La minúscula aldea de Fuenteovejuna, imaginada por Lope de Vega, era habitada por un pueblo labrador sin pretensiones que, como miles, tuvo en suerte ser gobernado por un tirano. Su unicidad reside en el desenlace que tuvo su comendador.
A diferencia de muchos déspotas, Fernán Gómez de Guzmán murió a manos del pueblo. Nadie se doblegó. Pese a la tortura de la que fueron objeto, ninguno de sus pobladores —adultos o infantes— delató al autor de una desaparición que los beneficiaba a todos.
En el sector financiero internacional, metaforicemos, sucede algo parecido.
Un industrioso grupo de genios informáticos sin rostro ha desarrollado herramientas en pos de la extinción paulatina del sistema monetario fiduciario actual. Uno que se basa en billetes y monedas transmitidos de una mano a otra, o de transacciones bancarias que tienen al sector financiero como comendador.
Los autores, como Mengo o Frondoso, son irreverentes. Y criptodivisas como el bitcoin, el ritecoin o el ripple les permiten manifestarse. Sin embargo, su verdadera espada es en realidad el blockchain, un sistema que fue tema de debate hace unos días.
EL NUEVO INTERNET
El pasado 10 de septiembre se celebró en la Ciudad de México el primer Finnosummit, una cumbre que reunió a trescientos expertos latinoamericanos en fintech, la industria dedicada a aplicar las tecnologías más recientes a los servicios financieros.
A la cita asistieron proveedores de tecnologías, startups, consultores y bancos a intercambiar verdades y gestar proyectos.
En ese espacio, Daniel Latimore, vicepresidente del grupo financiero bostoniano Celent, expresó de forma sucinta lo que está por venir: “La tecnología blockchain será para los bancos lo que internet es hoy para el comercio”.
Algunos bancos lo vislumbran. Otros, se resisten al cambio.
Pero una de las manifestaciones mejor logradas de esta revolución son las criptodivisas, sustentadas en la plataforma blockchain.
Observarlas es entender lo que está por venir.
EL BITCOIN
Stellar, paycoin, darkcoin, dogecoin, nxt, bitshares, sus nombres son múltiples en el mundo, pero el bitcoin es la moneda digital más importante y utilizada.
Su capitalización actual supera el equivalente a 4000 millones de dólares, lo que representa 90 por ciento del mercado de las criptomonedas internacionales.
Su creador es Natoshi Nakamoto, un tipo totalmente inasible.
Se dice que nació en Beppu (Japón) en 1949, aunque ha vivido más de cincuenta años en Estados Unidos, y que reside actualmente en una modesta casa en Temple City alejado de los reflectores.
Pero también puede ser el nombre ficticio adoptado por el irlandés experto en criptografía Michael Claro; o por el matemático japonés Shinichi Mochizuki.
Todos los potenciales Nakamoto han negado la paternidad del bitcoin. Una posición coherente con el espíritu contestatario de la divisa.
Son Fuenteovejuna. Pueden ser todos o ninguno. No importa el nombre del autor. Lo relevante es que han puesto en marcha un sistema que desafía la ortodoxia de la banca tradicional, única garante, hasta ahora, de que ningún monto sea transferido o gastado dos veces.
La nueva plataforma opera entre dos interesados y es prácticamente gratuita (cada usuario decide si paga una pequeña comisión para la expansión del sistema).
EL ENIGMÁTICO BLOCKHAIN
Un mundo capaz de prescindir de los bancos es difícil de imaginar. Suena irreal. Tan irreal como sonaba hace veinte años la posibilidad de que en 2015 hubiera tantos teléfonos móviles como habitantes, y que los mensajes de texto y las llamadas internacionales serían totalmente gratis.
En esta nueva realidad, el poder lo ha tomado un código matemático encriptado que no exige revelar la identidad del propietario (con las ventajas y desventajas que esto supone).
El usuario instala una aplicación —en su celular u ordenador—, crea un monedero en alguna criptodivisa (inicialmente comprando fondo con alguna moneda de curso legal), introduce la dirección del destinatario, define el monto y valida.
