En el año 2007, estalló en el mundo la crisis de las denominadas hipotecas subprime, que arrastró al sistema financiero internacional a una fuerte recesión. La catástrofe económica, fue consecuencia del otorgamiento de créditos hipotecarios caracterizados por sus relajados criterios de evaluación que permitieron, a personas con una categoría crediticia dudosa, el adquirir viviendas. Esto, generó un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto de los créditos de ese entonces, al tiempo de empaquetarse como títulos de deuda que se vendieron como productos financieros de alta calidad a nivel global.
Si bien, la crisis hipotecaria fue multifactorial, hubo un elemento determinante para que ésta no pudiera prevenirse, la desregulación y levantamiento de controles, tanto del sector financiero cómo de las agencias calificadoras. Sobre todo, de las segundas, pues tuvieron una responsabilidad criminal al ser las encargadas de calificar la calidad de los activos financieros y, negligentemente, inflaron las puntuaciones de los paquetes de “hipotecas basura”, dictaminándolas como carteras de inversión seguras, y alentando a los inversores a asumir, inconscientemente, riesgos de grandes magnitudes. Las firmas financieras Moody’s, Standard & Poor’s Financial Services LLC, y Cross Ridge Capital LLC, fueron las principales responsables del desastre.
Esta experiencia, debió bastar para advertir la gran responsabilidad que las firmas financieras tienen respecto de los proyectos que acompañan pues, en su calidad de asesores externos, están obligadas a garantizar los mayores estándares de objetividad, integridad y debida diligencia respecto de su clientela, advirtiendo las consecuencias que éstas pueden tener en la sociedad. No obstante, parece ser que la lección sigue sin aprenderse, repitiéndose un patrón en otros sectores de la consultoría como el legal, contable y de proyectos. Con mayor frecuencia firmas consultoras de alcance global, cómo las “big four”, son severamente cuestionadas en su desempeño e integridad profesional. Para muestra, basta un botón.
La noticia, respecto de la quiebra de tres instituciones financieras, como Silicon Valley Bank, Signature y First Republic, sacudió los mercados de forma preocupante. Los tres bancos tenían algo en común, KPMG los auditó determinando que sus estados financieros gozaban de buena salud. Asimismo, a finales de 2022, EY fue sancionada por 100 millones de dólares por parte de la Securities and Exchange Commission (la mayor impuesta a una firma auditora), tras detectar que más de 50 consultores, compartieron las respuestas de los exámenes de ética para Contador Público Certificado, además de descubrir que, entre los años de 2017 y 2021, otros cientos más falsearon los cursos de educación profesional continua.
Por su parte, PwC en 1989, fue condenada por los tribunales estadounidenses, por discriminación laboral basada en estereotipos de género, sentando el primer precedente en la materia; asimismo, en 2013, la firma fue señalada por corromper legisladores mexicanos para modificar la miscelánea fiscal pues, de acuerdo con su documento titulado “Lobbying and Institutional Relations, September 2013” presuntamente PwC, cobraba hasta 70 mil dólares más IVA por cada entrevista con algún Diputado y un success fee por las modificaciones logradas. Recientemente, la firma internacional, Mckinsey & Company, fue demandada por el Condado de Multinomah, en Oregón, Estados Unidos, en un litigio emprendido en contra de las principales petroleras por su responsabilidad en el cambio climático. Se le incluyó entre las demandadas, por su corresponsabilidad al asesorar a estas compañías, sin señalar los riesgos que sus proyectos y actividades tenían en materia de cambio climático.
Los ejemplos anteriores, permiten cuestionar si el personal o forma de trabajo de las grandes firmas son suficientemente ético e independiente. Esto lleva a reflexionar sobre la necesidad de reforzar la integridad, así como los deberes de debida diligencia entre las firmas de consultoría, respecto de su obligación de advertir sobre los impactos que las actividades y proyectos de su clientela pueden tener en la sociedad, los derechos humanos y/o el medio ambiente.
El asesorar sin considerar los efectos adversos de la asesoría, genera una corresponsabilidad respecto de los actos lesivos que puedan ocasionar las empresas a las que se aconseja. El ejemplo de las subprime es aleccionador. Las firmas de nicho pueden estar frente a su mejor momento para generar confianza ante la falta de integridad y negligencia de las grandes consultoras, pues si éstas no se transforman y evolucionan, pueden estar viendo el final de sus días. N