Las noticias del ataque del 13 noviembre contra esa ciudad eclipsaron rápidamente todo lo demás en los segmentos de noticias de la televisión y los periódicos del mundo, e incluso dejaron una impresión considerable en las redes sociales.
#PrayForParis (#OremosPorParis) fue tendencia en todo el mundo, y cientos de mis amigos de Facebook escribieron mensajes de amor y esperanza para los residentes de esa ciudad y afirmaron que mantendrían su solidaridad con ellos. YouTube, Amazon, Tumblr y muchos otros gigantes de Internet cambiaron sus logotipos o sus páginas de inicio con mensajes muy semejantes. Facebook activó una función de verificación de seguridad para los residentes franceses, que permitía que los usuarios colocaran un filtro con la bandera francesa sobre su imagen de perfil, generando nuevamente una oleada de apoyo.
Y durante todo ese tiempo, el mismo mundo, los mismos amigos, los mismos sitios web se mantuvieron en silencio con respecto a Beirut y Bagdad, centrándose solamente en la tragedia ocurrida en el Mundo Occidental, rezando por París y pidiendo la expulsión de los refugiados mientras el Estado Islámico bombardea los países de los que huyen.
¿Dónde están los filtros para la fotografía de perfil para esas ciudades, los mecanismos de verificación de seguridad privados para sus residentes? El 12 de noviembre, 43 personas murieron y 200 resultaron heridas en dos atentados suicidas en Beirut. El 13 de noviembre, 26 personas murieron por la explosión de una bomba colocada al lado de un camino y por un ataque suicida en Bagdad.
Ambos ataques fueron planeados y ejecutados por el EI. Ambos dejaron un número devastador de familias rotas y funerales que planear. Y ambos recibieron muy poca atención por parte del mundo.
Todo lo anterior hace surgir la pregunta: ¿por qué no nos preocupamos por Beirut o Bagdad tanto como lo hacemos por París? ¿Cuál es la respuesta al duelo selectivo y a la cobertura periodística a través de la cual vemos las tragedias para la “humanidad”? El eurocentrismo o los cálculos y la lógica colonialista; algo como eso.
Las personas que conocen lo que ocurre en Beirut y Bagdad principalmente lo minimizan. Lo de París es más trágico porque es más sofisticado, más “significativo desde el punto de vista cultural”, dicen una y otra vez en incontables actualizaciones de estado, a pesar de que Beirut y Bagdad son igualmente importantes como espacios culturales que permitieron que artistas de todas las épocas y de diferentes naciones se reunieran, promoviendo el intercambio de ideas nuevas y radicales que impulsaron los logros tecnológicos, artísticos y filosóficos de la humanidad.
Y sin embargo, “no son tan significativo desde el punto de vista cultural.” Esto me hace recordar el libroRebelión en la granja de George Orwell, “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. La tez blanca es lo más importante. Después de esos ataques, es innegable que, para algunas personas, algunas vidas son más importantes que otras.
¿Los actos terroristas no son considerados “terrorismo” si las víctimas son el “otro” del Mundo Occidental, en lugar de una “humanidad” igual y familiar como un “nosotros” que habrá de encontrarse en Europa y América del Norte?
Una tragedia es una tragedia, el terrorismo es terrorismo. Ningún suceso es peor o más digno de ser llorado y recordado que otro. Pero los arraigados efectos del colonialismo nos dicen que París sí lo es.
Los susurros de antiquísimas estructuras raciales de poder parecen decir que, para muchas personas, París es más importante. Más importante desde el punto de vista cultural. Sus habitantes importan más. La muerte de una persona blanca vale X más que la muerte de un iraquí o la de un libanés. Es más digna de ser mencionado en la prensa o en nuestra cuenta de Facebook o Twitter, más respetable en general.
Las vidas blancas importan (más), y puedo ver esto en la falta de cobertura periodística sobre Bagdad y Beirut, en la ausencia de declaraciones realizadas por líderes mundiales con respecto a los ataques, en la falta de actualizaciones de estado que en las que se manifieste la solidaridad y se pida orar por la paz para los iraquíes y los libaneses.
¿De qué vale nuestra “humanidad común” o nuestro “amor por la humanidad” si no podemos lamentarnos por aquellos sobre quienes muchos siglos de colonialismo nos han mentido y nos han dicho que no pertenecen a la “humanidad”? Cuando sangramos por heridas de metralla, por actos de terrorismo, nuestra sangre es toda del mismo color. Todos somos seres humanos. Todos pertenecemos a la humanidad. Todos debemos importar.
Lloro por todas las personas muertas en todos ataques terroristas. Hoy. Ayer. Esta semana. Este año. Esta década.
París fue una tragedia mundial reconocida por derecho propio como un acto terrorista, tal como debe ser, y llorada por personas de todo el mundo. Otras personas no tienen los mismos derechos y son ignoradas por el mundo porque son el “otro” que no encaja en nuestra concepción en nuestra narrativa eurocéntricas del “mundo”, que son simples “bajas” en lo que se denominan “ataques regionales” sobre los que se escriben muy pocos informes periodísticos.
No puse el filtro de la bandera francesa en mi fotografía de perfil de Facebook porque, para mí, no representa a todas víctimas del terrorismo, a toda la humanidad, al mundo al que manifiesto mi solidaridad y por el que manifiesto mi duelo. Pero cierro los ojos y rezo por París. Bagdad. Beirut. Afganistán. Siria. Nigeria. Turquía. Muchos más que he olvidado. Y el mundo.