El Massachusetts Institute of Technology (MIT), en Estados Unidos, la española Universidad Pompeu Fabra o la canadiense Universidad Simon Fraser ya aceptan pagos en bitcoins de sus alumnos.
Los 52 000 establecimientos de 7-Eleven en dieciséis países reciben pagos en bitcoins, y también lo hacen Amazon, Subway, Victoria Secret, Expedia, Whole Foods, Bloomberg, Sears, Dell o Apple App Store.
En México siguen la tendencia la aerolínea TAR o las librerías Gandhi.
Todas las transacciones son organizadas y agrupadas en cadenas de bloques (lo que explica el nombre de la plataforma blockchain) que quedan registradas para siempre y que son verificadas a través de firmas digitales, para evitar fraudes o duplicidades, por expertos que son conocidos como “mineros” (que cobran las comisiones voluntarias antes citadas).
FINANZAS, ARTE Y POLÍTICA
Pero el potencial de la plataforma es mucho más que monedas digitales.
Es un sistema capaz de albergar todo tipo de información sensible, lo que incluye escrituras, testamentos, bonos, acciones, derechos de autor, gasto público y votaciones.
Pensemos en la industria musical. Un artista registra en blockchain una de sus obras. Cada vez que esta se venda o se reproduzca, el sistema reportará esta acción, lo que facilita el pago de regalías por derechos de autor.
En los bienes raíces, el sistema ya permite en Europa el pago de anticipos y liquidación de inmuebles, y el almacenamiento de títulos de propiedad de forma encriptada.
En materia electoral, blockchain permite votaciones electrónicas cifradas y conteos inalterables en tiempo real. Una herramienta que ya ha sido utilizada en Noruega y Dinamarca.
Y a los gobiernos los obligaría a un ejercicio transparente del gasto porque cada operación queda registrada de forma permanente en un gran libro contable digital abierto al mundo.
Londres analiza reportar sus gastos con esta tecnología a partir de 2016, una posibilidad que aún tiene tantos adeptos como críticos.
NADA ES PERFECTO
Pero ninguna rebelión es tersa.
La plataforma deja registros públicos de cada transacción, pero garantiza el anonimato de quien la realiza, lo que es tierra fértil para la transferencia de fondos derivados del comercio de drogas o de armas.
En el interior de la economía formal, las transacciones sustentadas en el sistema blockchain comienzan a ser controladas. El Financial Crime Enforcement Network (FinCen) de Estados Unidos, especializada en evitar el lavado de dinero, mantiene una vigilancia constante sobre los negocios que aceptan La minúscula aldea de Fuenteovejuna, imaginada por Lope de Vega, era habitada por un pueblo labrador sin pretensiones que, como miles, tuvo en suerte ser gobernado por un tirano. Su unicidad reside en el desenlace que tuvo su comendador.
A diferencia de muchos déspotas, Fernán Gómez de Guzmán murió a manos del pueblo. Nadie se doblegó. Pese a la tortura de la que fueron objeto, ninguno de sus pobladores —adultos o infantes— delató al autor de una desaparición que los beneficiaba a todos.
En el sector financiero internacional, metaforicemos, sucede algo parecido.
Un industrioso grupo de genios informáticos sin rostro ha desarrollado herramientas en pos de la extinción paulatina del sistema monetario fiduciario actual. Uno que se basa en billetes y monedas transmitidos de una mano a otra, o de transacciones bancarias que tienen al sector financiero como comendador.
Los autores, como Mengo o Frondoso, son irreverentes. Y criptodivisas como el bitcoin, el ritecoin o el ripple les permiten manifestarse. Sin embargo, su verdadera espada es en realidad el blockchain, un sistema que fue tema de debate hace unos días.
EL NUEVO INTERNET
El pasado 10 de septiembre se celebró en la Ciudad de México el primer Finnosummit, una cumbre que reunió a trescientos expertos latinoamericanos en fintech, la industria dedicada a aplicar las tecnologías más recientes a los servicios financieros.
A la cita asistieron proveedores de tecnologías, startups, consultores y bancos a intercambiar verdades y gestar proyectos.
