Seis días después de desaparecer en la maleza africana, un equipo de rescate encontró con vida a un niño de cuatro años que pasó todo ese tiempo rodeado de hienas y chacales.
El piloto Roan Carr-Hartley, miembro de la organización Sheldrick Wildlife Trust, descubrió al pequeño acurrucado en un macizo de árboles y arbustos localizado a unos 18 kilómetros de su hogar en Asa, aldea situada en el límite norte del parque keniano Tsavo East. Cubierto de picaduras de mosquitos, el menor se encontraba muy debilitado luego de casi una semana en solitario y sin alimento.
Con una extensión de 13,745 kilómetros cuadrados, el Parque Nacional Tsavo es uno de los parques más grandes de Kenia y alberga una gran diversidad de vida salvaje, incluidos elefantes, rinocerontes y leones. Sheldrick Wildlife Trust es una organización dedicada a rescatar elefantes y rinocerontes huérfanos y necesitados de dicho parque.
En una declaración para Newsweek, Carr-Hartley explicó que el niño desapareció a principios de diciembre, durante una tormenta, cuando él y sus hermanos volvían a casa después de un día de pastoreo. Al parecer, la lluvia ocasionó que el pequeño se separara de sus hermanos y se extraviara en la espesura africana.
Al recibir la noticia, el jefe tribal de Asa contactó con Sheldrick Wildlife Trust para pedir el apoyo de alguno de sus pilotos y, de esa manera, emprender una búsqueda desde el aire y directamente en el terreno.
VARIOS DÍAS SIN COMER
“El grupo de búsqueda no encontró al niño de inmediato, por lo que empezaron a seguir su rastro. Hicieron una labor de rastreo estupenda durante todos esos días que el pequeño pasó sin alimentos”, informó Carr-Hartley a Newsweek.
En su blog, el piloto escribió que el reconocimiento aéreo se inició la mañana siguiente a la desaparición. Y añadió que, cuando aterrizó en Asa, el grupo de rescate de 70 hombres ya se había internado en la maleza para buscar al menor.
Los equipos de búsqueda dieron con los primeros rastros del niño a unos 6 kilómetros de la aldea. Sin embargo, al cabo de varias horas de exploración no hallaron señal alguna de él. Por su parte, Carr-Hartley, quien había remontado el aire, detectó varios grupos de hienas y chacales que merodeaban la zona.
“Es un lugar de lo más inhóspito para cualquiera que se aventure por su cuenta, y mucho más para un niño tan pequeño y solo”, agregó el blog del piloto. Pese a ello, no todo eran malas noticias: había llovido la noche anterior, lo que significaba que el niño habría bebido un poco de agua.
Carr-Hartley repostó su aeronave antes de volver a remontar las alturas y reanudar la búsqueda del chico, mas no tuvo éxito. Después de todo un día de expedición, el esfuerzo de rescate se vio interrumpido por las sombras del ocaso. Y, para colmo, aquella noche volvió a desatarse una tormenta tan violenta que borró todo rastro del pequeño.
PARECÍA INÚTIL SEGUIR BUSCANDO
En su blog, el desalentado piloto escribió que “parecía inútil” seguir buscando a un niño tan pequeño en aquella “enorme extensión de espesura. Es común que ni siquiera pueda localizar un elefante específico en toda una semana, así que ni hablar de un niño de cuatro años”.
Por fortuna, el rastro del menor reapareció cinco días después de iniciada la búsqueda. Para entonces, las huellas se hallaban a unos 15 kilómetros de la aldea, por lo que Carr-Hartley volvió al aire y fue entonces cuando “ocurrió el milagro”.
“Fue una sensación casi surrealista. ¡No podía creerlo!”, reveló el piloto a Newsweek. “Aún no avistaba al equipo de rescate, así que ni siquiera había empezado a buscar al chico. Por eso me sorprendí tanto [de encontrarlo]. Lo primero que experimenté fue una sensación de asombro e incredulidad. Fue como si todas las variables se hubieran conjuntado de pronto para permitirme verlo”.
Al principio, el niño se mostró temeroso al ver el avión y trató de alejarse. Pero estaba tan débil que apenas podía caminar. Sin disponer de medios para contactar con los buscadores en el terreno, Carr-Hartley decidió volar en círculos sobre el sitio hasta que, media hora más tarde, aparecieron tres integrantes de un grupo de rescate. En ese momento, el piloto se asomó por la ventana de la aeronave y alargó un brazo para indicar el lugar en que se encontraba el niño.
NIÑO A SALVO
“Giraba en el momento preciso, sin apartar la mirada de la ventana izquierda y volando siempre sobre el sitio exacto. Aquella maniobra concluyó con una sensación indescriptible de alivio y alegría. Imaginé ese momento muchas veces desde que me enteré de la desaparición, así que me alegró muchísimo que el incidente terminara de esa manera. Fue maravilloso ver al equipo de rescate reuniéndose con el pequeño. Me conmovió mucho observar el reencuentro desde el aire”, confesó el piloto a Newsweek.
Tras asegurarse de que el niño estaba a salvo con el grupo de rescate, Carr-Hartley emprendió el vuelo de regreso a la aldea para notificar del hallazgo a la familia. La madre “rompió a llorar” de alivio y, más tarde, los médicos que recibieron al menor declararon que se recuperaría sin problemas.
Como reconocimiento al aviador que localizó a su hijo, los agradecidos progenitores añadieron “Roan” al nombre del menor. Por su parte, los amigos del pequeño han dado en llamarlo “Piloto”. “Fue un gesto maravilloso para conmemorar una saga de seis días”, concluyó Carr-Hartley en su blog. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).