Mucho se ha hablado acerca de las enfermedades neurodegenerativas (como el alzhéimer) y lo que la farmacología investiga al respecto. Pero muy poco nos educamos en las áreas preventivas alrededor de la salud cerebral. La lectura es, por sorprendente que sea, uno de esos elementos mágicos que crean salud en el cerebro.
De acuerdo con el Dr. Guillermo García-Ribas, coordinador del Grupo de Estudio de conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), “la lectura estimula la actividad cerebral, ya que obliga al cerebro a ordenar e interrelacionar ideas y conceptos, ejercitando la memoria y la imaginación, y mejorando así la capacidad intelectual”.
Tomemos este momento para conocer los efectos neuroprotectores que generan los libros a través del hábito de la lectura.
UN LIBRO ES UNA CONVERSACIÓN
Para quienes escribimos libros, sabemos que la escritura del libro implica una conversación con nuestros lectores. Los libros escritos en segunda persona convierten la experiencia en un espacio íntimo con alguien a quien no conocemos, pero que nos conoce.
Esa sensación actúa como un agente de conexión emocional e intelectual, que permite al lector descubrirse a sí mismo, en sensaciones y pensamientos, a través del libro que lee.
LAS NEURONAS, ESPEJO EN LA LECTURA
Tendemos a elegir libros de temáticas que atienden a nuestras necesidades, por lo que la lectura se convierte en un permiso que damos al autor para ingresar en nuestro mundo interior y cerebro.
En la medida que vamos leyendo, nos observamos coincidiendo en ideas, en sentimientos y en ideales. Ello genera una sincronización entre creencias y valores del autor con las nuestras.
Más de uno hemos tenido esa alegría indescriptible de leer a esos autores que expresan y le ponen palabras a experiencias que habíamos vivido. De ahí parte el efecto cultural de la lectura, reducir nuestras angustias y prevenir sufrimientos a través de la transmisión de ideas, a pesar del tiempo, la distancia e incluso del idioma.
LA EXPERIENCIA EMOCIONAL EN LA LECTURA
Siendo la lectura una actividad intelectual, lo cierto es que su mayor nivel de conexión se logra cuando se convierte en una experiencia emocional. Desde la neuroeducación se sabe que ningún aprendizaje ocurre sin una emocionalidad adecuada, y en este sentido, los mejores libros son aquellos que nos transportan a un mundo de sensaciones y sentimientos.
Para que esto ocurra, el lenguaje en la lectura debe ser lo más sencillo posible. Es decir, que no requiera una alta actividad de la corteza prefrontal, sino que se enfoque en activar la zona límbica del cerebro, nuestro refugio del sentir y recordar.
LA LECTURA COMO EXPERIENCIA MULTISENSORIAL
Aunque parezca una actividad pasiva, tal como indica el neurobiólogo español Francisco Mora, la lectura cambia la química, física, anatomía y fisiología del cerebro.
Por una parte, tenemos todo lo que ya se mencionó. Pero también incluimos otros factores que crean la memoria asociada al hábito de leer: la memoria olfativa de un libro nuevo o viejo, la sensación de calma que produce el espacio en el que se habitúa leer, la alegría de quien ha recorrido el mundo con su imaginación ilimitada y su infinito mundo interior.
Quienes tenemos la lectura como disciplina sabemos que la vida nos cambia libro a libro, incluso sin habernos movido de lugar.
PADRES QUE SUEÑAN CON TENER HIJOS LECTORES
Ante el constante bombardeo que nos encontramos en la sociedad contemporánea, muchos padres se preocupan porque sus hijos se concentren, así sea un ratito, leyendo un libro para desarrollar sus capacidades cognitivas.
Pero aquí lo importante no es manipular al niño para que lea, sino ser el modelo de lector del cual el niño se sienta naturalmente motivado a modelar. Cuando el foco va hacia los padres, nos damos cuenta de que los primeros en desarrollar hábitos de lectura, vida calmada y atención plena son justamente los padres.
Hace unas semanas leía en las redes sociales el caso de una madre quien, con aparente orgullo, contaba cómo su hija estaba leyendo un libro por semana. Ello luego de que le ofreciera pagarle por cada libro que leyera.
En la mente de la madre, la niña estaba desarrollando el hábito de la lectura. En la mente de la niña, su madre le estaba enseñando cómo lograr que otros hagan lo que ella quiera dándoles dinero.
El amor por una actividad se evidencia justo en aquello que hacemos sin que nos tengan que pagar, incluso vamos más allá: pagamos para realizarla. Los que destinan parte de su presupuesto para libros bien saben de lo que hablo.
Ya sea por hábito, por curiosidad, por descanso o por salud, tener un libro cerca de nosotros siempre se convierte en una oportunidad para conocernos a través de la lectura. Y también para disfrutarnos desde este placer intelectual que trasciende culturas. N
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Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.