En ese espacio, Daniel Latimore, vicepresidente del grupo financiero bostoniano Celent, expresó de forma sucinta lo que está por venir: “La tecnología blockchain será para los bancos lo que internet es hoy para el comercio”.
Algunos bancos lo vislumbran. Otros, se resisten al cambio.
Pero una de las manifestaciones mejor logradas de esta revolución son las criptodivisas, sustentadas en la plataforma blockchain.
Observarlas es entender lo que está por venir.
EL BITCOIN
Stellar, paycoin, darkcoin, dogecoin, nxt, bitshares, sus nombres son múltiples en el mundo, pero el bitcoin es la moneda digital más importante y utilizada.
Su capitalización actual supera el equivalente a 4000 millones de dólares, lo que representa 90 por ciento del mercado de las criptomonedas internacionales.
Su creador es Natoshi Nakamoto, un tipo totalmente inasible.
Se dice que nació en Beppu (Japón) en 1949, aunque ha vivido más de cincuenta años en Estados Unidos, y que reside actualmente en una modesta casa en Temple City alejado de los reflectores.
Pero también puede ser el nombre ficticio adoptado por el irlandés experto en criptografía Michael Claro; o por el matemático japonés Shinichi Mochizuki.
Todos los potenciales Nakamoto han negado la paternidad del bitcoin. Una posición coherente con el espíritu contestatario de la divisa.
Son Fuenteovejuna. Pueden ser todos o ninguno. No importa el nombre del autor. Lo relevante es que han puesto en marcha un sistema que desafía la ortodoxia de la banca tradicional, única garante, hasta ahora, de que ningún monto sea transferido o gastado dos veces.
La nueva plataforma opera entre dos interesados y es prácticamente gratuita (cada usuario decide si paga una pequeña comisión para la expansión del sistema).
EL ENIGMÁTICO BLOCKHAIN
Un mundo capaz de prescindir de los bancos es difícil de imaginar. Suena irreal. Tan irreal como sonaba hace veinte años la posibilidad de que en 2015 hubiera tantos teléfonos móviles como habitantes, y que los mensajes de texto y las llamadas internacionales serían totalmente gratis.
En esta nueva realidad, el poder lo ha tomado un código matemático encriptado que no exige revelar la identidad del propietario (con las ventajas y desventajas que esto supone).
El usuario instala una aplicación —en su celular u ordenador—, crea un monedero en alguna criptodivisa (inicialmente comprando fondo con alguna moneda de curso legal), introduce la dirección del destinatario, define el monto y valida.
El Massachusetts Institute of Technology (MIT), en Estados Unidos, la española Universidad Pompeu Fabra o la canadiense Universidad Simon Fraser ya aceptan pagos en bitcoins de sus alumnos.
Los 52 000 establecimientos de 7-Eleven en dieciséis países reciben pagos en bitcoins, y también lo hacen Amazon, Subway, Victoria Secret, Expedia, Whole Foods, Bloomberg, Sears, Dell o Apple App Store.
En México siguen la tendencia la aerolínea TAR o las librerías Gandhi.
Todas las transacciones son organizadas y agrupadas en cadenas de bloques (lo que explica el nombre de la plataforma blockchain) que quedan registradas para siempre y que son verificadas a través de firmas digitales, para evitar fraudes o duplicidades, por expertos que son conocidos como “mineros” (que cobran las comisiones voluntarias antes citadas).
FINANZAS, ARTE Y POLÍTICA
Pero el potencial de la plataforma es mucho más que monedas digitales.
Es un sistema capaz de albergar todo tipo de información sensible, lo que incluye escrituras, testamentos, bonos, acciones, derechos de autor, gasto público y votaciones.
Pensemos en la industria musical. Un artista registra en blockchain una de sus obras. Cada vez que esta se venda o se reproduzca, el sistema reportará esta acción, lo que facilita el pago de regalías por derechos de autor.
En los bienes raíces, el sistema ya permite en Europa el pago de anticipos y liquidación de inmuebles, y el almacenamiento de títulos de propiedad de forma encriptada.
En materia electoral, blockchain permite votaciones electrónicas cifradas y conteos inalterables en tiempo real. Una herramienta que ya ha sido utilizada en Noruega y Dinamarca.
