La escritora Joan Didion, ícono de la literatura estadounidense a quien se le acredita haber introducido el “nuevo periodismo” con sus ensayos sobre la vida en Los Ángeles durante los tumultuosos años 60, falleció este jueves a los 87 años en su casa en Manhattan, a causa de la enfermedad de Parkinson.
La escritora Joan Didion, figura mítica de los años 60, buceó en la cultura estadounidense contemporánea y en sí misma con una lucidez asombrosa y una prosa concisa y sofisticada, anclada en el periodismo literario y el cine.
Bajita, menuda, reservada, elegante, en general con un cigarrillo en la mano, de enormes lentes oscuros o recostada contra su Corvette Stingray blanco, como en una de sus fotos más legendarias, Didion, de 87 años, fue una gran observadora y periodista de revista por excelencia, pero publicó también cinco novelas y varios ensayos.
Nacida el 5 de diciembre de 1934 en Sacramento, vivió entre California y Nueva York. Comenzó su carrera como asistente de redacción en la revista Vogue a los 21 años en la Gran Manzana, recién graduada de la Universidad de California en Berkeley.
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Luego trabajó para el diario The Saturday Evening Post, y finalmente para algunas de las revistas más prestigiosas del país: Life, National Review, The New York Review of Books y The New Yorker.
Siempre se sintió californiana, pero Nueva York la atrajo, la sedujo y finalmente le provocó repulsión, como escribió en su clásico “Adiós a todo eso” en 1967. Siguió un largo exilio en California, pero finalmente regresó a Nueva York en 1988, donde murió este jueves de Parkinson.
Sus novelas y ensayos son cortos, y como ella misma explicó una vez, para ser leídos de un tirón: cada palabra cuenta y tiene una razón de ser; el estilo es conciso.
Su primera colección de ensayos, “Arrastrarse hacia Belén” (1968), retoma uno de sus más famosos artículos periodísticos sobre la contracultura hippie del barrio Haight-Ashbury de San Francisco, en un estilo que luego se conocería como “nuevo periodismo”.
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Didion, que en ese entonces tenía 32 años y una pequeña hija, da la impresión de fundirse con los estrambóticos personajes de su historia, fascinados por las posibilidades de las drogas, aunque en el fondo le repugnan por su decadencia moral.
Escribió mucho sobre sí misma, pero también sobre política, como ilustran “Salvador” (1983), un ensayo sobre los escuadrones de la muerte estadounidenses en el país centroamericano; “Miami” (1987), sobre la comunidad cubano-estadounidense, la inmigración y el exilio; o su ensayo sobre lo absurdo del movimiento feminista.
Junto con su esposo, el escritor John Dunne, del cual era inseparable, tuvo asimismo éxito como guionista en Hollywood, un mundo al cual ingresaron de la mano de su cuñado Dominick Dunne, productor de cine.
En su famosa charla “Por qué escribo” que dio en la Universidad de California en Berkeley, argumentó que la escritura es “agresiva, incluso un acto hostil”, “el acto de decir ‘Yo’, de imponerse sobre otras personas, de decir ‘escúchame, míralo a mi manera, cambia lo que piensas'”.
“Escribo totalmente para averiguar lo que pienso, lo que estoy mirando y lo que significa. Lo que quiero y lo que temo”, escribió en otra oportunidad. N