Contrario a lo que muchas personas piensan, el suicidio no es un trastorno mental, sino un problema de salud pública importante que a menudo pasa inadvertido y que está rodeado de estigmas, mitos y tabúes. No obstante, cada año más de 703,000 personas se quitan la vida después de intentarlo en numerosas ocasiones. Esto representa el equivalente a una muerte cada 40 segundos, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Sin embargo, ¿cuáles son los factores que contribuyen a la conducta suicida? ¿Cuáles son las señales de alerta suicida? ¿Cómo prevenir esta conducta? ¿Cuál es la importancia de hablar y desmitificar el suicidio?
“El suicidio no tiene como tal una sola explicación o una causa, pero sí hay diversas hipótesis que nos pueden esclarecer el tema”, considera la psicoterapeuta psicoanalítica Paola Sáenz Pardo. “Desde la perspectiva del psicoanálisis, Sigmund Freud nos explica que todos contamos con un yo, es decir, un sí mismo. Este yo se va desgastando a lo largo de la vida por múltiples razones y va variando entre cada individuo y las circunstancias a las que se enfrenta”, expone la especialista en entrevista con Newsweek en Español.
Sáenz Pardo detalla que cuando este sí mismo ya no está al servicio de su principal motivo, que es la autoconservación de la vida y de la creatividad (capacidad para visualizar alternativas oportunas), comienzan a surgir muchas perturbaciones. “El yo empieza a dañarse y no hay espacio para su contrario, es decir, para todo aquello que nos puede invitar a la vida”.
OTROS FACTORES PARA EL SUICIDIO
Además, hay otros factores que también contribuyen a la conducta suicida a lo largo de los diferentes estadios de la vida. Algunos de estos factores son la resiliencia personal ante el sufrimiento en relación con el género, la edad, el contexto socio cultural y la educación.
Una razón principal de sufrimiento es el maltrato en la infancia, traumas, estilos de crianza perjudiciales, ambientes nocivos, acoso escolar, parentalidad disfuncional, abuso de sustancias o problemas legales de los padres, abusos sexuales, expectativas altas por parte de los cuidadores, trastornos mentales de los padres, entre otros, indica la experta.
“Démonos cuenta de que todo esto sucede dentro del núcleo familiar”, puntualiza. “Y en la vejez también existen grandes fuentes de sufrimiento. Por ejemplo, la aparición de enfermedades que pueden ser invalidantes. O porque, justo en esta etapa de la vida, comienzan a surgir muchas pérdidas de seres queridos. Estos dos aspectos son relevantes”, comenta la entrevistada.
Un tercer punto es que “hay enfermedades mentales, cuestiones cognitivas y orgánicas que tienen correlación con el suicidio. Entre ellas: la depresión, la bipolaridad, la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos. Además, están el alcoholismo y otras adicciones y comportamientos antisociales”.
Por otro lado, “tenemos factores sociales y medioambientales que afectan o que son causas de sufrimiento. Estos factores pueden ser el desempleo, la soledad, la migración, el estrés, problemas en las relaciones interpersonales, cambios económicos o vivir sin apoyo”.
Asimismo, la psicoterapeuta explica que, como resultado de los puntos antes mencionados, surge otra posible hipótesis sobre la génesis del suicidio. Cuando se reprime la agresión se puede tener consecuencias patógenas, como lo es que la persona vuelque esa agresividad hacia su propio ser. “O como Freud diría: matándose como autocastigo ante la proyección de los impulsos hostiles y agresivos”.
SEÑALES DE ALERTA
Sáenz enfatiza en que el suicidio se puede prevenir. Por lo tanto, es deber de la sociedad estar informado sobre las señales de advertencia para poder actuar en auxilio de la persona. “Hay muchas señales de alerta que nos indican una tendencia suicida. Haber tenido intentos suicidas previos es el factor de riesgo más importante”, explica la especialista.
