En una iglesia de Amán, en Jordania, una refugiada de Irak se pone manos a la obra y confecciona una camisa para un proyecto solidario que ayuda a decenas de mujeres a ganarse la vida y olvidar los traumas de la guerra.
Entre ellas, hay varias que escaparon de las atrocidades del grupo Estado Islámico (EI), que hizo reinar el terror en Irak y Siria hasta su derrota, en 2019. En su huida, acabaron en Jordania, sin trabajo y solas.
“Aquí, la vida es muy muy difícil. Si no trabajamos no podemos vivir”, cuenta la mujer, una cristiana de 25 años oriunda de la ciudad iraquí de Qaraqosh (norte), que se incorporó al proyecto de costura “Rafedin” hace dos años. La iniciativa nació en 2016, impulsada por el cura italiano Mario Cornioli con la ayuda de diseñadores y sastres italianos. Se realiza en la iglesia católica San José de Amán.
Las prendas —vestidos, chaquetas, cinturones y corbatas— se venden en Amán e Italia. En general, los refugiados no tienen acceso al mercado de trabajo, por lo que este proyecto les permite ganar algo de dinero para salir adelante, además de las ayudas que reciben del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
“Es un lugar seguro”, afirma Sarah Nael, que ha aprendido a coser ropa con tela y cuero. Su hermano trabaja en la cocina de la iglesia. “Somos iraquíes, tenemos prohibido trabajar en otro lado”, al ser solicitantes de asilo, explica. Desde el lanzamiento de “Rafedin”, más de 120 mujeres se han beneficiado de la iniciativa.
“Intentamos ayudarlas con dignidad”, subraya Mario Cornioli, que dirige la asociación caritativa italiana Habibi Valtiberina. “Muchas de ellas son las únicas de sus familias que trabajan”, añade.
REGRESAR A IRAK NO ES UNA POSIBILIDAD; PIDEN REFUGIO EN AUSTRALIA, CANADÁ O ESTADOS UNIDOS
En las mesas de la iglesia hay dispuestos varios rollos de tela, lista para ser cortada. El sacerdote espera que la marca “Rafedin”, que significa “Las dos orillas”, en alusión a los ríos iraquíes Tigris y Éufrates, se haga un hueco en el mercado. Pese a la derrota del EI en Irak, numerosos refugiados tienen miedo de volver a sus casas. Y muchos siguen esperando a que sus solicitudes de asilo en otros países sean tratadas.
“Este proyecto les permite sobrevivir durante esta fase”, explica el cura italiano. Sin embargo, matiza, los refugiados “solo esperan una cosa: irse”. Sarah Nael y su familia regresaron a su casa después de el grupo ultrarradical sunita fuera derrotado, pero tuvieron que irse de nuevo porque recibieron unas amenazas anónimas. Al final, encontraron refugio en Amán, en tanto Australia denegó sus peticiones de asilo.
“Mi padre es viejo y mi madre tiene cáncer”, cuenta esta refugiada. Lo de regresar a Irak, ni se lo plantearon: “allí no dejamos nada como para (poder) volver”.
Diana Nabil, de 29 años, era contable en Irak hasta que tuvo que huir, con sus padres y su tía, a Jordania en 2017, con la esperanza de mudarse más tarde a Australia, donde vive una hermana suya. Pero las puertas se les cerraron y ahora está atrapada en Amán junto a su familia. Para sobrevivir, aprendió a coser. “Algunos familiares nos ayudan financieramente, y a veces Naciones Unidas nos ayuda un poco”, dice, asegurando que “se las apaña” con sus ingresos, modestos pero regulares.
El sacerdote italiano, por su parte, ensalza un proyecto que brinda “la oportunidad de aprender algo” y destaca las “historias de éxito” de varias mujeres que, tras pasar por Jordania, hoy trabajan en Australia, Canadá o Estados Unidos.
Wael Suleiman, responsable de la organización humanitaria católica Caritas en Jordania, calcula que actualmente hay unos 13000 refugiados iraquíes cristianos en el país.
“Esperan que les den el asilo y ser acogidos en otro país […] pero parece que las puertas se les están cerrando”, comenta. “Tienen miedo del futuro y nadie se lo puede recriminar”. N