Y a los gobiernos los obligaría a un ejercicio transparente del gasto porque cada operación queda registrada de forma permanente en un gran libro contable digital abierto al mundo.
Londres analiza reportar sus gastos con esta tecnología a partir de 2016, una posibilidad que aún tiene tantos adeptos como críticos.
NADA ES PERFECTO
Pero ninguna rebelión es tersa.
La plataforma deja registros públicos de cada transacción, pero garantiza el anonimato de quien la realiza, lo que es tierra fértil para la transferencia de fondos derivados del comercio de drogas o de armas.
En el interior de la economía formal, las transacciones sustentadas en el sistema blockchain comienzan a ser controladas. El Financial Crime Enforcement Network (FinCen) de Estados Unidos, especializada en evitar el lavado de dinero, mantiene una vigilancia constante sobre los negocios que aceptan bitcoins.
Pero entre particulares la labor es más difícil y exigirá trabajo.
Los hackers son otro riesgo. Mt. Gox —la primera bolsa de bitcoins a gran escala del mundo— inició operaciones en 2010 y tres años más tarde manejaba 70 por ciento de las transacciones de esta criptodivisa. Un ataque informático le hizo perder alrededor de 450 millones de dólares en 2014. La mayor parte de esos fondos se recuperó, pero la estructura se desprestigió y quedó en la quiebra.
Pero la vulnerabilidad no es exclusiva de las nuevas tecnologías, también golpea a los bancos tradicionales, y en ambos casos trabajan constantemente para contrarrestar la sofisticación de la delincuencia.
UN COMENDADOR RESERVADO
Y de cara al cambio, las reacciones están divididas.
El mercado tecnológico bursátil Nasdaq ya acepta las cotizaciones en bitcoins.
En México, el comendador resiste.
El Banco de México advirtió públicamente en 2014 que ningún banco nacional está autorizado para recibir o utilizar monedas digitales y dejó claro que el banco central no las emite ni las avala como forma de pago.
Pero el Bank of England, por ejemplo, prepara sistemas tecnológicos híbridos en donde el bitcoin tendrá espacio. Y el Banco de Rusia realiza estudios técnicos para el posible desarrollo de una moneda digital nacional (BitR).
En la banca comercial, el gigante UBS abrió recientemente un laboratorio de investigación en Londres para explorar la aplicación de la tecnología blockchain en sus servicios financieros.
La aldea del pasado creció y está inconforme. Y cada comendador decidirá cuál es su destino.
Pero entre particulares la labor es más difícil y exigirá trabajo.
Los hackers son otro riesgo. Mt. Gox —la primera bolsa de bitcoins a gran escala del mundo— inició operaciones en 2010 y tres años más tarde manejaba 70 por ciento de las transacciones de esta criptodivisa. Un ataque informático le hizo perder alrededor de 450 millones de dólares en 2014. La mayor parte de esos fondos se recuperó, pero la estructura se desprestigió y quedó en la quiebra.
Pero la vulnerabilidad no es exclusiva de las nuevas tecnologías, también golpea a los bancos tradicionales, y en ambos casos trabajan constantemente para contrarrestar la sofisticación de la delincuencia.
UN COMENDADOR RESERVADO
Y de cara al cambio, las reacciones están divididas.
El mercado tecnológico bursátil Nasdaq ya acepta las cotizaciones en bitcoins.
En México, el comendador resiste.
El Banco de México advirtió públicamente en 2014 que ningún banco nacional está autorizado para recibir o utilizar monedas digitales y dejó claro que el banco central no las emite ni las avala como forma de pago.
Pero el Bank of England, por ejemplo, prepara sistemas tecnológicos híbridos en donde el bitcoin tendrá espacio. Y el Banco de Rusia realiza estudios técnicos para el posible desarrollo de una moneda digital nacional (BitR).
En la banca comercial, el gigante UBS abrió recientemente un laboratorio de investigación en Londres para explorar la aplicación de la tecnología blockchain en sus servicios financieros.
La aldea del pasado creció y está inconforme. Y cada comendador decidirá cuál es su destino.