Otras señales de alarma son: consumo excesivo de alcohol o drogas; disminución del desempeño laboral, escolar, etcétera, y dormir más o menos de lo habitual. Asimismo, tener poca energía o falta de interés en actividades cotidianas; recordar historias de pérdidas; hacer comentarios de desesperanza y tener una sensación de incapacidad para enfrentar el día a día.
También se considerar el comer más o menos de lo habitual; situaciones de dolor emocional, desesperanza, infelicidad; el comportamiento inadecuado como violencia, agresividad, y no ver alternativas de solución.
“Este último punto ocurre por este debilitamiento del yo de la persona. Cuando está bien es capaz de ver diferentes alternativas en la vida, pero los suicidas pueden pensar que no hay esperanza y creen que la única posibilidad es terminar con la vida, aunque esto no sea realmente así”, destaca la especialista.
INCULCAR EL INTERÉS POR VIVIR
Otra forma de prevenir el suicidio es inculcando, desde pequeños, el interés por la vida. La Dr. Sáenz explica que esto se logra principalmente conociendo las herramientas que tiene cada persona. Es decir, cada uno tiene diferentes capacidades y a veces los educadores, tutores o la familia presionan o reprimen estas habilidades natas. “Entonces, lo principal es promover la autenticidad del ser como es” y, por otro lado, “es muy importante fomentar la creatividad en el arte”.
Otras formas de prevención pueden ser fomentar el uso de la palabra. Poner en palabras lo que estamos sintiendo. Conocer e identificar nuestras emociones y fomentar redes de apoyo como la amistad. Además, la especialista destaca que, como padres, “estar emocional y psíquicamente preparados y estables es fundamental”. Y recomienda que, de ser necesario, los padres asistan a terapia para que sus traumas y heridas no se transmitan a los hijos y de esta forma puedan crecer en pleno desarrollo psíquico y emocional.
QUIEN SE VA A SUICIDAR NO AVISA
“Lamentablemente, muchas veces las personas que están pensando en suicidarse no piden ayuda. Por eso es importante conocer los puntos antes mencionados”, precisa la especialista. Y agrega que, “en caso de que llegaran a pedir ayuda, es importante que estemos abiertos a escuchar con empatía, que generemos un ambiente de confianza y nunca minimizar una llamada de atención. Hay que validar el dolor de las personas, hablar y acercarnos a la persona desde el amor y la empatía, jamás desde el juicio”.
Además, la experta señala que es necesario abordar a la persona que tiene un riesgo suicida con preguntas claras que, si bien, pueden asustarnos, tenemos que hacerlas para ayudarla. Algunas de las preguntas que la especialista recomienda son: ¿Has pensado en la idea de suicidarte? ¿Avisarás a alguien? ¿Tienes ya un método? ¿Eres consciente de las consecuencias? ¿Sabes cómo afectarás a tu gente cercana? ¿Qué pretendes con ello?
PSICOTERAPIA Y TRATAMIENTO
El tratamiento que se debe seguir con un paciente con tendencias suicidas es psiquiátrico y psicoterapéutico. La Dra. Sáenz explica que “se lleva a cabo un tratamiento, por un lado, de psicoterapia y, por otro lado, un auxilio integral en muchos casos también de psiquiatría y en una cuestión grupal o familiar”.
Uno de los mitos más comunes es que no hay que hablar del suicidio porque entonces lo promovemos. La experta lo desmitifica así: “Si bien en nosotros como sociedad existe algo de recelo para hablar de la muerte en sí porque nos pone un poco nerviosos, cuando pensamos en que alguien está queriendo suicidarse nos ponemos aún más nerviosos porque esto nos hace sentir vulnerables. Por ejemplo, como padres, comenzamos a preguntarnos: ¿qué estoy haciendo mal? O como amigos: ¿cómo lo puedo ayudar?”.
Sin embargo, “es superimportante que lo pongamos en palabras, porque en general, poner en palabras lo que sentimos y nuestros pensamientos es una de las cosas en las que se basa la psicoterapia. Necesitamos hablar, necesitamos comunicar lo que sentimos, y darles un cauce adecuado para entonces ser escuchado y encontrar soluciones”. N