre las mujeres despertando la consciencia y empatía de estas hacia ellas mismas y hacia sus congéneres; a lo que se llama sororidad.
El término sororidad se puede entender como: “relación de solidaridad entre las mujeres especialmente en la lucha de su empoderamiento”, de acuerdo a la RAE. Este fue tomado del vocablo en ingles sisterhood, que se refiere a la hermandad entre mujeres.
La solidaridad entre mujeres busca empatía dentro del mismo género, a través de construir relaciones positivas de apoyo mutuo y entendimiento favoreciendo la idea de que no es necesario ser vulnerada en primera persona para sentirse indignada posicionándose contra actos de violencia y discriminación cometidos en contra de otra mujer, así como también de reconocer que existen mujeres que cometen o aprueban conductas violentas, prejuiciosas y destructivas en contra de ellas mismas y hacia otras mujeres.
Una mujer sorora forzosamente se reputará en el feminismo consciente, luchando cada día para romper los paradigmas y prejuicios adquiridos por años a través de la cultura y educación machista que nos ha colocado como rivales entre nosotras mismas; permitiendo así perpetuar conductas misóginas, que por años han vulnerado y segregado, cerrando las puertas a las mujeres dejándonos en un segundo plano para privilegiar al género masculino e inclusos a algunas mujeres que favorecen esta ideología.
La sororidad nos exige a las mujeres realizar un examen de conciencia a favor de reconocer el potencial, aptitud y mérito de otras mujeres, pero también de nosotras mismas respecto de una oportunidad abogando por quien resulte ser la mejor opción para esta; recordando que este resultado refleja que nuestro lugar de enunciación es desde el amor y hermandad entre mujeres.
La antítesis del pacto patriarcal que soporta el sistema de desigualdad y agresión es la sororidad, entendiendo a esta como un pacto implícito del género femenino que respalda la lucha feminista a través de encontrar su fortaleza creando identidad y comunidad entre mujeres generando redes de apoyo; logrando así el empoderamiento y posicionamiento del mismo género, teniendo como premisa repensar nuestras acciones y comentarios antes de hacerlas o emitirlos no desde un lugar de privilegio para aquellas que lo tienen o de resentimiento para aquellas que lo sienten; sino desde la empatía y el respeto hacia la otra.
Por eso en la actualidad el mayor acto de rebeldía entre mujeres es apoyarnos, reconocernos, comprendernos y admirarnos; porque unidas somos resistencia.
Y como bien lo dijo Vivir Quintana: “Que retiemble en su centro la tierra, al sororo rugir del amor” N
Ana Gabriela Cabrera
Abogada, Pedagoga, Feminista, Maestra en Derecho Fiscal y Doctorante en Derecho.