Suenan villancicos, empiezan las posadas, pinitos parpadean en las ventanas y casi en cualquier lugar público, se organizan intercambios, el olor de temporada se convierte en manzana con canela y se llenan de nacimientos o santa clauses la mayoría de los hogares, centros comerciales y hasta oficinas : es oficial, llegó la navidad.
Pero no todo son bastones de caramelo o esferas brillantes, para muchos puede ser una temporada abrumadora. La presión que existe alrededor de la temporada navideña acarrea consigo muchas expectativas, en ocasiones poco saludables, tanto mental como económicamente, pero a veces parece que no estamos listos para esa conversación, por el contrario, evadir suele ser la salida habitual y las fiestas son el pretexto perfecto.
Este año en particular me he sentido más vulnerable que nunca ante estas festividades , mis planes han tenido que cambiar por completo y será una navidad atípica y muy distinta a lo que esperaba porque me contagié de covid, el aislamiento acentúa sentimientos de nostalgia y de soledad y es que a pesar de que pueda estar en comunicación constante con familiares, compañeros y compañeras de trabajo y mis amigos es difícil encontrar de regreso el espíritu navideño porque estaré sola tanto en nochebuena como en navidad. Por otra parte me esfuerzo en mantenerme positiva puesto que gracias a la doble dosis de la vacuna los síntomas han sido leves y mis niveles de oxigenación no se han visto afectados hasta el momento, entonces no me queda más que estar infinitamente agradecida porque a pesar de todo tengo salud y mis seres queridos también.
Más allá de hacerme a la idea de que no podré abrazar a quienes amo y que no pude ni siquiera envolver los regalos que con esfuerzo elegí para ellos creo que lo más importante es que de qué estarán bien. Han sido dos años atípicos para todos , muchos hemos vivido de cerca la incertidumbre y pérdidas en muchos sentidos, hay duelos que aún no he comenzado a elaborar porque era más fácil continuar enfocándome en lo que sí estaba en mi control o que daban esa ilusión, por lo que este tiempo a solas me ha servido para reflexionar y darme cuenta de lo mucho que tengo pendiente por trabajar conmigo misma. No hay posadas que sirvan de distracción y entretenimiento con risas y copas de champagne, las canciones de navidad que por lo general me alegraban ahora me molestan porque me recuerdan el lugar en el que estoy así que he decidido dejar de evitar y utilizar esta pausa forzada para comenzar a sanar, desde un lugar completamente distinto. Y la única manera de comenzar a hacerlo es dándome el tiempo y la oportunidad de sentir, sentirlo todo, lo bueno, lo malo y lo que normalmente silenciaba con una agenda saturada que solo me daba tiempo para llegar exhausta a dormir.
Después de todo, son tiempos de introspección y de recuento. Me siento amada y agradezco profundamente las muestras de cariño que he recibido todos los días, porque me recuerdan que no se trata de una fecha en particular sino en aprovechar una época para apapachar a quienes tenemos en nuestras vidas y tener un pretexto para compartir lo que somos en esta nueva vuelta al sol.
Para mi, esta vez no se trata de reuniones forzadas con familiares a los que poco conocemos, tampoco de llenar de objetos muchas veces innecesarios a quienes queremos o de gastar el aguinaldo en adornos y bebidas sino de agradecer todo lo que este último año me dió y abrazarlo (metafóricamente claro, por aquello de la sana distancia) y también agradecer todo lo que sucedió que si bien, fue doloroso me ha ayudado a crecer y a valorar más lo que se ha quedado y esta nueva versión de mi misma.
Hoy decido que esta puede ser la mejor navidad de todas porque es la que estoy viviendo y quizá ya era tiempo de prestarle atención a lo más importante; yo misma.