Hablar de sostenibilidad es uno de los temas dominantes de las conversaciones de negocios en el mundo. Si bien, en regiones como Europa o América del Norte, su relevancia cada vez es más notable, Latinoamérica no es ajena a esta tendencia, siendo posible advertir un claro empuje en la materia en los mercados de bienes y servicios. Ejemplo de ello, son las firmas de consultoría que, con mayor frecuencia, ofertan acompañamiento en materia de Criterios ESG, Desarrollo Sustentable y/o Sostenibilidad, ante la vorágine de este sector por cooptar un mercado emergente que aumenta su demanda, antojándose altamente rentable.
Sin embargo, algo que la clientela en busca de servicios de alta especialidad en la materia debiera saber, es cómo identificar cuando se está frente a un verdadero grupo de personas expertas en sostenibilidad o si, por el contrario, se trata sólo de especialistas que no son expertos en ésta, pero dominan alguna de las materias que la componen o integran. Uno de los ejemplos más recurrentes es equiparar a la sostenibilidad con medio ambiente pues, si bien, la sostenibilidad implica la procura medioambiental, lo cierto es que éstos no son sinónimos, el cuidado del medio ambiente es sólo uno de varios componentes a considerar en la construcción de sociedades y/o entornos sostenibles.
Numerosas consultoras, con el objeto de captar a nuevos clientes, ofertan sus servicios en este ramo de especialidad bajo el rubro de “Sostenibilidad y Medioambiente”, o bien, advirtiendo la existencia de un “hub” o “grupo” de práctica de composición mixta que conjuga diversas áreas, más no distintas disciplinas. Este tipo de promoción es un primer indicador de alarma, advirtiendo inexperiencia o, peor aún, profunda ignorancia.
Y es que equiparar a la sostenibilidad con el ramo medioambiental, no sólo es un error, sino que, además, es negligente pues, la sostenibilidad, exige más elementos que la mera procura de los recursos naturales, por lo que un enfoque así es parcial e incompleto. Asimismo, no tener expertos en la materia, sustituyéndolos con el “armado” de distintas áreas que, si bien están relacionadas, pero no están especializadas, es indicativo de una visión fragmentada e incompleta respecto de la sostenibilidad, pues ésta exige transversalidad y multidisciplinariedad.
Partiendo de la idea de que la sostenibilidad, de acuerdo con las Naciones Unidas, es la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, es evidente que, circunscribirla sólo al medio ambiente, es limitado. La construcción de entornos sostenibles exige consideraciones no sólo ambientales, sino de procura social y de gobernanza institucional. Por lo anterior, es posible afirmar que, la consultoría en sostenibilidad exige un enfoque fuera de la visión monotemática de lo meramente legal y/o comercial, a efecto de atender de fondo, cuestiones como la circularidad económica, la trazabilidad en las cadenas de suministro, la igualdad sustantiva, el trabajo digno, la integridad, entre otros.
Por lo anterior, es que la especialización en materia de Criterios ESG resulta de gran relevancia, pues es a través de estos que se logra la materialidad de la sostenibilidad en la gestión empresarial. En este sentido, abordar los Criterios ESG como una extensión de la gestión ambiental o, peor aún, de filantropía empresarial, es un gravísimo error. La implementación de éstos exige técnica y método estricto, con conocimiento probado en la aplicación y comprobación de estándares objetivos pues, de lo contrario, sería simulación. No hay que olvidar que los Criterios ESG son una herramienta para lograr un fin mayor, garantizar la sostenibilidad, y esto sólo es posible a través de empresas y organizaciones que actúen con responsabilidad social, debiendo ser ésta medible, comprobable y fiscalizable.
La creación de entornos y sociedades sostenibles va mucho más allá de la procura del medio ambiente, sin embargo, hay que aceptar que este rubro ha sido el más fácil de comunicar, dominando el discurso público. Garantizar un impacto social material y comprobable desde la actividad empresarial puede resultar complicado, pues exige garantizar el combate al trabajo infantil, el pleno respeto al ejercicio de la libre sindicación o evitar prácticas discriminatorias. Asimismo, en América Latina, desarrollar mecanismos efectivos de combate a la corrupción y gobernanza corporativa, también puede ser un reto, pues éstos exigen una cultura de prevención de riesgos, siendo que en la región predomina un enfoque reactivo.
El debate actual sobre la sostenibilidad corrobora que ésta no se limita al cuidado del medio ambiente, encaminando la conversación hacia la construcción de estándares que normen la conducta empresarial responsable y garantizando el actuar empresarial con responsabilidad social. Si bien, los Criterios ESG son herramientas para ello, resultan mucho más trascedentes, pues constituyen el universo genérico de obligaciones empresariales sustantivas en materia de derechos humanos, ratificando que es sólo a través del respeto irrestricto de éstos, que se generan condiciones esenciales para garantizar el desarrollo sostenible. N