Llegar a Cuetzalan, en Puebla, en el centro de México, es una afrenta inmediata a la mirada urbana. Las distintas tonalidades de verde explotan ante los ojos, los frutos caen por todos lados y las flores pierden su carácter discreto para posicionarse desde los colores más brillantes.
En esta región existe también un añejo conflicto entre comunidades indígenas y la industria minera. Por ejemplo, en 2018 el pueblo maseual logró un amparo contra tres concesiones mineras en etapa de exploración que fueron otorgadas en 2007, 2008 y 2011 a la compañía mexicana Minera Autlán.
En este ambiente, donde desde hace décadas se ha luchado contra la minería, existe la Cooperativa Tosepan Titataniske, que nació en 1977 para crear espacios de trabajo colectivo y de redistribución de recursos para las comunidades indígenas.
Y un área de esa cooperativa es Tosepan Pacti, que tiene como objetivo ofrecer servicios de salud a las personas socias. Fabiola de la Cruz Allende es una de las integrantes del proyecto y explica que este nació debido a la mala atención que se padece en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), cuyos doctores y enfermeras no hablan náhuatl y solo dan 20 fichas al día para atención médica.
De la Cruz, describe que, sin importar la enfermedad o la gravedad del padecimiento, el IMSS no atiende a las personas al terminarse las fichas.
DOS HUERTOS EN CASA
Lo anterior orilló a la apertura de Tosepan Pacti, que está integrado en su mayoría por mujeres que fungen como promotoras de la salud. Ellas difunden, enseñan y convencen a las familias de tener dos huertos en casa, el medicinal y el de nutrición.
Se hacen llamar guardianas de salud y son las mujeres de las familias quienes aprenden las propiedades medicinales de las plantas para usarlas como remedios para diversos males.
“Nuestras abuelas, mi abuela, en el caso mío, es curandera. Ella cura a los niños cuando se empachan, cuando tienen susto. Los cura con plantas medicinales”, cuenta Fabiola de la Cruz. Y describe que, a diferencia de la medicina alópata, la tradicional no concibe el cuerpo integrado con el espíritu y no entiende lo que proveen los espacios naturales.
De la Cruz Allende comenta que ha reflexionado en conjunto con sus compañeras guardianas de la salud que recurrir solamente a la medicina occidental crea una dependencia hacia el conocimiento médico y va borrando poco a poco los saberes de las abuelas, curanderas y hueseros. Y añade: “Desterrar los conocimientos ancestrales es negar el papel que han tenido para sostener la existencia de las comunidades”.
La guardiana de la salud narra cómo su trabajo en la cooperativa de salud la ha hecho consciente de la importancia de conservar las condiciones medioambientales del territorio para que las plantas medicinales sigan subsistiendo.
SON PLANTAS ENDÉMICAS
Por ello, plantea que los saberes tradicionales van de la mano con la defensa del territorio: “Es importante la preservación y la conservación de las plantas medicinales. Son plantas silvestres, endémicas que aquí encontramos en la región. Estas plantas son las que se han conservado durante años y nos han servido mucho”.
La ingesta de alimentos procesados y azucarados como los refrescos, embutidos y frituras han provocado una epidemia de diabetes e hipertensión en la región. Por ello, Fabiola de la Cruz explica que fomentar la alimentación con el huerto en casa les permite enseñar a las personas el valor de decidir cómo nutrir el cuerpo.
Por ello, la activista medita sobre cómo las mujeres a través de la cocina también están cuidando la salud de la comunidad. Dice que el proceso de formación de un huerto es una práctica diaria de familia, y que no solo trae beneficios a la salud, sino también alienta a la autonomía alimentaria.
“Al inicio de la pandemia escasearon algunos alimentos, no los encontrábamos en el mercado, y nuestra gente decía: ‘Si yo no tuviera mis quelites ¿qué comería entonces?’. Y desde ahí empezaron a valorar su trabajo y su esfuerzo. Y este esfuerzo también se vio en la conservación de las semillas criollas. Ellos decían: ‘Si la promotora no me hubiera enseñado cómo limpiar el jitomate, el quintonil, ahorita ¿qué sembraría?'”.
CONTRA LA EXPLOTACIÓN DEL TERRITORIO
A estas mujeres la unión las ha llevado a tomar parte más activa no solo en los trabajos de cuidado, como la cocina o la limpieza, sino en el espacio de liderazgo político. Ellas saben que, si no defienden su territorio de las empresas mineras que lo acechan, no existirían los alimentos que preparan y necesitan para sí y su comunidad.
Cada alimentación de la comunidad implica condiciones específicas medioambientales. Si estas se ponen en riesgo no solo se afecta a los elementos naturales, sino también a las prácticas de alimentación comunitarias. Fabiola de la Cruz menciona que el gusto o los platillos de cada comunidad están muy vinculados con su medioambiente y que la preparación de alimentos no solo sostiene los cuerpos humanos, sino las condiciones naturales.
Así, las personas son fundamentales en este proceso. Las plantas nacen y persisten gracias al cuidado de quienes las siembran. De la Cruz parece meditar para sí misma cuando dice: “El papel marginal que creyeron que tenemos las mujeres por dedicarnos a la cocina en realidad es el primer paso de defensa del territorio”. y concluye: “Si llegaran las minas y se adueñaran de todos los terrenos, se acabarían todas las plantas”. N