A dos años de la aparición de los primeros casos de covid-19 podemos obtener algunos apuntes sobre las lecciones que nos ha dejado en materia económica. El entorno en los países de Latinoamérica, como en el resto del mundo, no se está dibujando como todos esperábamos. Sí bien los efectos negativos serán sensiblemente menores, la extinción del virus SARS-2-COV no está a la vuelta de la esquina.
Constantemente brotan nuevas variantes, estamos ante el invierno en la mitad del planeta, y la mayoría de los habitantes no han recibido inoculación, a lo que suma la creciente pérdida de la capacidad de las vacunas para detener el virus por tiempo prolongado. Lo anterior presupone mayor producción de vacunas rumbo a lo que resultará en la necesidad de aplicarlas cada año como ocurre hoy día con la influenza.
Las diversas regiones notoriamente se recuperan de forma dispar, lo que es una mala señal para una economía que mantiene el paso hacia una mayor integración comercial, de cadenas de valor y suministro de materias primas, bajo el enfoque de complementariedad que nos enseña David Ricardo.
En efecto, a lo largo de las últimas décadas se ha ido comprendiendo lo obvio, que las economías, en lugar de repelerse, se complementan y encuentran de manera natural su vocación. En este proceso estamos con un futuro inmediato sustentado en la construcción de al menos dos bloques comerciales que representan Estados Unidos y China, más quienes se sumen a cada uno de ellos, y con una Europa perdida en sus nacionalismos, declinación de sus poblaciones jóvenes e inmigración desbordada.
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Por regiones o globalizado íntegramente, el control de la pandemia sin ninguna sincronía advierte serias dificultades para recuperar las economías. Es fundamental aceptar esta realidad para actuar en consecuencia. El covid-19 trajo incertidumbre al tiempo que aceleró la conciencia por el cuidado del medioambiente, lo mismo que dinamizó vertiginosamente el avance tecnológico ya irreversible.
Encuentro la transición de la salida de la pandemia como el mayor desafío para los países en el año 2022. El dolor humano que estamos viviendo se sumará a mayores episodios de incertidumbre que pondrán a prueba lo mismo a gobiernos que a bancos centrales.
Si algo ha quedado claro es la duda sobre la capacidad del Estado para atender los problemas de salud pública; con abandono prexistente, los sistemas de salud han sido devastados. No habrá salida sin la colaboración privada y pública. ¿Qué hacen los Estados con los impuestos de sus ciudadanos? Toman en promedio el 35 por ciento de los ingresos por el trabajo de sus gobernados, a quienes no les están cumpliendo lo esencial.
¿REPLANTEAR EL PAPEL DEL ESTADO?
Es cierto que no fue posible para nadie estar preparado para lo que vivimos; es, igualmente claro, que la mayoría de los países, incluidos los llamados emergentes, ni instalaciones medianamente equipadas han tenido, con rezagos en vocaciones médicas, además de personal esencial de salud mal valorado y pagado. Las redes sociales con el uso desmedido del internet han propiciado beneficios de idéntica proporción y magnitud a las cosas negativas que generan como la manipulación de masas, extracción de rentas de las personas y la dispersión del odio y frustraciones globales imposibles de resolver.
Este hecho presume movilizaciones de los ciudadanos contra sus gobiernos para replantear el papel del Estado, pues extrae cantidades importantes de recursos de la sociedad que no se están reflejando en beneficios tangibles.
Al igual que el Estado, el mercado debe replantearse para acercarlo a los principios fundamentales de la filosofía moral como la ética, el autocontrol y la empatía, reconociendo que es la dignidad humana a la que tienen que servir y no al revés. La gran asignatura está en pensar qué tipo de mercados queremos y cuál es el nuevo papel del Estado, su origen o aquel que todos los días se llena de responsabilidades que no puede cumplir.
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La sacudida que la naturaleza nos está dando abre la oportunidad para valorar la vida aquilatando a la persona por encima de cualquier valor material. Esta es, en mi opinión, la mejor lección que podemos aprender después de tanto dolor que sufrimos. Los ajustes económicos para mejorar la posición fiscal de todos los gobiernos que, sobreendeudados, deben contener la ingente deuda que acumulan todos los días, precisamente porque no pueden cumplir con tanto a lo que se comprometen.
Por su parte, los países deben frenar la descomunal fabricación de dinero que se ha regado al mundo después de la todavía no resuelta crisis subprime de 2008-09. De no calibrarse perfectamente, estos ajustes devendrán serias distorsiones macroeconómicas con graves impactos en los mercados como ya lo observamos.
En suma, la crisis de salud pública nos regala la oportunidad de reflexionar y cambiar hacia una vida menos material y visceral, más cercana al conocimiento de qué es la persona para crear una arquitectura económica que la ponga en el centro para dejarla de utilizar como un objeto de consumo fuera de toda consideración ética. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Es socio de Excel Technical Services. Su correo es drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.