El proyecto de la alcaldía de Ámsterdam, capital de los Países Bajos, de desplazar la prostitución del famoso Barrio Rojo hacia un “centro erótico”, en los suburbios, ha desatado un enfrentamiento con vecinos y trabajadoras sexuales, opuestos encarnizadamente a este cambio.
Centenares de vecinos de los suburbios en cuestión, opuestos a que se instale un “enorme burdel” junto a sus casas, se unieron a las protestas de las trabajadoras sexuales que desean quedarse tras las vitrinas iluminadas con neón escarlata cerca de los canales del centro histórico.
La protagonista de la polémica es la alcaldesa Femke Halsema, quien defiende con todas sus fuerzas su plan, pero no logra convencer. “No es posible”, dice llorando una madre tras un encuentro entre la alcaldesa y los residentes de uno de los tres lugares planeados para la creación del centro erótico. Los residentes temen que el alboroto del Barrio Rojo llegue a sus calles.
Por su lado, las trabajadoras sexuales consideran ser el chivo expiatorio de la alcaldesa en su intento por controlar la criminalidad y el turismo de masas en el centro de la ciudad.
“La alcaldesa dice que sólo somos una atracción turística y que la gente viene a burlarse de nosotros y a humillarnos”, dice una trabajadora sexual.
“Pero no es así”, añade a la AFP esta trabajadora, que se identifica como Michelle. Ámsterdam, meca de la prostitución legal, trata de librarse de su imagen de “ciudad del pecado” y trata de reducir el turismo de fiesta.
“Siempre habrá resistencia, independientemente de cuál sea la solución elegida”, dice a la AFP Halsema, visiblemente cuestionada durante sus encuentros con los residentes.
EN EL BARRIO ROJO HAY 250 CABINAS PARA TRABAJAR
En marzo, las trabajadoras sexuales manifestaron en las calles de la ciudad, esgrimiendo banderines con la leyenda “Salven al Barrio Rojo”. Afirman que el hecho de desplazarlo afectará su actividad y su seguridad. En la querella se vio incluso involucrada la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) —que en 2019, después del Brexit, se fue de Londres— firmemente opuesta a que dos de los sitios propuestos estén cerca de su nueva sede en el sur de Ámsterdam.
Sin embargo, las organizaciones como la EMA “saben en qué ciudad” están, dice la alcaldesa, convencida de que los y las trabajadores sexuales estarán más seguros en un centro erótico, un argumento que ellos rechazan.
“Si uno está al interior está bien, pero también hay que garantizar nuestros ingresos”, dice Michelle. Además, los 100 lugares propuestos no serán suficientes, en comparación con las 250 cabinas que hay en el Barrio Rojo, dice la neerlandesa. Pero con sus espacios destinados a la cultura, el arte y la diversión “erótica”, el edificio podría beneficiar a algunos, añade.
El Barrio Rojo solo representa una “pequeña parte”, de la prostitución de la capital neerlandesa, subrayó Alexander de Vos, ex trabajador sexual gay presente en una reunión entre la alcaldesa y ciudadanos de Ámsterdam. “También hay personas transgénero y gays” para los que “no hay lugar y ese centro les ofrece una posibilidad”, agrega a la AFP.
PROYECTO DE GENTRIFICACIÓN EN ÁMSTERDAM
Alexander dice estar contra un cierre del Barrio Rojo, objeto de medidas cada vez más restrictivas: los burdeles deben cerrar más temprano el fin de semana y la prohibición del consumo de alcohol será ampliado al cannabis.
Ámsterdam también lanzó una campaña en línea para desanimar a los jóvenes europeos a realizar despedidas de solteros u otras actividades festivas en la ciudad.
Al denunciar una “caza de brujas”, las trabajadoras sexuales aseguran que el hecho de desplazarlas impactará sus ganancias sin resolver el problema, y niegan que ellas sean las causantes del turismo masivo y la criminalidad. El barrio está lleno de “afiches con todo lo que no está autorizado”, subraya Michelle.
“El problema es que no se multa a nadie”, observa esta neerlandesa, para quien la municipalidad debería hacer respetar las reglas existentes. Por otro lado, los residentes del Barrio Rojo, donde la prostitución existe desde el siglo XVI, “saben dónde se instalaron”, agrega Michelle. Desplazar a las trabajadoras sexuales del centro hacia los suburbios “se asemeja a un proyecto de gentrificación”, concluyó. N